» 16-11-2020 |
A) El plan de la naturaleza. A medida que la inteligencia se convirtió en la auténtica arma evolutiva del ser humano la crianza se convirtió en más y más compleja (y larga). Pronto el canal pélvico del parto se convirtió en demasiado estrecho para una cabeza que albergaba un cerebro cada vez más grande. Había que escoger entre que el cerebro fuera más pequeño o que la cría naciera sin estar totalmente desarrollada. La naturaleza optó por lo segundo y la crianza se convirtió en la continuación de la gestación fuera del claustro materno. Aquello determinó que la pareja debiera estar varios años unida hasta que la cría se volviera independiente. El hombre debía atender a las necesidades de alimentación y defensa mientras la mujer tendría que dedicarse al cuidado y la educación de la cría (la idea de la educación masculina vendría mucho más tarde: a los cinco años y a los cincuenta milenios). La evolución se encargó de seleccionar a los individuos más preparados para semejante misión. Todo el sistema hormonal de ambos progenitores (porque a partir de entonces serían dos) se modificó evolutivamente para que el sistema fuera eficaz.
Y al decir que el sistema endocrino evolucionó me refiero a que se tuvo que establecer un vínculo entre la pareja que durara por lo menos lo que la cría necesitaba para independizarse. Biológicamente (antes del establecimiento del vínculo) el hombre trataba de difundir su semilla por encima de cualquier otra consideración y la mujer de seleccionar la mejor semilla posible para su gestación. A medida que la crianza se hacía más larga se tuvieron que articular nuevas estrategias. Pero eso no quiere decir que las actitudes más antiguas (profundamente impresas en el sistema genético) desaparecieran. De hecho la máxima difusión de la semilla y la selección de la más idónea debían seguir siendo estrategias primordiales. Total que entre unas y otras estrategias se produjeron contradicciones y eso es la especialidad de la cultura: detectar y resolver contradicciones. Probablemente eso es la conciencia: la detección de contradicciones. Ya tenemos pues un sistema endocrino que se encuentra con contradicciones que es como decir que aparece la libertad: La elección entre opciones contradictorias y ambas importantes para la supervivencia.
De hecho la libertad -continuamente entendida como liberación, emancipación, independencia- es simplemente la posibilidad de la resolución de un conflicto. El instinto (la ausencia de conflictos, en tanto siempre tiene una solución única para los problemas que plantea el entorno), se esfuma. De pronto el ser humano se encuentra ante la posibilidad de hacer frente, de distintas maneras, a problemas existenciales. El macho puede apostar por la máxima difusión de su semilla (abandonando los hijos a su suerte) o involucrarse en la crianza y asegurar la pervivencia de unas pocas crías a las que protege hasta su independencia. La hembra también se encuentra con ese dilema: buscar la mejor semilla (el más guapo, el más fuerte, el más bravo) con la contrapartida -casi segura- de que sea el menos comprometido, o decantarse por el más entregado aunque no sea la mejor semilla. Este cerebro posibilista es el que funda la razón: la vida ya no es algo necesario, sino que se abre en posibilidades. El pensamiento racional ha nacido. Y con él, el cerebro sigue aumentando de tamaño, las crías tienen que nacer más inmaduras y la crianza se hace más necesaria. El homínido se encontró en un bucle retroalimentativo de tipo amplificador (a más, más) y no del tipo servomecanismo (a más, menos) autorregulativo. La vida es autorregulativa, pero en este caso se había metido en un bucle amplificador de difícil solución. La carrera del ratón empezaba de nuevo.
Probablemente el hecho de que tantas especies de homínidos desaparecieran antes de que el sapiens se quedara solo se debió a que no pudieron resolver ese dilema. La teoría de la exterminación está demasiado centrada en un odio extra-específico como para ser real (la moral es un invento reciente). Como tantas cosas en la evolución las cosas simplemente seleccionan sin consultar con (ni dejar decidir a) los implicados. La cuestión es que la razón ya había aparecido (la posibilidad, la variedad de opciones, la “libertad”) y la razón dio paso a la cultura (la razón objetivada, convertida en externa, compartible en ausencia, transmisible). La razón se convirtió en información. El sistema hormonal se bifurcó en dos tendencias: la gratificación (podríamos decir el orgasmo) y la locura (podríamos decir el enamoramiento). Ambas tendencias se convertirían -de modo ciertamente rudimentario- en el sexo y el amor. La promesa del placer y la pérdida de la razón fueron las dos estrategias de la naturaleza para conseguir la supervivencia.
La opción de la socialización ha sido a lo largo de la evolución explorada repetidamente desde la célula asociativa (Margulys) hasta los primates pasando por los insectos sociales, las aves, los cánidos y otros mamíferos. La socialización entre los humanos es tan determinante como para equipararla a su individualidad (tan ensalzada). El desarrollo del cerebro converge a la socialización tal como lo explica Harari: los grupos sociales biológicamente basados en el parentescos pueden hacerse mucho más amplios si se supera esa barrera parental y se sustituye por una barrera ideológica (es decir la coherencia se obtiene por la afinidad de las mentes y no de los genes). La cultura sobrepasa la barrera biológica (el parentesco) y se adentra en el parentesco ideológico. La amplitud creciente de los grupos permite una cooperación impensable en grupos de parentesco biológico y el desarrollo de la cultura (la cultura nace del cerebro individual pero se desarrolla en sociedad). Entiendo la cultura como un pensamiento exterior, de intercambio, social. La cultura permite que nos libremos de nuestro desarrollo exclusivamente individual para aprovecharnos de los conocimientos e informaciones de los demás. ¿Que ocurrió cuando la cultura se enfrentó a la biología?
B) El plan de la cultura. En la biología no existe la dominación, solo existe la supervivencia (aunque no nos cueste proyectarla). La violencia útil y necesaria. Como diría Spinoza la Naturaleza se rige siempre por las mismas leyes… en todos los ámbitos. Con la cultura (la ideología) comienza la dominación y en cuanto se acabó el mamporrazo puro y duro, en cuanto empezó la idea de convencer (manipular) en vez de vencer, el control del amor y del sexo fueron el primer objetivo. ¿Cómo dominar (explotar) a seres que pueden gozar del sexo y enloquecer de amor? Difícil, realmente difícil. El medio fue la moral (norma reguladora de la convivencia). La moral no es ni biología ni cultura: es dominación (un poco de ambas). La moral reguló el placer y la locura de amor. Las relaciones de parentesco, en especial el matrimonio y el comportamiento “razonable” es decir, predecible, coherente, sometido. Las primeras leyes míticas trataban de la muerte y del robo, pero también del matrimonio (es decir de sus limitaciones) y de la razonabilidad. Tres mil años antes de la era cristiana los primeros códigos escritos (mezcla de derecho y moral) ya rigen los destinos humanos. Mucho antes los refranes, adagios, proverbios, brocardos, suras (el saber popular verbal) ya repartían normas transmitidas boca a boca. En Europa, los “bárbaros” tenían una profusa casuística matrimonial (derecho germánico).
La religión: la palabra de dios revelada, enseguida se encargó de privar del placer al pueblo regulando sus prácticas profusamente. La Biblia (mucho antes transmitida verbalmente que escrita) nos relata episodios sexuales y amorosos difíciles de asimilar, que nos muestran el camino hacía un control de la sexualidad por la religión. La moral no nació ya acabada, sufrió una evolución que duró milenios. De la mano del civilismo mítico, de la religión y de la dominación se estableció el matrimonio regulado con dos preceptos quasi universales: expulsar (regular) el placer y prohibir la locura. El matrimonio se convierte en una institución civil, un contrato social, una forma de transmitir propiedades. El enamoramiento y el placer son accesorios y secretos. Ya avanzado el SXX, países señeros en los derechos humanos como UK condujeron al suicidio (homicidio inducido) a Alain Turing por su condición de homosexual al descubrir accidentalmente su placer. Algunos estados de USA todavía lo prohiben, en el bien entendido que no prohiben la homosexualidad sino el placer sexual homosexual. La iglesia católica -con un número de homosexuales desmesurado en sus filas- sigue prohibiendo el placer, incluso heterosexual.
Sobre la represión de la locura, Foucault lo dijo casi todo. No podemos soslayar que la locura más habitual es el enamoramiento. Que sea pasajera no quita hierro a su fuerza. Hoy las películas la ensalzan, pero durante milenios simplemente se reprimió. El amor cortés, trovadoresco (Dante), del que Bataille hace un parangón en la cultura árabe, es una revolución. Una revolución que hoy en día -gracias a la bioquímica- conocemos mucho mejor aunque le haya privado de su hálito espiritual y lo hayan situado en su correcto ámbito hormonal. El camino del amor ha partido de lo anecdótico-contractual, para pasar a lo espiritual y acabar en lo hormonal. Entender esa desmitificación tiene que ver con los pares de oposiciones metafísicas, en este caso: material/espiritual que empieza en Platón y se consolida en Descartes. Spinoza, sin embargo, consideró que las cosas y las ideas se desarrollan paralelamente (la idea era de Leibniz pero su concreción le corresponde a él). Descarta (valga el juego de palabras) pues, la oposición de lo material y lo espiritual, las cosas y las ideas de las cosas. Desde este punto de vista lo espiritual y lo hormonal del amor no se sitúan en contradicción, se sitúan fuera de la metafísica.
Hasta aquí lo que la cultura ha operado sobre el amor: dominación, represión, manipulación, dogmatización, evolución. La cultura ha utilizado el placer y la locura como le ha convenido en cada fase de la historia. Pero hay una evolución natural, hasta “cierto” punto al margen de la dominación que ha seguido la sociedad de acuerdo con la información que ha ido teniendo y la madurez intelectual que ha adquirido esa sociedad. Pero de eso hablaremos otro día porque esto se alarga demasiado.
El desgarrado. Noviembre 2020.