» 04-12-2020

Señoras y señores 60. Meta-ética 1. Aristóteles y la meta-ética 3.

De todas las sustancias sensibles -sujetas a generación y corrupción- es decir las cotidianas, las sublunares, el hombre es la más interesante. Su estudio pasa, para Aristóteles por el estudio de sus acciones. Su alma intelectiva le provee de la posibilidad de deliberar y tomar decisiones para “vivir de la mejor manera” tanto individuales (ética) como colectivas (política). La investigación de estas dos ciencias en cuanto estudian la conducta humana configuran la filosofía práctica aristotélica. Esta antropología (desarrollada en la antigua Grecia) a) parte de que el hombre tiene una dimensión social básica (zoon politikon), tiene la necesidad esencial de vivir en comunidad. Fuera de la comunidad (polis) no podría desarrollarse. La polis es el organismo que da sentido a los órganos (los hombres). La ética individual es una rama de la política. b) El otro concepto fundamental es que el hombre (y los seres animados en general) posee un alma, que, en su caso, es un principio de racionalidad y que para Platon consta de tres partes: concupiscible (necesidades del cuerpo), irascible (afectos y pasiones) e inteligible (conocimiento de las Ideas y Formas). El alma es eterna.

 

Aristóteles se opone a Platón al considerar el hombre como un compuesto indisoluble de materia y forma; alma y cuerpo. El alma solo tiene sentido si está unida al cuerpo y desaparece cuando aquel muere. Mantiene la división tripartita del alma pero aplicadas al ser vivo: a) alma vegetativa (nutrición, crecimiento y reproducción), alma sensitiva animal (percibir, sentir, desear y desplazarse) y alma intelectiva (razonar, deliberar, decidir). Más allá de la voz que comparte con los animales y que indica el dolor y el placer, el hombre dispone de la palabra que manifiesta lo útil y lo dañino, lo justo y lo injusto, el bien y el mal que lo inserta en la familia y el estado. Todo esto sitúa al hombre en un estadio superior ético. Aristóteles estudiara este estadio en “La ética a Nicómaco” en la que desgrana la aparición de la ética.

 

1) El hombre es un ser teleológico: tiene una finalidad (toda acción y decisión se dirige a ese fin). Ese fin es el bien. Para explicar ese bien se atendrá al método que ha desarrollado en la metafísica: “observar el mundo y obtener conclusiones racionales a partir de los datos empíricos obtenidos de la experiencia” (Ruiz 2015, 104). Sin embargo aplicará una metodología específica menos estricta (menos matemática). De entrada, desecha la idea platónica del “bien en sí” modelo ideal y abstracto de todas las cosas buenas. El bien tiene que estar en las cosas reales mismas. Algo será bueno si conduce al hombre al bien.

 

2) Como hay diferentes clases de bienes, y estructurados en secuencias de fines y medios, optará por el fin último o bien supremo. Ese es el bien que está buscando: la eudoimonia, la felicidad plena, valor supremo, el éxito, felicidad auténtica, el crecimiento como seres humanos, vivir y obrar bien… más allá de la felicidad que conocemos hoy.

 

3) Esa felicidad o vida plena depende, en cierto modo de nosotros. ¿Qué debemos hacer para alcanzarla? ¿Cómo se alcanza la felicidad? Es evidente que distintas personas en distintos momentos de sus vidas darán distintas respuestas. Aristóteles recurre de nuevo a la explicación teleológica: “las cosas tienen una finalidad que se puede relacionar con algo así como la función más propia de la cosa” (Ruiz 2015, 107). El cumplimiento de su función (en el caso del abrelatas, abrir competentemente las latas) nos proporciona un método para saber si un objeto es bueno o no lo es.

 

4) ¿Cuál es esa función (finalidad) en el caso del hombre? ¿Qué tiene que hacer el hombre para alcanzar el bien (o ser feliz)? Tiene que ser algo inherente y característico, algo que podamos considerar su función más propia, que de sentido a su existencia, su fin último. Algo que tendrá seguro que ver con su alma humana: la dimensión racional del hombre. Pero no simplemente ser racional,  sino algo que tenga relación con el estilo de vida que lleve. Esa función característica del hombre está vinculada a su alma y a la clase de vida que lleva. Si bien no es la búsqueda del placer, el reconocimiento o la riqueza, tampoco las excluye. La clase de vida que Aristóteles considera el auténtico fin de los hombres tiene que ser lo único que es genuino en ellos: la actividad racional del alma humana.

 

5) Queda claro que no estamos en el ámbito del saber o conocer sino en el ámbito de la acción. El bien es una cualidad vinculada a la acción. El concepto dinámico que resume esa acción, ese bien, esa función, esa especificidad humana, es “Virtud”: la excelencia en el cumplimiento o la realización perfecta del propósito de algo o alguien. Las virtudes son diversas; todas son medios para alcanzar la eudaimonia; no es un conocimiento sino una praxis; no es una naturaleza sino un hábito que debe aprenderse: disposición habitual de la voluntad. No todos los hábitos son buenos. Los malos se llaman vicios. ¿Cómo se diferencian?

 

6) Si la virtud está vinculada a una actividad del alma y el alma desarrolla tres funciones: vegetativa, sensitiva, y racional, podemos establecer las siguientes relaciones: la función vegetativa queda descartada ; la función sensitiva se relaciona con los impulsos (virtudes) de nuestra naturaleza animal: las virtudes éticas o morales; y finalmente  el alma racional debe de tener sus propias virtudes: las intelectivas, llamadas dianoéticas.

 

a) Las virtudes  éticas se sitúan en el término medio (moderación) entre dos extremos, en exceso y en defecto (vicios), se refieren a una manera habitual de actuar que puede equipararse al ser (?), no corresponde a una equipartición matemática y no consiste en evitar los impulsos sino en dominarlos. Por ejemplo entre el derroche y la tacañería se sitúa la generosidad. Las virtudes éticas nos proporcionan una felicidad humana

 

b) Las virtudes dianoéticas son las propias del alma racional, y superiores a las virtudes éticas. El alma racional tiene dos funciones b-1) la razón práctica (conocer el mundo) a la que corresponde la virtud de la prudencia y que se asocia con las virtudes éticas para regir nuestra vida; y b-2) la razón teórica (las verdades necesarias e inmutables) a la que corresponde la virtud de la sabiduría que alcanza los primeros principios a través de la intuición o el razonamiento discursivo. Esta nos conduce a la felicidad perfecta que se corresponde con la vida contemplativa. Nos proporcionan una felicidad divina.

 

La metafísica se inició con el impulso por conocer. Con la ética nos pasamos a la acción pero con las virtudes dianoéticas hemos vueltos al conocer trascendiendo la ética. Es por eso que la llamamos meta-ética puesto que trascendemos la acción para volver al conocimiento (las verdades necesarias e inmutables, los primeros principios): la mejor de las vidas posibles es la dedicada a conocer. La palabra meta-ética (que no utiliza ni Aristóteles ni Ruiz), me parece la palabra adecuada para referirnos a una ética que trasciende la acción para adentrase en el conocimiento coincidiendo con la metafísica y se ajusta perfectamente a la interpretación que hace Puig del pensamiento de Haraway sobre el cuidado y la prevención (como conocimiento). En breve entraremos en el pensamiento de Spinoza que cierra esta reflexión sobre la meta-ética.

 

Las virtudes éticas (morales, humanas) son la ética clásica, son la oportunidad de que la ética no sea una condena insufrible sino una alternativa a la meta-ética, que es en muchos casos inalcanzable porque es divina, intelectual, porque trasciende de la acción al conocimiento (como ética), aspira a la perfección (tan inhumana) a la vida contemplativa (tan poco activa). Si os he traído todo este pensamiento aristotélico es por que es el antecedente directo de Spinoza y citado y tomado por Haraway para cimentar su importantísimo pensamiento feminista. Y porque hoy en día el pensamiento idealista está de capa caída. ¡Próxima parada: Spinoza y la meta-ética.

 

El desgarrado. Diciembre 2020.




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