» 02-06-2024

Señoras y señores 106-1. Política. ¿Es posible una política femenina?

Empezaré por dar una acepción de política que en gran manera coincide con la J. Rancièr. Recientemente he publicado en este blog un repaso de la política de este autor: Lecciones de política alternativa 102 “Los treinta ingloriosos” y 104 “El odio a la democracia”. También podéis consultar “Juego de poltronas” en la que analicé la democracia representativa. La caracterización de la política en este blog la basaré en “El malestar en la estética” Capítulo: Políticas de la estética. Clave intelectual 2012 (2004). 

 

“La política, en efecto, no es el ejercicio del poder y la lucha por el poder. Es la configuración de un espacio específico, el recorte de una esfera particular de experiencia, de objetos planteados como comunes y como dependientes de una decisión común, de sujetos reconocidos como capaces de designar estos objetos y de argumentar sobre ellos. He intentado mostrar en otra parte como la política era el conflicto mismo sobre la existencia de este espacio, sobre la designación de los objetos que atañen a lo común y de los sujetos que tienen la capacidad de una palabra común”(Rancière 2012, 33).

 

Este párrafo define, en muy pocos trazos, la complejidad del pensamiento de Rancière. Empecemos por lo que no es la política: las peripecias del poder: ni como se adquiere ni como se conserva. Pero no solo está huérfano de poder (lo que parecía imposible) sino que también esta huérfanos de metafísica: la forma de pensamiento occidental (a todo nivel), y mundial con respecto al Estado económico: el capitalismo. Porque la política es la configuración de un espacio, es decir, no se centra en la categoría del ser sino en la del espacio (referido a las categorías aristotélicas). Si a eso añadimos el recorte de una esfera de experiencia, el tiempo se une a la categoría espacio, y una vez está en juego, tanto la relación como la posición deben asistir para completarlas. Pero una vez establecidas las categorías principales (espacio, tiempo, posición y relación) se unen las otras. El ser hace su aparición como los objetos del mundo, pero en su calidad sociológica de comunes. La dimensión individual del ser humano es irrelevante. Somos sociales y el mundo en el que vivimos refleja esa condición, tanto para lo material como para lo mental: las decisiones que se sitúa en un estadio director, del que depende el estadio material.

 

Y entonces, ¡y solo entonces! se une a la configuración categorial el ser humano definido como la instancia que da existencia a los objetos, los nombra y los usa, los pone en el mapa, como capaz de jugar con esos objetos (designarlos y argumentar sobre ellos), lo que por otra parte (y en eso sí es metafísico) son la parte del mundo separada del sujeto pensante. Y complementariamente se añade el conflicto: la manera de la relación es el conflicto, la lucha, lo que llevado al extremo es la guerra. El ser humano (debería decir el hombre) es operativamente conflictivo, su manera de estar en el mundo es en lucha, pero socialmente conflictivo: su lucha necesita del otro para producirse, la sociedad es un campo de batalla. El hombre no es intrínsecamente (estructuralmente) conflictivo. Es conflictivo en sus relaciones (porque la relación es conflicto) sociales. El ser humano es finalmente la palabra, acosado perpetuamente por el giro lingüístico que amenaza con comérselo, con reducirlo a su servidor. La idea de devenir subyace a esta caracterización no solo porque el tiempo es una categoría superior a la del ser sino porque la definición de la partición de lo sensible -esencial en su filosofía- nos habla de distribuir y redistribuir, de un juego de posibilidades cambiantes. Pero no nos adelantemos.

 

Rancière no es un filósofo generalista (si tal puede existir) en el sentido que no construye explícitamente un sistema general de pensamiento sino que se limita a dos aspectos del mundo: la estética y la política, a las que considera dos “particiones” de lo sensible. Este concepto es central en su pensamiento. Lo define como “la distribución y la redistribución, de los lugares y las identidades, de  lo visible y lo invisible, del ruido y la palabra , es lo que yo denomino la partición de lo sensible”. (Rancière 2012, 34). La partición de lo sensible es: cómo descomponemos en partes el mundo para mejor comprenderlo (o simplemente para defendernos de él), como “analizamos” (porque es una auténtica trituración) y aprehendemos (capturamos) lo sensible… incluso antes de pensarlo. Son diferentes puntos de vista, perspectivas, facetas como percibimos el universo. Vemos, como las moscas: con muchos ojos cada uno de los cuales se hace una imagen que posteriormente habrá de integrar (o, no) nuestra mente ordenadora (pensar es ordenar. Ese es su origen y su destino). 

 

¿Por qué digo que esta perspectiva es anterior al pensamiento? Porque el pensamiento que aplicamos a relacionar es distinto del que aplicamos para percibir. Para pintar un objeto primero tenemos que prepararlo: decaparlo, lijarlo, limpiarlo, darle un tratamiento de imprimación y finalmente pintarlo. Pintar no es una continuación lógica del tratamiento previo (podríamos ahorrárnoslo) sino una preparación previa para mejor realizar la acción de pintar. Y tampoco es lo mismo que pintar: es otra cosa preparatoria y necesaria para un buen acabado. Existe más de una forma de pensamiento (pre-visión,  intuición, inducción, deducción abducción…) por lo tanto no tenemos necesariamente que pensar el mundo, en cada momento de la misma manera (aunque un sistema coherente de pensamientos -como la metafísica- ayudaría considerablemente). ¿Como se realiza la partición de lo sensible? no lo sabemos pero debe ser de una forma diferente del pensamiento que aplicamos una vez ordenado el mundo en perspectivas. Quizás una intuición, un instinto, una previsión o un cuidado. ¡Mucho más difícil es aceptar los axiomas y lo hemos hecho durante siglos!  

 

Pero volvamos a la definición. Después de la declaración de devenir que supone la “redistibución”, propone tres instancias, tres objetivos, de la partición de lo sensible. Los lugares y las identidades (el espacio y el ser); lo visible y lo invisible (lo material y lo inmaterial, lo aparente y lo oculto, lo percibido y lo intuido); el ruido y la palabra. En la misma página Rancière caracteriza 1) la voz en los animales como expresiva de placer y pena (emociones, sentimientos) y, por otro lado, 2) la palabra en el ser humano: el hecho diferencial entre quien decide en política y quien es excluido. Platon nos dice que el artesano no tiene tiempo para acudir a la Asamblea (para participar en lo común) porque el trabajo no espera. Porque ”la política ocurre cuando aquellos qué no tienen tiempo, se toman este tiempo necesario para plantearse como habitantes de un espacio común y para demostrar que su boca emite también una palabra que enuncia lo común y no solamente una voz que denota el dolor” (Rancière 2012, 34). Ser humano es ser político, es intervenir en lo común. Y esta pequeña panorámica de la política no puede acabar sin una referencia importantísima: “Son dos (política y estética) formas de división de lo sensible dependientes, tanto una como la otra, de un régimen específico de identificación” (Rancière 2012, 36). Dos puntos de vista, dos perspectivas, dos. maneras de mirar pero con un régimen distinto de operar. Ahí radica su diferencia.

 

 

Pero no es lo “natural”, no es lo que ha ocurrido ancestralmente. Vivimos en oligarquías (que son particiones sociales de lo político) en las que una élite  (por nacimiento o por naturaleza) se ve naturalmente impelidos a gobernar, tiene los títulos que los amparan. Y lo han defendido con uñas y dientes durante milenios. La democracia sería el título que permitiría que esas voces acalladas, esos individuos excluidos, pudieran intervenir en lo común. Pero la democracia no es un título habilitante para gobernar sino la chance de los que no tienen ningún título para ello. Y ello porque solo así se puede obtener la igualdad que garantiza que lo común sea realmente común. El pueblo no quiere gobernar; lo que quiere es no ser sojuzgado, quiere la igualdad. Democracia no es el gobierno del pueblo (que es una utopía) sino: igualdad.

 

En vez de ello las oligarquías nos han dado sucedáneos: representación, elecciones, sufragio universal… que si bien son mejor que nada, no son la igualdad en la intervención en lo común. La representación es el gobierno del pueblo sin el pueblo; la elección es la sanción por parte de la oligarquía de que hemos elegido bien. El voto está mediatizado por la determinación de las circunscripciones, las listas cerradas y bloqueadas, la financiación ilegal, el dopaje, el voto rogado, etc.; el sufragio universal (¡que con este nombre excluyó a las mujeres!) nunca lo ha sido (censos, inscripciones, edad, integración social…). La democracia directa (la intervención directa en lo común es inexistente, hasta el punto que el referéndum no es vinculante). La exclusión de las mujeres ha sido una realidad de segundo nivel en la política (como ser humano y como género). La pantomima de la paridad, es el chocolate del loro, maquillaje de una realidad excluyente. Y de eso quiero hablar: de las mujeres y la política. De como participan en lo común y de como participan en su decisión. Pero será otro día.

 

El desgarrado. Junio 2024.




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