» 12-09-2024 |
Una de las diferencias que se ha establecido entre hombres y mujeres es la analítico/sintética que se caracteriza por la tendencia a desmontar (destruir) del hombre por la de montar (construir) de la mujer. También en otros momentos de la reflexión he recogido la idea generalizada de que la mujer puede pensar (y hacer) varias cosas a la vez mientras que el hombre se focaliza en una sola. La mujer se parece más en su desempeño mental a un ordenador multiárea y multipuesto. ¡Así se definía el IBM 286 allá en la prehistoria del PC! También podemos pensar que el pensamiento femenino se produce en red mientras que el masculino es lineal arborizado (como la rambla badalonina de Serrat). aunque, personalmente no creo que ninguna mente sea capaz de producirse en red -lo que me parece una de las limitaciones de la mente humana-. Sería más bien la coexistencia de varios procesos lineales (multiárea). Las connotaciones de analíco/sintético son demasiado lógicas por lo que me preguntaba si se podría explicar de un modo más cotidiano y el resultado es emplear los términos intensivo y extensivo (también lógicos pero menos técnicos… o así me lo parece.
El golpe de mano que dio el hombre antes del siglo V adc para desplazar a la mujer del saber, del maestrazgo y del género se basó en el desarrollo del logos, de la razón. Ésta requería una forma de pensar distinta que la forma mítica del relato y la topología, el abandono del subjetivismo (que suponía la separación del cuerpo y la mente) y la situación de la verdad fuera de ese cuerpo, en el mundo. Quede claro que si la mujer no se adhirió al logos no fue por falta de condiciones sino por una elección funcional: no le pareció necesario, oportuno, porque no suponía una mejora de los objetivos holísticos que apreciaba. El pensamiento racional es intensional, requiere focalizar todo el esfuerzo mental en un solo objetivo, al que dedicar todos los esfuerzos. Para la mujer eso era simplemente estúpido, pues estaba acostumbrada a controlar varias cosas a la vez y esa focalización era potencialmente peligrosa. Todo el mundo sabe que la manera más fácil de cazar a una mosca es cuando está chingando. Cuando el hombre caza, caza. Cuando la mujer recolecta, vigila al niño, observa la naturaleza, conversa con sus compañera, etc.. La suma del esfuerzo mental (en el caso del hombre es un solo objetivo con mucha intensidad y en el de la mujer son varios objetivos con menor intensidad) es la misma. De ahí el hombre considera a la mujer superficial y a sí mismo profundo. Es una diferencia ergódica: la diferencia entre lanzar una vez cien dados y lanzar un dado cien veces es nula: son equivalentes. La diferencia entre pensar una cosa muchas veces o muchas cosas una vez requiere la misma capacidad mental. La mujer es controladora (abarca varios objetivos) y el hombre es focal (se centra en uno sobre el que reitera su acción).
Ni que decir tiene que ambas habilidades son complementarias. La vida no magnifica una de las dos opciones sino que ofrece ocasiones para una y para otra. Probablemente el destino biológico diferencial entre ambos géneros hizo que la evolución prefiriera desplegar las cualidades de los géneros de manera distinta: focalización y control; un solo campo y varios. La focalización es el desarrollo del pensamiento en el tiempo: muchas veces (recursivamente) sobre un solo objetivo (espacio=0). El control es el desarrollo en el espacio: distintos objetivos una sola vez (tiempo=0). Con este proceder el hombre inventa el tiempo, la recursión que para la mujer es intrascendente; y viceversa. Y sin embargo estas son las posiciones precisamente contrarias de lo que observamos: el hombre es ontológico (espacio dependiente) y la mujer es progresista (tiempo dependiente). Es una cuestión de compensación. Ser una u otra cosa no es una ventaja sino una limitación que requiere una compensación. Pero este planteamiento presupone dos escenarios: tendencias y esencias; probabilidad y absoluto; posibilidad y dogma. El hombre necesita el espacio como complemento de su natural (en lo real) tendencia al tiempo y desarrolla la ontología en lo mental, al contrario de lo que hace la mujer. Las dos escenas son lo evolutivo-natural-real, y lo reflexivo, intelectivo-mental. Alternativamente esa compensación se produce en la alianza del hombre y la mujer en la que la mujer sea el espacio del hombre y el hombre el tiempo de la mujer. Einstein acabó con la disyuntiva: el tiempo y el espacio no son dos escenarios sino uno. El hombre y la mujer no son dos especies, sino una: que se expresa en la familia nuclear.
La dominación favoreció la pareja, la conjunción del espacio y el tiempo, la complementación del control y la focalización. Siendo la mujer absolutamente dependiente del hombre (económica, intelectual, a-genéricamente), la compensación se producía por absorción. Pero la progresivas independencia de la mujer augura un futuro distinto. Dos géneros en plan de igualdad ya no se pueden armonizarse mediante la absorción sino que necesita la igualdad recíproca. No la mujer igual al hombre sino también el hombre igual a la mujer. Y recíproco quiere decir que la solución no está en un pensamiento femenino opuesto al del hombre (aunque eso sería el cumplimiento de la justicia de la ley del péndulo), sino en un pensamiento nuevo que se avenga con las condiciones de cada uno y que obviamente solo pueden construirlo ambos géneros conjuntamente. La revancha -aunque justa- no será posible pues nos instalaría en la guerra de los géneros. Incluso diría que esa guerra sería aplicar las premisas del hombre a la emancipación de la mujer… y eso sería una victoria del hombre, una nueva absorción. El feminismo no debe pretender la confrontación sino la armonización en un nuevo espacio-tiempo que respete las características de uno y de otro en una fusión desde la igualdad recíproca. Por supuesto el machismo debe simple y llanamente desaparecer. El feminismo ha sido la lucha (desde las premisas del hombre… porque no había otras) pero no es el destino, no es el objetivo. La confrontación, la guerra, la lucha (características masculinas) deben desaparecer. La armonía debe reinar y simplemente este cambio de destino, de objetivos ya es la victoria (fea palabra) de la mujer.
Comprendo que hablo como hombre desde las premisas de ser hombre y que no es el lenguaje adecuado para hablar del hombre-mujer como el tiempo no es el lenguaje adecuado para hablar del espacio-tiempo. Que hombres y mujeres nos entendamos no es una cuestión de razones ni de sentimientos sino de razones-sentimientos. Vamos en busca de algo que no existe y que probablemente nunca existirá en nuestras mentes por incapacidad, pero que puede construirse en lo real, cada uno desde su mente. Armonizar no es identificar. Es el respeto a la diferencia y se respeta lo que no se entiende pues si se entiende no es cuestión de respeto sino de reconocimiento. La diferencia siempre estará ahí (¿desafortunadamente. afortunadamente?) por lo tanto solo cabe el respeto.
El desgarrado. Septiembre 2024.