» 06-07-2020

Señoras y señores 52-6. ¿Existe una diferencia esencial entre hombres y mujeres? María Puig de la Bellacasa 2.

Antes de continuar con el texto de María Puig vamos a desgranar lo que hemos analizado destacando las diferencias que existen con la metafísica, considerada esta como el pensamiento masculino por excelencia (aunque no exento de contradicciones). El análisis se hace desde esa forma de pensamiento lo que no descarta que se pueda hacer desde el propio pensamiento femenino utilizando sus peculiares reglas (¡Lo siento pero soy hombre y por tanto esclavo de la metafísica!). No es la forma idónea de afrontarlo pero ha sido habitual que el pensamiento (la crítica) femenino utilizara la metafísica para oponerse al pensamiento masculino, como si de un pensamiento universal se tratara, y con eso no quiero sino describir la situación. Aclarado esto, empezamos.

 

1) La ontología. El pensamiento occidental (masculino) se asienta (modernamente) sobre la formulación de Descartes: “Pienso luego existo” en la que la existencia, la ontología, cuelga exclusivamente de la cognición. Para la ontología metafísica la existencia y la cognición son equivalentes de acuerdo con la fórmula general de desechar toda desigualdad diferencial y quedarse con la igualdad reductora. Además no hay aquí acción alguna, proceso o evolución: la ontología se asienta sobre la fijeza del (preexistente) ser. Esta ya fue una premisa del pensamiento humano desde los orígenes en los que se busca la certeza, la fijeza de la verdad excluyendo todo tipo de vacilación. La aventura del conocimiento es la de encontrar las relaciones necesarias, aquellas que se producen de forma inequívoca, representadas paradigmáticamente por la causalidad lineal: de un antecedente se sigue, ineluctablemente, siempre, el mismo consecuente. Esa fijeza, necesidad o igualdad entre antecedente y consecuente será el modelo de la ontología a la que no se le admite el proceso ni la evolución; solamente la identidad: el individuo.

 

Cuando los presocráticos se ahogaron en el río de Demócrito (que fluía y sin embargo era el mismo) la solución platónica fue el esencialismo: la apariencia engañosa esconde una esencia inmutable: la idea. Esta ontología tal como se ha descrito se asienta sobre cuatro premisas: a) el ser es una consecuencia de la cognición y solo de la cognición, b) la igualdad es el único tipo de relación entre el antecedente y el consecuente: se obvian las diferencias, c) El ser es fijo y para nada parte de un proceso: la apariencia esconde una esencia fija e inmutable, el ser de las cosas. Los sentidos nos engañan. La idea -a la que se accede por la inteligencia- es la esencia, d) El individuo es el elemento clave de la metafísica. Lo colectivo es, simplemente, la suma de los individuos. En el pensamiento de Puig y Haraway se establece una ontología relacional en la que el ser se constituye en la relación (a la que no preexiste) lo que de un plumazo la sitúa en un proceso (la relación) y la excluye de la preexistencia: la relación es el origen del ser. A ello habrá que añadir el pensamiento -con que sitúa lo colectivo en el centro de la reflexión.

 

2) El cuidado es para la metafísica una acción (y por tanto perteneciente a la ética o a la política) y no una cognición, así que querer situar al cuidado como centro del pensamiento requiere (siempre desde el punto de vista metafísico) establecer el cuidado como relacionado con el conocimiento y el pensamiento (Cognitivarlo). Esta operación la efectúa la ontología relacional citada. Pero además se trata de sacarlo de la ética y de la política (desnormativizarlo). A esta desnormativización Puig le llama el pensamiento especulativo. La premisa de la que parte María Puig es “las relaciones de pensamiento y conocimiento exigen cuidado y afectan a cómo cuidamos” (Puig, 2016, 27). Resumiendo: estamos hablando de un cuidado que no pertenece a la ética (está desnormativizado) y pertenece a la cognición (relacionado con el pensamiento y el conocimiento). El cuidado es relacional. “El cuidado incluye todo lo que hacemos para mantener, continuar y reparar nuestro mundo… todo lo que procuramos entretejer en un complejo tejido que sostiene la vida” (Tronto) (ibid.). Sin embargo al hablar de la ética feminista del cuidado da a entender que que al menos en cierto aspecto (no normativo) también pertenece a la ética. “…valorar el cuidado equivale a reconocer la ineludible interdependencia esencial para la existencia de seres dependientes y vulnerables” (Puig 2016, 28). Aclara que no es un ideal moral sino una condición y que no constituye una obligación gratificante. Podría tratarse de una ética inmanente al estilo de Badiou, que distinguió (remitiéndose a Hegel) entre moralidad (en el ámbito de la acción reflexiva) y ética (en el ámbito de la decisión inmediata).

 

3) El conocimiento situado. Para la metafísica el conocimiento debe ser universal, aplicable a todas las situaciones y, dicho mal y pronto, absoluto. Recordemos que la metafísica se rige por el esquema: abstracción-universalización-ley: se simplifica la realidad hasta reducirla a sus rasgos esenciales, que de esa manera son aplicables a (casi) todas las situaciones y de ahí se extrae una ley de aplicación universal. Haraway y Puig determinan que el conocimiento no es universal sino local. Solo podemos mirar la realidad desde un punto de vista determinado y adscrito a una situación concreta: un conocimiento situado. “Conocimiento y pensamiento son inconcebibles sin la multitud de relaciones que hacen posibles los mundos en los que pensamos” (Puig 2016, 27). La relacionalidad es previa al conocimiento y al pensamiento. Lo social es previo a lo individual. Ya hemos abatido el ser, el individuo, la igualdad, la universalidad y la esencia oculta tras la apariencia. Si bien todo esto ya nos lo propone la posmodernidad (no antes del SXX) lo importante es que el pensamiento femenino ha llegado a lo mismo desde otros planteamientos. Y al contrario que la posmodernidad ofrece una alternativa: el cuidado.

 

4) La diferenzia (Derrida). La deconstrucción es deconstrucción de la metafísica. El ámbito es tan omnicomprensivo que a veces lo olvidamos: lo que está en tela de juicio es la metafísica. La filosofía de la diferencia nos propone que -en contra de la metafísica que se desarrolla en pares de oposiciones (espíritu/materia, sujeto/objeto, etc.) y que se resuelve (según los casos) por una u otra de las disyuntivas (al modo del turno de partidos políticos)- que aceptemos ambas posibilidades en su diferencia y sin resolver la oposición. La diferenzia darridiana llega más lejos y nos propone que la diferencia alcanza a la escritura respecto al logos (diferenzia se pronuncia igual que diferencia pero es algo distinto… que solo se desvela en la escritura). Para Haraway y Puig el rechazo de la resolución de los pares de oposiciones es total. Lo llaman naturoculturas: un término único y continuo (procesual) que sustituye a los pares de oposiciones metafísicos.

 

5) El método. Aunque nunca se nombre, la disidencia fundamental es con la metafísica. La metafísica es un error y un error masculino. Ya hemos mencionado el pensamiento especulativo como opuesto a la normatividad. También lo hemos hecho con la colectividad (pensamiento-con) frente al individualismo ontológico metafísico. Las tecnologías semióticas (prácticas y artes que fabrican sentido a base de signos, palabras, ideas, descripciones, teorías) reconocen la fuerza de los aparatos literarios (la narración). El cuidado como sustituto de la razón (entendida como amalgama del conocimiento y el pensamiento) es la opción más arriesgada por su difícil alojo en la metafísica. Si desechamos la metafísica, como propone la filosofía de la diferencia, la posmodernidad, la física cuántica (que no acepta el principio de contradicción, de identidad y del tercio excluso, aristotélicos) es evidente que este pensamiento alternativo se clarifica.

 

Si volvemos la vista a tantas discordancias de la metafísica como la estadística/probabilidad, el juego, el arte, etc. Lo único que podemos afirmar es que un pensamiento femenino (y otros alternativos) son posibles. Por supuesto no tiene que ser planteado desde la metafísica como yo he hecho aquí. Deberá ser planteado como las ideólogas de ese pensamiento quieran (o, no). Todo pensamiento tiene derecho a desarrollar su propia epistemología. No es un permiso, es una esperanza. XXV siglos de metafísica ya son una losa.

 

El desgarrado. Julio 2020.




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