» 12-05-2020

Señoras y señores 46. Admiración.

Dicen Lacan e Irigaraia (Perniola 2016) que los hombres desean a las mujeres y la mujeres admiran a los hombres (en esa asimetría que caracteriza a las relaciones de género). ¡No será tanto pero es un indicio! Desear implica dos cosa la primera sensible y la segunda simbólica. Animal y racional. Pero admirar es otra dimensión. Es evidente que tiene una raíz biológica en el pavoneo de los machos frente a las hembras pero lo asombroso es la respuesta de las hembras. No siempre se quedan con el más galán, incluso parece que se lo piensan. Es de ahí de donde nace la admiración. Pero llega mucho más lejos que lo biológico a diferencia del deseo de los hombres mucho más simple. Cualquier aspecto es admirable desde la belleza o la forma física, hasta la cartera, pasando por la inteligencia, el humor o el genio. Todo lo que suponga unos buenos genes que transmitir a la prole, sin despreciar otras transmisiones no genéticas como: fortuna, clase, títulos, etc.

 

Pero esta admiración tiene un correlato en los hombres que es el pavoneo, es decir, la incitación a la admiración. La hazaña, el récord, lo inédito. Esto, canalizado durante siglos a través de los deportes, las gestas, los logros, es ahora el pan nuestro de cada día en Youtube donde los jóvenes se parten literalmente la cara por destacar. El récord Guinness es la estupidez más grande del mundo, con cabida para los logros más variopintos y anodinos, pero no más que youtube. Pero por estúpido que sea el récord a alcanzar, lo que sin embargo tiene una profunda raíz antropológica, es el impulso para obtener la admiración, de en definitiva, seducir. Incluso en la actualidad ese afán de admiración ha alcanzado incluso al modelado del cuerpo en un remedo de lo que, hasta ahora, había sido parcialmente privativo de las mujeres. Todos los actores de Hollywood lucen impresionantes abdominales que eran inexistentes en la época clásica del cine. La metrosexualidad incluye la cosmética masculina y cuidados del cuerpo como la depilación (poco masculinizantes).

 

Evidentemente la circulación entre lo genético y lo adquirido es crucial, pues establece qué caracteres se transmitirán a los hijos. Sin embargo nuestros conocimientos en este campo han sido cambiantes y, a veces, poco accesibles para los ciudadanos. La mayoría de estos, siguen pensando en la evolución como algo que funciona mediante la selección natural por mutación y selección. Ya las aportaciones de Mendel hicieron que el darvinismo se convirtiera en neo-darvinismo al incluir los mecanismos de la herencia (dominancia y recesividad) desconocidos para Darwin. Pero mientras la mutación perdía terreno se descubrieron otros mecanismos como la cooperación de Margulys en la que la asociación transitoria se convertía en permanente (genética), la recombinación de las bacterias que entremezclan sus dotaciones genéticas al margen del sexo y actualmente la epigenética mediante la cual ciertos genes son desactivados temporalmente de acuerdo a las variaciones de ambiente. Si a eso añadimos el cyborg como híbrido de organismo y máquina y los parentescos raros (odd kin) de Haraway, la diferencia entre lo genético y lo adquirido se diluyen.

 

El hombre apuesta por la cantidad cifrando la calidad en la juventud y lozanía de la mujer (belleza genética) y en la fe absoluta en sus propios genes (presunción). La mujer apuesta por la calidad, -mediante una selección cuidadosa de las parejas (genética)- supeditando la cantidad a las posibilidades reales existentes (ambientales). De nuevo la asimetría de géneros es notoria.  Pero este mecanismo no es perfecto. La belleza se “fabrica” lo que hace que la base genética de juventud y lozanía, se resienta. La admiración se fuerza mediante el postureo pudiendo inducir a una elección equivocada. Porque por encima de los fines de la especie están los fines inmediatos de los individuos y entre esos fines inmediatos están, preñar al máximo número de hembras (la cantidad) y no quedarse para vestir santos lo que privaría de la gratificante maternidad, además de ser una presión social insoportable.

 

Sin embargo en la modernidad estas directrices claras se desdibujan. Los hombres se conciencian con la paternidad (que es una imitación de la maternidad femenina) y se hacen más monógamos ante la eventualidad de tener que aceptar la promiscuidad femenina y las mujeres escogen a sus parejas por la belleza y no por un análisis de los genes y de las circunstancias materiales… ¡por que yo lo valgo! Las mujeres ya no creen que haya que admirar a los hombres, se conforman con desearlos y los hombres introducen la admiración en su deseo. Todo viene de ese concepto de igualdad que consiste en que las mujeres sean igual que los hombres en derechos y en estupideces, en vez de avanzar a una igualdad que se sitúe en el término medio. Sobre todo las mujeres se igualan a los hombres en las relaciones de usar y tirar lo que tiene que ver con que el hombre no es el que corre con los gastos de la familia sino que se producen a partes iguales. La doble explotación laboral de la mujer tiene mucho que ver.

 

La asociación reproductiva (una mezcla de biología, género, sociología, derecho y moral) evoluciona poco en los apartados más rígidos (biología) pero se muestra movediza en los aspectos más modernos. No quiere decir que los nuevos tiempos traigan asociaciones más o menos viables sino simplemente distintas y eso supone aprendizaje y sorpresa. Lo que está claro es que la sociedad apuesta por la igualdad de los géneros en vez de por la libertad (Despentes). Porque sin los hombres y mujeres son distintas ¿Qué significado tiene la igualdad, el café para todos? Claro. Los sabemos. La igualdad es el primer paso aunque no el más importante. Con lo remisa que es la sociedad (masculina) a conceder derechos a las mujeres es mejor empezar por lo más simple y más fácil de controlar que facilitarles las herramientas de la desigualdad que ya saben como utilizar. ¡Paciencia!

 

El desgarrado. Mayo 2020.

 




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