» 19-05-2025 |
Decía Duchamp que arte es lo que realiza el artista, su producto, su obra. Con ello acababa de un plumazo con la distinción subjetivo/objetivo: lo objetivo no existe. Es, simplemente, el producto del sujeto. Y la deconstrucción de lo objetivo (desde la forma, a la técnica pasando por los materiales) fue la tarea del arte moderno. En “La realidad no es lo que parece” Tusquets editores, Rovelli -un científico físico… de los buenos, de los de verdad, no de esos que solo hablan de lenguaje y de filosofía- afirma. “Todo saber es intrínsecamente una relación; en consecuencia, depende por igual del objeto y del sujeto… La mecánica clásica creyó que podía prescindir de esta simple verdad y presentar, al menos en teoría, una visión de la realidad independiente del que observa. Pero el avance de la física ha demostrado que eso es imposible” (Rovelli 2015, 229). Si la ciencia es aquello que producen los científicos, la ciencia es subjetiva y debe ser el experimento el que le añada su ración de objetividad, de coincidencia con lo real. La razón teórica está sobrevalorada. Al decir: humano (subjetivo), sobreentendemos: sobrehumano (objetivo); como en la política: sobran sobres.
Nuestra “objetiva” (in)civilización no ha conseguido librarse de la guerra. Por el contrario la guerra ha ido avanzando en saber teórico hasta convertirse en una metafísica (Paul Virilio). Los militares -herederos de los primigenios guerreros- convirtieron la lucha en profesión, adornada con los complementos de valor, arrojo, honor, lealtad, compañerismo- que la enaltecían-; y los de jerarquía y principio de mando que -si más no- les proporcionaban organización. Esa jerarquía es la que pronto dividió la milicia en: los soldados (los que iban a morir) y los mandos (destinados a sobrevivir, dada su extrema importancia). Pero así como la leva evolucionaba de la esclavitud a la motivación patriótica i crematística, se produjo una deriva imparable hacia los “daños colaterales” es decir: la masacre de civiles no inmersos en las batallas. La mecanización y tecnificación de la guerra (involuntaria consecuencia de la disuasión) ha evolucionando así hasta conseguir la perfección: todos los muertos son civiles. ¿En que se diferencia, hoy en día, una guerra de un genocidio? En nada. Lo que está pasando en Gaza es el genocidio de un pueblo que se atrevió a ocupar históricamente el territorio del Dios de los judíos. Y si meto a Dios en la ecuación es porque los judíos son un pueblo ancestral en el que no existe separación de iglesia y Estado, entre legislación civil y legislación religiosa. Y porque los judíos son el pueblo elegido de Dios: poseen la verdad absoluta no disponible para razón alguna. Son israelitas pero podrían ser irracionalitas.
Así las cosas las “razones” que aducen para cometer un genocidio -que probablemente pase a ser el número uno de la historia de la humanidad- son irrelevantes. ¿Qué importa que confundan el terrorismo de una facción con la culpa de un pueblo en su totalidad? ¿Que importa que posean todas las armas frente a un pueblo desarmado? ¿Qué importa que amplíen los daños colaterales a los ancianos, las mujeres y los niños, los periodistas y las organizaciones humanitarias, los hospitales y los colegios? La objetividad (entendida como inhumanidad) religiosa les ampara, Dios les ampara, la historia les ampara, USA y la CE les ampara. Aunque el cinismo no se cobra vidas, no deja de ser asombroso que defiendan su posición con argumentos (¿para qué… si Dios está de su lado?) y que se sientan ofendidos o atacados por los países que denuncian lo que es evidente: un genocidio. La pantomima de llamar a consultas a los diplomáticos de las naciones que les afean la conducta es genial (o quizás: divina).
El militarismo actual se asienta sobre la seguridad. Es lógico que tratar de convencer a los ciudadanos de las bondades de una guerra -en la que solamente mueren civiles- mediante el patriotismo, la unidad histórica de la patria, o la voluntad de Dios, es insuficiente. El argumento hoy es: o matas o mueres. Estamos en peligro inminente de invasión, violación y muerte (en el caso de los palestinos… más que demostrado). Trump pone sobre el tablero su apuesta: el rearme. Dice que está harto de “defender” a Occidente y que cada uno se pague lo suyo. Evidentemente las armas las vende USA. Su país se involucró en el SXX en más de cincuenta guerras. ¿Todos esos países invadieron USA? La agresión más seria que sufrieron (si excluimos la pantomima de Pearl Harbor y el horror de la guerra civil) fue el atentado de las torres gemelas y no fue una guerra sino una acción terrorista… aunque ese matiz ha pasado a segundo término. Las armas de Irak no existían, lo que existía era su amenaza económica (el petróleo) y la amenaza de un posible (pero improbable) desarrollo atómico. ¡La seguridad de Occidente estaba en juego! Imperialismo disfrazado de gendarmería.
La debilidad de USA es patente. La amenaza China e India están imponiendo un nuevo orden mundial y eso para el sheriff de occidente es duro. Los USAnos votan a quien les promete que USA seguirá siendo lo que fue, en el más puro estilo de república populista bananera. Y lo de “república populista” no es casual. El actual presidente ha repetido mandato tras un golpe de Estado en el que quiso mantenerse en el poder tras perder las elecciones. Ahora desarrolla todos los tics del matón que solo mediante la intimidación y el abuso es capaz de mantener su poder. Trump ha llegado al poder para forrarse. ¿En que le diferencia eso de nuestros gobernantes? En nada -si nos atenemos a los fines-; en las formas -si nos atenemos a los medios- Utilizar la información privilegiada que supone decretar para especular en la Bolsa, es una línea roja hasta ahora irrevasable. Buscar contratos inmobiliarios en sus relaciones internacionales, especular en los mercados mediante su propia moneda, legislar con nombre y apellido (indultar) a los suyos (nepotismo) es -como mínimo- prevaricar y probablemente unos cuantos delitos más. Que se reducen a uno: robar. Pero no importa, como no importa que se inicie una recesión, inflación, desabastecimiento, debido a sus chulescas decisiones arancelarias. Todo ello aderezado con una xenofobia de ultraderecha. ¿Para cuando la legalización del KKK?
Para Trump la negociación consiste en amenazar y -cuando están los oponentes suficientemente acojonados- rebajar sus expectativas para alcanzar un acuerdo magnánimo (el último en ceder ha sido él) y vendérselo a la opinión pública como un gran logro en una situación irresoluble. Se equivoca: la política sobrevive porque es una mafia: se disculpan y se perdonan entre ellos porque están a lo mismo. Él no está a lo mismo que los otros. Esta a quedárselo todo, y por lo tanto ni le disculparán ni le perdonarán. Todos los que ahora están quedando mal frente a sus nacionales debido al matonismo de sus propuestas, le pagarán con la misma moneda. Se equivoca porque no actúa como político sino como matón. Trump comercia como comercian los animales: el más fuerte se queda con todo. El comercio es otra cosa: encontrar el interés y la utilidad de ambas partes. Y el comercio político llega aún más lejos pues los comerciantes son representantes de los intereses de los ciudadanos que -obviamente- no coinciden con los del representante. A la estrategia del matón añade la cuenta de la vieja: administra la nación como se administra un hogar: que salga menos de lo que entra (reducir el gasto) y no endeudarse. Y en su cuenta -con una deuda desorbitada y unos precios poco competitivos- sale más de lo que entra. Según sus cuentas la diferencia se la embolsan sus socios occidentales. ¿Hace falta recordar que ese sistema capitalista que se basa en la deuda y en la competencia a ultranza lo inventaron ellos?
Si USA ha sido el capo de occidente durante el SXX ha sido por la terrible competividad interna y externa que ha practicado siempre y que le ha conducido a que coloque al mejor en cada puesto. Liderar la investigación suponía ingentes ingresos debidos a los royalties. Ha reducido los gastos en investigación y ha recortado la inversión en universidades… sin contar que se ha enfrentado con ellas. Privatizar la conquista del espacio quiere decir perder todos esos royalties en investigación y desarrollo. El beneficio será para Musk y no para USA. Las guerras (Ucrania, Gaza) no se acaban dando la razón al más fuerte porque es como empujar a que los fuertes ocupen las naciones más débiles. La extrema privatización de beneficios solo conduce a los monopolios, monopolios que seguirán las directrices del “iluminatti” mientras ganen dinero pero que lo abandonarán en cuanto lo pierdan. America no será más grande porque sus grandes empresas no paguen impuestos, deslocalicen su producción o se desregularicen. No hay diferencia entre lo que hace Trump y lo que hace cualquier dictadorzuelo de medio pelo. El problema es que llegue a robar tanto que sea más poderoso que su propio país. En ese caso será imposible echarlo. En otro caso, siempre le quedará Israel… la Riviera de Gaza.
El desgarrado. Mayo 2025.