» 15-04-2020

Señoras y señores 43-1 Amor. Presentación.

En un mundo en el que nos consideramos racionales la preponderancia del amor es demasiado invasiva como para no sea profundamente llamativa. El cine y la literatura está totalmente imbuidas de él y si lo consideramos de modo amplio incluyendo el sexo, el erotismo, la seducción, la institución, (que es lo que haremos) entonces lo impregna todo, desde la moda hasta internet pasando por el pensamiento de los hombres y las fantasías de las mujeres. Es evidente que eso de ser racionales es una falacia que hoy día no tiene sentido. Somos una mezcla de razón y emoción en la que si algo sobra es la razón pues se puede vivir sin la primera pero no, sin la segunda. Sin embargo, llamamos razón al sentido común, a la lógica cotidiana, incluso a la capacidad de alcanzar consensos (entrar en razón o ser razonable), no menos que a una posición o posesión (tener razón) sin que todas estas manifestaciones sean propiamente lo que enunciamos, y de esa manera nos da la impresión de vivir en un mundo de razones.

 

Todo el mundo está de acuerdo en que el amor (el sistema-amor) es una locura, es decir no pertenece a la razón, lo que tampoco es cierto. El amor institución (como base del matrimonio, del intercambio de mujeres, de la prohibición del incesto, de la alianza concertada, etc.) es suficientemente  razonable. También lo es el amor-biología que se involucra, altamente testada por la evolución para conseguir de la forma más eficaz el desarrollo de la prole. Y así sucesivamente hasta llegar al enamoramiento que, ¡ese sí! escapa a lo razonable. Pero solemos confundir todo el sistema-amor precisamente con el enamoramiento y de ahí parte la confusión. El amor involucra nuestra biología (impulso sexual, cortejo, propagación de nuestros genes, cuidados), nuestro inconsciente (libido, deseo, perversiones), nuestra sociología (instituciones, costumbres, integración social, moda, seducción), nuestra sicología (compatibilidad, perversiones, complejos), la estética (belleza, atracción), la dominación (el poder, la sojuzgación), etc. Sería más fácil decir que lo abarca todo. Es por tanto un sistema complejo y como tal, difícil de caracterizar. Probablemente esa complejidad se la hemos añadido nosotros con nuestra forma poliédrica de pensar las cosas del mundo desde distintos ángulos o disciplinas: biología, bioquímica, antropología, sociología, economía, siquiatría, etc.

 

Pero es en nuestra mente, altamente simbólica, donde se produce una incompatibilidad entre géneros por la manera de entender el mundo y el sexo (la guerra de los sexos) que desemboca en dos concepciones radicalmente distintas de lo que es el amor y como afrontarlo. Y es que la división en dos sexos reproductivos entraña una diversificación de cometidos que suponen una diferencia de concepción del mundo. Los dos sexos reproductivos (y los varios que no lo son) dan lugar a modelos distintos de desarrollo del amor y de los propios géneros. El modelo hetero-patriarcal-reproductivo y su concreción: la familia, es uno de esos modelos (el más común, pero no el único). El dimorfismo sexual (y sus desarrollos) produce un dimorfismo mental de amplio alcance, que desbarata cualquier intento de igualdad, pero no en todo y para todos, como el macho se apresuró a instituir a lo largo de los milenios.

 

Partimos pues de unas cuantas premisas: el amor es un complejo (el sistema-amor)  que sintetiza (o trata de sintetizar) lo que se ha analizado desde diversas perspectivas y disciplinas. Esta forma de proceder (desmontar y re-montar) produce innumerables artefactos que iremos contemplando. Por otra parte el dimorfismo sexual (y sus variaciones) producen dimorfismo mental y des-igualdad aunque el paradigma mental masculino es apabullantemente dominante. Por último nos hallamos en un sistema de dominación general (el machismo o la heteropatriarcalidad reproductiva) atravesado por micropolíticas de poder (Foucault) que, de alguna manera, restituyen un cierto equilibrio, y al decir “de alguna manera” quiero decir inequitativamente.

 

Es llamativo que cuando a finales del SXX se empezó a desvelar el “genoma” del amor (su funcionamiento bioquímico) -lo que desbarataba (desde la ciencia física) cualquier posibilidad de amor romántico, espiritual o trascendente- no ocurrió nada. Explicar el amor como un cóctel de hormonas no produjo ni el menor rechazo en una población que sigue viendo películas de amor y leyendo novelas de amor y ¡hasta poesía! “full time”. O bien la separación entre ciencia y vida ya es irreversible. o bien ha ocurrido lo que ya ocurrió cuando ciencia y religión se hicieron inconciliables: que los científicos que creían guardaron un rincón de su mente para la fe, como una partición incomprensible para ésta. Quizás en aquel momento la metafísica (que nos promete un hombre separado del mundo y que es capaz de comprenderlo) se desgarró un poco. Lo ocurrido con la bioquímica del amor sería más de lo mismo, con la diferencia de que, ahora, el desgarro de la metafísica (la posmodernidad) es monumental. Paralelamente a este desvelamiento del genoma del amor se empezó a investigar el funcionamiento de la mente de manera directa (y no por sus efectos o por sus disfunciones como se había hecho hasta entonces). Estamos lejos de conocer cabalmente como funciona nuestro sistema neurológico pero las diferencias por sexos empiezan a evidenciarse.

 

El desgarrado. Abril 2020.




Published comments

    Add your comment


    I accept the terms and conditions of this web site