» 03-10-2024

Señoras y señores 114. El cuidado y el descuido.

Entre las grandes diferencias entre hombres y mujeres figura la de la mujer cuidadora y el hombre -si no destructor- al menos descuidado. Esta cuestión del cuidado forma un complejo de múltiples facetas que trataré de desgranar ahora. En primer lugar vaya por delante que el cuidado es una segunda esencia para la mujer: se cuida absolutamente todo: obviamente a los niños, pero también al marido, a los viejos, a los enfermos incluso a los pordioseros, se cuida el hogar, el vestuario, la apariencia, las formas sociales, y se cuidan las relaciones. Se cuida el medio ambiente y la diversidad. Todo ello se sustenta en una socialidad extrema, un nudo de relaciones -al rededor del lenguaje- que lo impregna todo. La familia nuclear -en la que se sustenta el sistema social humano- es el modelo de comunicación, colaboración, especialización de funciones, soporte mutuo y por supuesto cuidado. Los niños -nacidos inmaduros- requieren multitud de cuidados, continuos, absorbentes e intensos- y ese es el cometido de la mujer para el que está especialmente preparada biológicamente. No es un destino-condena (es soslayable mediante la libertad de decisión), pero es el papel para el que la naturaleza ha destinado a las mujeres y sin el que nuestra especie desaparecería. Las consecuencias son enormes y vamos a tratar de repasarlas:

 

1. Especialización. Los cometidos de hombres y mujeres en la familia nuclear están perfectamente definidos: el hombre defiende y alimenta y la mujer cuida y educa. La dedicación de las mujeres a los niños es absorbente. La familia nuclear: la sociedad conyugal colaborativa, la democracia sexual (cada macho puede tener su familia), el celo perpetuo, permite los embarazos con lapsos muy inferiores a los de los grandes monos… y con atención continua. La especialización de la mujer en el cuidado de la prole es intensa. Solo se permite las ocupaciones accesorias que le permiten vigilar, alimentar, educar y proteger a los pequeños. Para ello se asocia con otras madres en círculo de comunidad de madres desarrollando cometidos compatibles con el principal. El cuidado del hogar es en primer lugar el cuidado del fuego. Después viene el almacenamiento  (cestería, alfarería…), el tejido de vestidos, la elaboración de instrumentos: cuerdas, la recolección de bayas, raíces, y frutos del bosque, la agricultura: el cuidado de ciertas plantas para recoger sus frutos. Excepto la de las armas (incluida la industria lítica) toda la industria humana era femenina. La sedentarización propiciada por la agricultura dio pie a la observación atenta, a la clasificación y en definitiva a un saber primigenio. La especialización del hombre es la caza (alimentación) y la guerra  (protección) y todo pasa por la violencia. La labor del hombre exige focalización, linealidad, estructuras mentales en árbol. Pocas cosas en la mente pero profundamente desarrolladas. Lo que para la mujer es acción inmediata, intervención presta, en el hombre es análisis  mental de variables, previo a una acción que no se puede permitir fallar, que se diseña exquisitamente. 

 

2. Pensamiento en red. La mujer atiende a varias cosas a la vez mientras el hombre se focaliza en una acción única. La mujer necesita diversificarse entre distintos estímulos mientras el hombre necesita concentrarse. El pensamiento de la mujer se produce en red mientras el masculino lo hace en árbol (lineal ramificado). Mientras se atienen a sus cometidos especializados todo funciona en la complementariedad, la sociedad familiar se beneficia de la diversidad. Pero esos sesgos que se producen en la forma de pensar -añadidos a la posesión de la fuerza- conducen al hombre a tratar (y conseguir) imponer su pensamiento analítico, destructor, lineal, especulativo sobre el sintético, constructor, en red, operativo de la mujer. La mujer es expulsada del saber por el pensamiento especulativo (el logos), la razón y en consecuencia es tildada de irracional. Pero su poder dentro de la familia sigue siendo importante (no olvidemos el vínculo del hijo con la madre y la educación que ésta ejerce sobre él) y entonces el hombre la expulsa también del género: niega su participación -incluso biológica- en la reproducción de la vida. La relega a un papel instrumental para nada esencial. Los espermatozoides son homúnculos, el hombre simula el embarazo en la “couvade”, la premisa universal del pene expulsa a la mujer del género por incompleta.  Como cláusula de cierre el hombre se reserva la facultad de transmitir el conocimiento (el maestrazgo) relegando a la mujer a la incultura estructural. No solo la expulsa del saber sino que le barra el paso al reingreso.

 

3. Topología. Para la mujer las maniobras del hombre para expulsarla del saber, del género y de la cultura son incomprensibles en primer lugar porque no está interesada en el pensamiento especulativo, sus problemas son de acción (el cuidado) y no de planeamiento (reflexión). En segundo lugar no posee la fuerza ni el impulso de lucha: con título o sin él, los niños son suyos. Se ve perfectamente capaz de acceder al micropoder, en los pliegues del poder masculino (el impulso de dominación es tan femenino como masculino. Lo que varían son los medios). En tercer lugar no lo necesita. La cultura mítica (anterior al logos) le ofrece todo lo que ha de menester. Para ella no existen las grandes verdades ajenas a la subjetividad (el logos) independientes del sujeto. La topología (tanto en el espacio: topología propiamente dicha, como en el tiempo: la autoridad) son suficientes. La verdad se deposita en los lugares y en las personas (consejo de ancianos, senado). Este rasgo topológico -una vez derrumbado por el logos- será usado por el hombre para ahondar en la irracionalidad de la mujer. Por otra parte el relato -y su característica verosimilitud- es un sistema de pensamiento que se aviene con su idiosincracia.  Desde entonces la relación de la mujer con la literatura es más que de placer artístico: es modo de pensamiento. 

 

La topología femenina tiene sus problemas. La madre que educa a sus hijos en el machismo (¿antifeminismo?) o que los envía a la guerra ¿por qué lo hace, si va en contra de sus más acendradas convicciones? Es su esencia topológica la que opera. La mujer pasa por roles distintos en sus distintas fases vitales: hija, hermana, novia, esposa, madre, abuela. En cada fase cambia su forma de ser y estar, adaptándose a lo que considera su papel. Y esos papeles vienen marcados por la sociedad de la dominación. Educar a un hijo es -para la mujer- educar a un macho que no tendrá defensa si no se comporta como tal. Y por tanto se siguen las directrices que marca una sociedad machista y que la madre acepta. No era así cuando era hija, hermana o novia. Entonces defendía la igualdad de derechos, oportunidades y trato. Cuando hay que preparar hijos para la vida (machista) la cosa varía y en situaciones distintas se adoptan estrategias distintas… aunque suponga un cambio radical. ¿Por que las hijas se pelean continuamente con sus madres a las que cuestionan en todo momento (por mucho que se quieran)? Porque están en dos fases distintas (e irreconciliables) de la topología femenina. Y finalmente ¿por que envían a sus hijos a la guerra? Porque la pérdida de su sistema de vida (lo que los políticos les juran que ocurrirá si no aniquilan al enemigo) conduciría a la misma muerte que conducirá ir al frente. Lo que defiende la madre aquí es el hogar común, la patria, sin la que nada es posible. ¿Adivinad porque las abuelas consienten a los nietos, para desespero de sus padres? Haber dejado el diseño y control de la sociedad en manos de machistas agresivos… trae consecuencias. 

 

 

4. Cuidado. ¿Qué es el cuidado? ¿Es oponible a la razón? El cuidado es acción y su disparador, su desencadenante, es el instinto o la experiencia. No le hace falta para nada ni la reflexión, ni el experimento. Esperar al resultado de estas dos estrategias masculinas conduciría -posiblemente- a recoger el cadáver del niño. Pero sobre todo el cuidado es anticipación, previsión. Previsión cotidiana que no tiene que alcanzar grandes resultados sino frente a un posible cambio de tiempo (la rebequita) o un contratiempo inesperado. Y esta es la vía por la que la mujer entra en la razón, que -no lo olvidemos- se centra en la capacidad de prever. Pero  también la conduce a la magia, la adivinación, la predicción del futuro, el relato). Es una simple posibilidad puesto que la experiencia y la inducción (basada en la exhaustividad, el paradigma, el caso ejemplar, el modelo…). son capaces de suplirla. Los relatos (la novela, el cine pero también los cotilleos) son casos ejemplares, y como tales son tomados por la mujer. Las mujeres comparten relatos, se interesan por la ejemplaridad de los casos. Cuidar supone un vínculo cuasi amoroso una relación de entrega unilateral. Cuidar es amar (sin sexo y sin reciprocidad). ¿Cuál la belleza de las flores?: su fragilidad… necesitan ser cuidadas. La persona que cuida establece un vínculo con lo cuidado. Qué más frágil  y necesitado de cuidados que un bebé. Sí, lo sé. Su equivalente universal: el cachorro de mascota.

 

5. El descuido masculino. Que el hombre es descuidado no es un secreto. Un piso de solteros es una pocilga y no solo porque estén acostumbrados a los cuidados femeninos sino porque les gusta no ocuparse de esas cosas femeninas. En el aspecto -aunque las cosas están cambiando a marchas forzadas: “el hombre y el oso, contra más peludo más hermoso”. Se considera que el aseo, el cuidado, son cuestiones femeninas que un macho no debe contemplar. Se cortan el pelo para no tener que cepillárselo, cuidarlo, y se ponen desodorante por la presión social. Los niños a los dos años ya distinguen los roles masculinos y femeninos y operan en consecuencia. El género es un constructo social (Butler)… e involucra el cuidado. No sólo son descuidados sino que se les educa para que lo sean. El hombre sólo cuida sus propiedades (pero no la casa que considera feudo de la mujer). Desgraciadamente piensa que su mujer y sus hijos forman parte de esas propiedades. Ese repunte de la conciencia paternal al que asistimos es posible que no sea más que orgullo de propietario. Dicen que tras todo gran hombre hay una gran mujer. Se debería decir “una gran asistenta”. Todo hombre perfectamente  “arreglado” es obra de una mujer, en la inmensa mayoría de los casos, de su mujer.

 

6. Conservadurismo. Cuidar es conservar. Políticamente, los conservadores son los interesados en que las cosas no cambien… si les favorecen; es el mantenimiento de la desigualdad. De forma natural: por su aversión a la lucha y por su esencia cuidadora, las mujeres son políticamente conservadoras. Pero no en el sentido de perpetuar la desigualdad sino en el puro (y no político) sentido de que las cosas duren. Este pensamiento es perfectamente correcto cuando hablamos de conservar el medio ambiente, la tierra, la diversidad, la vida, pero cuando lo aplicamos a una construcción humana como es la sociedad política las cosas varían. Pero para abogar por la lucha y por el cambio la mujer tiene que cambiar su tendencia natural y eso es más difícil. Si la mujer vota es porque los conservadores se lo concedieron en la seguridad que eso afianzaba su posición. No fue una ampliación de los derechos de la mujer sino una perpetuación de los conservadores en el poder. De todas formas está más justificada la “natural” tendencia de la mujer al voto conservador que la desinformación voluntaria de la gran mayoría de los votantes o su abstención. La lucha contra los políticos es tarea de todos.

 

7. Emociones y sentimientos. Es este una de las grandes diferencias entre hombres y mujeres. La racionalización que los hombres propiciaron con el logos pretendió superar el estado de animalidad pasional que las religiones habían asociado con el ser humano y que la razón había venido a sustituir. Hoy -parece- que esa campaña contra los sentimientos, las pasiones y las emociones remite, pero se sigue asociando con el comportamiento irracional. Es evidente que fue la razón la que se equivocó al recortar nuestra esencia emotivo-sentimental y tratar de sustituirla por la razón, por lo tanto es evidente que las mujeres tenían razón al resistir. Cuidar la naturaleza humana es atender a todas su expresiones y -hoy sabemos- que somos mucho más sentimentales que razonables. Y la cosa llega mucho más lejos que los hombres que lloran y la metrosexualidad. La razón, el imperio del logos, ha arrinconado las emociones, como arrinconó el amor, el humor, el candor y el juego. Como arrinconó el arte y el relato como forma de pensamiento. Una nueva metafísica (¿Metaética?) es necesaria y las mujeres tienen mucho (o todo) que decir al respecto.

 

8. La supercuidadora. Hay una manera de combatir la tacha de irracionalidad que sobre la mujer arrojó el hombre y es la perfección en sus cometidos. La mujer trata de compensar sus “defectos” (que no son más que los que el hombre le adjudicó) con el desempeño de sus funciones de forma perfecta. Tampoco es ajeno a ese proceder la fantasía de supermujer que anida en el corazón de toda humana. Las fantasías son relatos interiores teñidos de épica, de epopeya con los que los humanos nos adornamos, en los campos de la realización personal y en el terreno sexual. Ambos se unen en la fantasía de la supercuidadora: la mayor eficacia junto a la grandeza de ese género que le ha sido robado. Ese prurito de perfección empuja a la mujer a considerar que el hombre es un inútil en el cuidado de los niños -en particular- y de todo -en general- y que en vías a la eficacia lo mejor es que ella lo haga todo. No que decir tiene que esta expulsión que la mujer hace del hombre de los cometidos de cuidador, en los que debería colaborar, le viene al hombre como anillo al dedo. Parapetado en su declarada inutilidad se retira de la competición dejando sola a la mujer antes su imponente tarea. La perfección no es la única opción posible. La idea de que el hombre “ayuda” en el hogar delata este papel de liderato que la supercuidadora asume en el hogar. 

 

Muchas de estas posiciones están remitiendo pero a la velocidad a que lo hacen -dada la resistencia del hombre a abandonar sus posiciones de privilegio y dominación- tardaremos siglos en igualarnos . El hombre ha incumplido su parte del pacto tácito que lo sitúa como responsable de la alimentación de la unidad familiar, cuando mando a trabajar a la mujer fuera del hogar… y evidentemente no lo compenso cono una mayor participación en las tareas del hogar. Respecto a la igualdad su posición es igualmente tramposa: admite la igualdad como igualdad de la mujer al hombre. Él se pone como modelo en la continuación del género único. La igualdad debe ser recíproca, no es un absoluto sino una relación entre dos. Ahora se levantan voces que denuncian el acoso al que el hombre es sometido por la mujer. La idea de “feminazi” lo expresa perfecta y vergonzosamente. El feminismo no va contra los hombres sino contra una situación de dominación vejatoria, vergonzosa e injusta. La igualdad no es una lucha unilateral sino una tarea conjunta. Permitir que se plantee como lucha equivale a que sus resultados sean los de una victoria militar: aplastantes. Los primeros interesados en esa tarea conjunta deberíamos ser los hombres. ¡Y si no, al tiempo!

 

El desgarrado. Octubre 2024.

 




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