» 14-06-2020

Señoras y señores 52-5. ¿Existe una diferencia esencial entre hombres y mujeres? 5. Los defectos de la metafísica… y la revolución.

La metafísica era un gran sistema (25 siglos la avalan) pero adolecía de graves deficiencias, precisamente las deficiencias que siempre ha querido solucionar la revolución: libertad, igualdad, fraternidad (por dar la formulación de la revolución francesa de 1789). Evidentemente hay otras como la felicidad  (que recogió la revolución americana de 1776, que, sin embargo mantuvo el esclavismo, despreciando la igualdad… y así les va). Todas mantuvieron la propiedad privada aún cuando se oponía a la igualdad. Y por supuesto mantuvieron a ultranza la superioridad de los hombres sobre las mujeres: el machismo; la superioridad y explotación de unas etnias sobre otras (colonialismo); y la superioridad del lenguaje sobre el pensamiento (el concepto). Y por supuesto mantuvieron la metafísica y sus abstracciones (la cantidad, la verdad, el concepto y la igualdad). Como he dicho: graves deficiencias.

 

El pensamiento femenino podría solucionar todas esas deficiencias (o, no. Pero habría que intentarlo). Desde luego el pensamiento cibernético no podrá. Pero tampoco lo descartemos antes de tiempo. Soluciona la ontología entendida como la fijeza del ser, como algo inamovible y eterno y por tanto, trascendente. La retroalimentación (feed-back) hace que el efector sea afectado por el efecto, en un bucle que se adentra en una dinámica eterna. Existen dos ejemplos sencillos de mecanismo cibernético (feed-back): el servomecanismo -representado por el timón automático- que a una desviación positiva responde con una corrección negativa, que lo devuelve a su rumbo original, y el amplificador que a una desviación positiva responde con una nueva corrección positiva, representado por un micrófono ante un altavoz. Pero lo esencial es que el mecanismo de causa y efecto deja de ser de un solo efecto para convertirse en un bucle variable autocorregiso o amplificado). El ser deja de ser fijo para convertirse en una dinámica inacabable. Esta es la parte buena del pensamiento cibernético. La parte mala es el control de las bases de datos (de las que empezamos a tener cumplido ejemplos, empezando por las redes sociales, la geolocalización y siguiendo por la  nube) y de la computación (cuya parte del león pertenece a los gobiernos y a las grandes corporaciones).

 

Pero vamos a las deficiencias de los objetivos revolucionarios. La metafísica nunca ha podido explicar la libertad por dos razones fundamentales: la libertad no es un absoluta, excepto para la dominación… absoluta. La libertad es un límite, una tendencia, algo a lo que se aspira pero que nunca se alcanza. Cuando ponemos el límite de la libertad de un individuo en la libertad de los demás entramos en un mecanismo retroalimentado, un sistema de reciprocidades siempre cambiante y por tanto infinito. La libertad no es ontológica porque nunca es una relación fija: es un sistema de interacciones sin fin. Y la metafísica sin la ontología no es nada. La metafísica paró el movimiento, lo detuvo para comprenderlo. Y el movimiento parado no es movimiento. La revolución entendió esto claramente, simplemente no supo cual era la solución. Achacó el problema a la dominación (lo que no iba desencaminado) pero aplicó acciones parciales que solo consiguieron soluciones parciales. El problema se reprodujo (cibernéticamente) una y otra vez. La otra deficiencia es el determinismo. En un mundo mecánico, lineal, absoluto, el determinismo es inevitable (incluso para la ciencia). en el determinismo no hay libertad, no hay libre albedrío. La libertad -absolutamente necesaria para que exista la posibilidad de seguir las directrices del cuidado o la confrontación, se convierten en imprescindibles para marcar un camino individual.

 

La igualdad es otra de las dolencias de la metafísica. La igualdad tampoco es absoluta (ese modelo que tanto gusta a la metafísica). En la igualdad, una cosa (la incógnita, lo comprobable, lo desconocido) es igual a otra (el modelo, el dato, el principio). En la revolución francesa este problema ya se suscitó. ¿La igualdad era de la portera (conciérge) con el rey o de todos con la portera? ¿Qué seríamos: todos reyes o todos porteras? Estoy seguro que aunque los reyes fueran odiados todos preferían ser reyes que porteras. En el caso de la igualdad de las mujeres con los hombres la solución ha sido históricamente sencilla: las mujeres deben seguir el modelo de los hombres, sus estupideces y sus fracasos, sus groserías y su lubricidad. Pueden boxear, lanzar peso, bajar a la mina o ser policía o soldado. El modelo indiscutido (la medida de todas las cosas) es el hombre. Y al decir policía me refiero al modelo que hoy tenemos en los policías que detuvieron (definitivamente) a G. Floid o soldados que mantienen detenidos sin juicio a los presuntos delincuentes en Guantánamo o los que apiolaron a Bin Laden en un juicio sumarísimo en todos los sentidos.

 

Pero es en la fraternidad donde las esencias del pensamiento femenino afloran exuberantes. En la dialéctica entre el cuidado (femenino) y la confrontación (masculina), la solidaridad, el altruismo, la colaboración, la lealtad, son virtudes femeninas que no tienen cabida en la confrontación. Son virtudes del cuidado. No en vano desde el cuidado de los hijos al de los mayores, pasando por el cuidado del planeta, de los parientes extraños (Haraway), o de la comunidad (Rancière), son cometido de las mujeres. Evidentemente para los hombres todo esto son mariconadas. No quieren saber nada del cuidado de los hijos, del planeta, de las etnias colonizadas, ni de lo común. Lo suyo es la dominación, pura y dura. En 25 siglos de dominación no han llegado a ningún sitio definitivo, o mejor dicho a un sitio de luces y sombras, que evidentemente debe ser mejorado.

 

La revolución ha tratado de solucionar problemas, pero con los medios masculinos de la confrontación, de la violencia y la muerte. Ha llegado el momento de que esa solución pase por otros medios: el pensamiento femenino. Ha llegado el momento de que la libertad sea entendida como retroalimentación lejos del absolutismo metafísico, en el que cada individuo pueda escoger su camino; la igualdad -asimismo alejada del absolutismo- consista en igualdad a un modelo neutro (y no al modelo masculino); y la fraternidad se acoja a los modelos femeninos. Un sistema de intuición/interpretación/cuidado, cercano a la fenomenología y a la hermenéutica pero en el que la Ley sea el cuidado de sí y de los otros. Probablemente esta triada no sea la más adecuada para entender ese pensamiento femenino, ese paradigma femenino pero ese no es el problema. Otros vendrán que lo mejorarán. La cuestión es que es necesario establecer el nuevo paradigma que debe regir el mundo desde parámetros distintos de la metafísica o el paradigma cibernético. O quizás no sea necesario establecer el nuevo paradigma, pero lo urgente, entonces, es anular los existentes.

 

El desgarrado. Junio 2020.




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