» 15-03-2020

Señoras y señores 40-4. El paradigma cibernético.

Hemos visto en primer lugar que otro pensamiento es posible (paradojas metafísicas, posmodernidad, desconexión del principio de no contradicción) y en segundo lugar que existe un pensamiento feminista que solapa con ese otro pensamiento posible. En el caso de Haraway (como ejemplo paradigmático) se manifiesta en la deconstucción de la excepcionalidad del hombre (ni está separado del mundo, ni es seguro que pueda comprenderlo ni es admisible que se constituya en un género único), la deconstrucción de la ontología (la sincronía del ser debe ser completada con la diacronía de la historia), la deconstrucción del esencialismo (la apariencia no es subsidiaria de la esencia. Existe un espiritualismo animista), el fin del binarismo (los pares de oposiciones metafísicos no se resuelven en la preponderancia, sino que se perpetúan en la diferencia) y su corolario la desarticulación del principio de no contradicción (las cosas se contradicen más allá de la dialéctica). El parentesco hombre-máquina (el cyborg) lleva al extremo la deconstrucción del binarismo en la coexistencia de ambos opuestos.

 

El pensamiento que desplaza al metafísico no es un pensamiento sistemático (porque el pensamiento sistemático, el relato coherente del mundo, ya no es posible). Sin embargo el capitalismo ya tiene un pensamiento de repuesto para perpetuar su dominio en ausencia del pensamiento metafísico: el pensamiento cibernético. Frente al sistema metafísico: abstracción-universalización-ley, este nuevo pensamiento opone la terna: bases de datos-computación-retroalimentación cibernética (Tiqqun). En primer lugar la abstracción (aquella manera de obtener universales mediante la poda de la experiencia sensible) es sustituida por la experiencia sensible en bruto: las bases de datos, el big data. Se soluciona así el problema de la inexactitud de los universales conceptuales. En segundo lugar se recurre a la computación para manejar el volumen ingente de datos que proporcionan las bases de datos. Ya no se trata de pensar, razonar, sino de cruzar datos, de enfrentarlos de forma mecánica. Y por último se recurre a la retroalimentación cibernética (Wiener-Shanon) como modo de superación de la ontología (el ser) por el proceso (el devenir).

 

La deconstrucción de la metafísica, operada por la posmodernidad, la física cuántica, el feminismo y las propias contradicciones internas de la metafísica, no se resuelve en un pensamiento asistemático difuso, pensamiento de la diferencia y la contradicción, sino que tiene su heredero natural dentro del contexto del capitalismo en el pensamiento cibernético. Es este un pensamiento perfectamente estructurado, listo para su uso, y para perpetuar el dominio del capital. De hecho tiene los mismos defectos estructurales que el pensamiento metafísico del que solo ha corregido los aspectos utilitarios. Ha mejorado su eficacia pero sigue siendo falo-logo-céntrico y por tanto enemigo de la posmodernidad y del feminismo. El halo científico que lo adorna (big data, computación, cibernética) no empaña su falocentrismo ni su hipermetafísica. La lucha pues no ha acabado, sino que acaba de recomenzar.  Simplemente se ha cambiado de enemigo.

 

De un lado la coincidencia entre los presupuestos antimetafísicos (posmodernos, paradójicos y físico-cuánticos) y los presupuestos feministas son notables (aunque aquí solo se haya analizado el caso de Haraway). No es sorprendente por cuanto los presupuestos metafísicos constituyen el pensamiento único masculino de la dominación, lo que naturalmente abarca mujeres, colonizados, medio ambiente, animales y máquinas. De otro lado el cambio de paradigma (de enemigo) supone para el feminismo un cambio sustancial de sus reivindicaciones. Bien es verdad que la esencia metafísica (la dominación y el pensamiento único) del paradigma cibernético es exactamente el mismo al anterior paradigma, pero un cambio de paradigma supone un cambio de situaciones lo suficientemente profundo como para necesitar una revisión. Es indudable que el capitalismo político y económico aprovechará esta ocasión para poner el reloj a cero desautorizando todas las formulaciones contrarias anteriores. Es un buen momento para que las fuerzas feministas, anticolonialistas, ecologistas, animalistas, pro regulación de la robótica y -para decirlo todo- progresistas, formen un frente común contra un capitalismo salvaje, que si algo ha demostrado, es que está aquí para quedarse.

 

Ni afirmo que esa alianza no exista ya (el indigenismo, el ecofeminismo, la defensa de los animales y el parentesco con las máquinas, así lo confirman), ni discuto que las mujeres tengan derecho a un escepticismo justificado ante cualquier alianza con los hombres, pero es una oportunidad y deberíamos aprovecharla. Ya es hora de desmontar esa estúpida idea de que el feminismo se desarrolla en contra de los hombres, esa idea del feminazismo que retrata a quien la emite. El feminismo es la revuelta contra la dominación injusta e ignominiosa que los hombres -a través del paradigma metafísico- han ejercido contra las mujeres. Lo primero que necesitaremos es un análisis de lo que el nuevo paradigma significa. La computación personal, Internet, las redes sociales, block chain (y bitcoin), big data, robótica,  inteligencia artificial, y sus consecuencias: economía cooperativa, la teoría de la jovencita, cambio climático, residuos urbanos, ultraderecha, corrupción, tierras raras, terrorismo de estado, ultraliberalismo capitalista, etc.

 

La edad moderna (contemporánea) se ha acabado. Hemos entrado en la edad cibernética. ¿Daremos la talla?

 

El desgarrado. Marzo 2020.




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