» 13-10-2024

Señoras y señores 115. Más sobre las diferencias 2. Trascendencia.

¿Se comportan hombres y mujeres igual ante la muerte? El instinto de supervivencia es exactamente igual por lo que el peligro de muerte inmediato les afecta de la misma manera. Otra cosa es la trascendencia, lo que hay detrás de la muerte. ¿Y qué hay de las funciones sociales que lo matizan como el altruismo, la solidaridad, la generosidad, la empatía…? Es posible que el instinto maternal (o la razón maternal… que existe a pesar de todos los esfuerzos para reducirlo a instinto) predisponga más a sacrificarse por los hijos a las madres (que viven la maternidad de forma física: embarazo, parto, amamantamiento, educación…) que a los padres. Sin embargo los impulsos reptilianos del honor y el valor -más desarrollados en los hombres que las mujeres puedan representar un diferencial en la solidaridad… aunque no se cómo. Respecto a la violencia y la agresión, sabemos que está más desarrollada en el hombre (en tanto que van asociados a los valores guerreros), lo que le hace más proclive al ataque que a la resilencia. El cuidado (directamente relacionado con la empatía) es una virtud netamente femenina que aunque no entenamos cómo actúa, es evidente que tiene que tener un grado diferencial entre ambos géneros. Pero el tema -parcial en este campo- que quiero plantear hoy es el de la trascendencia. ¿Cómo afrontan hombres y mujeres lo que hay detrás de la muerte, tanto la memoria como el más allá? 

 

Las fantasías del superhombre y de la supermujer son netamente diferentes. Para el hombre apuntan al futuro mientras que para la mujer se ancla en el presente. Recordemos que las fantasías son los relatos interiores con los que ambos se plantean su papel en la vida. La facultad de prever hace que ambos se planteen un posible escenario de futuro para el que -hay que decirlo- no tienen mucha base. Está hecho de informaciones pero sobre todo de deseos y en ese campo,  sabemos que las diferencias son consistentes, dada su honda relación con el sexo. Las mujeres suelen planear el día a día pero les incomodan los planes a largo plazo (que les parecen fantasías), que tanto gustan a los hombres. Por otra parte la épica y la epopeya son netamente masculinas por lo que el heroísmo, el triunfo,  las grandes gestas, el legado a dejar a las nuevas generaciones (herencia, memoria, legado, linaje) son más importantes para ellos que para ellas. 

 

El cuidado es una inversión de trabajo ahora, para que el futuro (el estado físico, el ajuar, la familia, el medio ambiente) sea mejor. La mujer no fantasea el futuro,  excepto el inmediato que puede incluir una pareja adecuada, unos hijos, una casa, pero de forma difusa, no como plan sino como cuento, como deseo materializado. La idea de la trascendencia le es ajena por cuanto es “especie” antes que individuo, no se plantea la trascendencia en la individualidad sino la continuidad. Si es capaz de morir por sus hijos es evidente que supedita su vida a la de su linaje lo que solo puede significar que -para ella- la especie es superior al individuo. Y quizás por eso el mayor cuidado de sí misma que luce frente al hombre, pues la necesidad de individualizarse -en un panorama de especie- es mucho mayor. La practicidad de las mujeres -la ajenidad de sus sueños- las aleja de los ensueños que mueven a los hombres: el triunfo y las hazañas. Una mujer puede plantearse ser profesor de bellas artes pero no ser artista (en cuanto triunfador, la idea de gran artista que es exclusiva de los hombres) porque su fin no es el triunfo, sino el día a día. Eso las lleva a ser inconstantes por cuanto el futuro que no está al alcance de la mano es una quimera. Y su practicidad les hace ser realistas y optar por lo razonable. La cultura del triunfo es netamente masculina aunque el proceso de contaminación y de educación -en los ideales masculinos- es continuo, y cada vez impregna más todo lo que no se ajuste al plan masculino.  El capitalismo ha puesto también su granito de arena al establecer el dinero como el equivalente universal del valor. Ya no es necesario soñar los detalles… basta con ganar dinero como meta, pues ese dinero es la llave para acceder a todo lo demás. Eso iguala los objetivos masculinos y femeninos a un futuro inmediato. Desde la infancia los niños y niñas tienen una idea precisa de algo tan abstracto y complejo como es el dinero.

 

El hombre es des-cuidado, el cuidado le es ajeno. Un guerrero solo es cuidadoso con sus armas. Es capaz de cuidar los símbolos de su triunfo e incluso llenar de joyas a su esposa (“La sociedad ociosa”) y de gadgets a sus hijos, pero eso pertenece al cuidado de su imagen y al computo de sus triunfos… es estrategia. No solo su procedimiento es la destrucción sino que un guerrero es un depredador: el cuidado no es necesario  (los otros lo harán por ti), simplemente tienes que tomarlo. La rapiña es el trasfondo de toda conquista. Se siente llamado a grandes empresas que oscurecen la cotidianidad, lo prosaico de esta vida, y, como no, el cuidado. Guerrero, deportista de élite,  famoso, gran constructor, salvador de la humanidad, esas son las fantasías de los hombres desde que son niños. Evidentemente la trascendencia es primordial. ¿Que sentido tiene esta vida si se acaba con la muerte? Y si así es, hay que organizar el legado: la memoria y el reconocimiento, un lugar en la historia y si más no, una buena herencia que haga de sus descendientes deudores. Y por supuesto, otra vida más allá. El hombre no trasciende en su linaje sino en su persona, lo suyo es una aventura individual (como corresponde a un héroe). Seguro que se os abre en la mente la pregunta: ¿Y que hace un hombre prácticamente esclavizado comportándose mentalmente como un guerrero?  Jugarretas de la evolución que abre todas las posibilidades y sólo las cierra (si se le puede llamar cierre) con la bordez (el estado de impotencia reproductiva), singularmente las muerte y la extinción. 

 

La practicidad de la mujer pudo haber inventado deidades cotidianas, domésticas que amparen el quehacer cotidiano (como las mitológicas) pero de ninguna manera ni el panteón uraniano (el Olimpo) o las grandes religiones monoteístas. Eso fue cometido del hombre. Probablemente si la mujer fue excluida de todas  estas religiones fue por su escepticismo práctico, en un tema en el que la fe era primordial. El Dios todopoderoso toma su modelo del héroe (de la idea de superhombre). Se dijo que el hombre estaba hecho a imagen y semejanza de Dios pero era justo al revés: Dios es un superhombre. Dios es un hombre elevado a todas las potencias y sobre todo, a aquellas de las que carece: la inmortalidad, la omnipotencia, la magia (no otra cosa son los milagros), y aquellas a las que aspira: libertad, justicia, poder, riqueza… De hecho la metafísica como sistema de pensamiento es una religión: el “logos” es el verbo y… “en el principio existía el verbo, y el verbo estaba en Dios y el verbo era Dios”. Entroniza al hombre (no a la mujer, a la que borra) como rey de la creación distinto del mundo y con poder para comprenderlo. 

 

Se os ocurrirán múltiples ejemplos en los que lo que he predicado no se cumple. Es cierto. Todos los ejemplos pueden estar contaminados por contagio. La mujer -excluida del sistema de pensamiento masculino y sin haber desarrollado un sistema de pensamiento propio- (por innecesario) toma del mundo masculino cuanto le sirve y lo implemente en su argumentario de acuerdo a su utilidad y no a su coherencia (que es un rasgo que el hombre imprime a su pensamiento pero que no es necesario en todo sistema de pensamiento…). Es necesario depurar exquisitamente dichos ejemplos y eso se presta a múltiples tergiversaciones, lo que resta cualquier valor a lo dicho. Pero los ejemplos que lo corroboran nos asaltan por doquier. ¡Al fin y al cabo, sólo se trata de tendencias! 

 

El desgarrado. Octubre 2024.




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