» 14-12-2019

Señoras y señores 35. La pornografía como totalitarismo.Recientemente escribí sobre los totalitarismos (Curso de política práctica 9. Totalitarismos). Allí se exponía la teoría del totalitarismo que Hannah Arendt acuñó: Todo es posible. También expus

Recientemente escribí sobre los totalitarismos (Curso de política práctica 9. Totalitarismos). Allí se exponía la teoría del totalitarismo que Hannah Arendt acuñó: Todo es posible. También expuse que el terror que produce el totalitarismo es porque se excede el pacto tácito que tenemos los seres humanos que limita el alcance de nuestros actos. De alguna manera la máxima de ese límite es: no todo lo que puede ser pensado puede ser realizado. El cristianismo vuelve lo pensado en pecado, es decir: en realidad. No es así. Lo pensado son posibilidades, opciones, virtualidades. La acción (la política) es otra cosa. Son los hechos, las realizaciones, las acciones. Esta confusión ha sido nefasta. Nada de lo que se piensa es dañino, asocial, pecado. Solo lo que se hace, lo que se perpetra, lo que se acciona es potencialmente peligroso. No existe la perversión mental. El límite, el que determina la diferencia entre el totalitarismo y el comportamiento social, es la auto-contención de los actos a pesar de que los pensamientos puedan ser “depravados” es decir que serían depravados si fueran puestos en acción.

 

La misma Arendt advertía que los totalitarismos no se habían terminado con la desaparición de Hitler y Stalin, que acechaban desde muchas otras manifestaciones. Pues bien, quiero centrarme en una de esas manifestaciones: la pornografía. Tengo que admitir que la pornografía todavía no se ha manifestado como acción, abiertamente. Las acciones de las denominadas manadas temo que son esas primeras manifestaciones, pero no podemos afirmarlo rotundamente. Pero lo que sí podemos afirmar es que la pornografía es una teoría que bien puede convertirse en praxis con el caldo de cultivo adecuado. Empecemos por un enunciado: la pornografía es totalitarismo mental y por tanto, impune (no susceptible de sanción normativa). Analicemos.

 

Lo que ocurre en la pornografía no es sexo, es dominación. No es una idea mía. Se ha dicho hasta la saciedad y no es difícil de verlo. En la pornografía se escenifica la dominación del hombre hacia la mujer. La pornografía es el festival de las pollas triunfantes frente a las vaginas claudicantes, sumisas, vencidas. Es difícil pensar como los hombres que -teóricamente- pretenden excitarse, asienten a un espectáculo en el que la polla es la protagonista. Podría pensarse que el coño y la hembra son los polos de la representación. Pues no. Es difícil distinguir un espectáculo homosexual de uno hetero pues son simétricos. Lo que se representa en la pornografía es que todo es posible, por cualquier orificio y de cualquier manera. El futanari es un ejemplo singular. El género ha desaparecido. Hombres-mujeres (con una sabia dosificación de sus atributos que en general consisten en mujeres polladas) practican sexo inverosímil (las pollas son desproporcionadas, las corridas son inacabables, los orgasmos son infinitos) en un espectáculo absolutamente onírico. Lo que nos dice el porno es que el hombre es muy superior a la mujer.

 

Pero no perdamos de vista la situación: Por un lado todo ocurre en el espacio de la imaginación. Por otro la única acción subsiguiente es el onanismo del espectador. La pregunta es -como hacen muchas feministas- 1. ¿Seguro que todo eso no pasa a la acción? 2. ¿No se convierte el porno en una escuela de sexo? 3. ¿Son las manadas la “realización” de esas fantasías supuestamente inofensivas? Vamos por partes. 1. Si eso pasa a la acción estamos en un totalitarismo: una “teoría” se convierte en una práctica absolutista. El porno se convierte en una escuela de acción de acuerdo con sus presupuestos: la dominación del sexo masculino hacia el femenino, o simplemente del sexo dominante por el dominado (para otras opciones de sexualidad). Donde se acaba el juego y donde empieza lo delictivo no es fácil de delimitar… por un lado, pero por otro es realmente fácil. No se si hay que repetir muchas veces que solo: sí es sí, pero en realidad es bastante evidente. Es difícil porque no hay testigos y, muchas veces están implicados, pero eso es una cuestión judicial. Para el que está en el rollo la cuestión es meridianamente clara.

 

2. El porno es una escuela de sexo. Mientras nuestros mojigatos padres y madres sean incapaces de enfrentar el sexo como algo natural, los niños -adiestrados por los silencios y por las esquivas- buscarán la información en los peores sitios: el porno, los compañeros, los desconocidos. Lo considerarán como algo que no se tiene que hablar con los padres. Los estamos abocando a que caigan en las manos de desaprensivos y todo porque nuestro pudor nos impide explicar lo que es joder. Decía mi maestro de sicoanálisis Masota: todos los que ustedes ven por la calle, joden. Ocultamos lo que hacemos todos. Es una locura. O nos enfrentamos con el problema, por mucho pudor que nos procure, o los echamos en brazos de desaprensivos. El sexo conlleva placer y dolor (y al decir dolor me refiero a venéreas, sida, disfunciones de la personalidad) no a los avatares del amor. Y no hay que esperar al momento adecuado: siempre será tarde. Hay que hablar de sexo con naturalidad desde que son capaces de escuchar. Cualquier espera es perder el tren. Si el niño ha aprendido (por los indicios) que el sexo es tabú, lo ha aprendido para siempre. En el porno, el sí es sí no existe. De ahí no lo podrán aprender.

 

3. Las sentencias contra los manadistas me revuelven las tripas. Se mire como se mire son jóvenes cuya vida se ha truncado. Y no quiero decir que no sean sentencias justas. Lo que quiero decir es que no tendríamos que haber llegado a esta situación. ¿Quien ha fallado? Es evidente que el porno ha difundido ideas que son falsas. En su defensa se podrá decir que eran ideas, fantasías que nada tenían que ver con la realidad. Pero ¿No había nadie más ahí? Ni padres, ni maestros, ni vecinos, ni políticos, ni leyes. Es evidente que vivimos en un ambiente (una sociedad) machista y que todos los que la han consentido son culpables de haber destrozado la vida de unos jóvenes que se pensaron que todo el monte era orgasmo. Ellos estaban engañados pero ¿y los demás. Lo estábamos? Da la impresión que el aumento del manadismo no solo viene de películas como resacón en la Vegas, de la accesibilidad al porno, de la provocación de las jovencitas (desde la publicidad, desde la literatura y el cine o desde la calle) o de la creciente ola de subnormalidad (en el sentido no clínico) que se exhibe en Internet. Todo suma pero padres y educadores deberían ponerse las pilas.

 

Resumamos. El porno es un totalitarismo teórico en el que la dominación del sexo masculino al femenino es repugnante. Pero no solo es disfrutado por aquellos a los que se dirige sino que está abierto a jóvenes que buscan una información que no encuentran en padres y educadores. Esa disfunción en el acceso debería ser corregida. También debería ser corregida la educación proximal. Cuando esa “teoría” se convierte en práctica, ya no sé que se debería hacer. Probablemente demandarlos por inducción al delito. Que contenidos que son abiertamente inductivos a la delincuencia sean libres, dice muy poco de las autoridades. Que los jóvenes que los reciben están tan poco preparados para resistirlos (comprenderlos como lo que son: fantasía) dice muy poco de sus padres y educadores.

 

¿Sobre-protegemos a nuestros retoños? Evidente. ¿Es esa sobre-protección positiva? evidente que no. Decía Witgenstein que de lo que no se puede hablar no se debe decir nada. En educación: de lo que se tiene que hablar, hay que hablarlo cuanto antes. Quizás ahora mismo se te esté pasando el arroz. Os daré un consejo (solo si lo aceptáis). Nunca (y he dicho nunca) evitéis hablar de sexo delante de un niño. El lo notará y lo clasificará como “de aquello que los adultos no quieren hablar con los niños”… para siempre. La partida estará perdida. Recordad a Masota. Todos joden. Es la cosa más natural del mundo. Incluso para los niños.

 

El desgarrado. Diciembre 2019.

 




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