» 06-01-2021

Señoras y señores 68. Cerebro masculino/cerebro femenino. Gina Rippon.

Leo “El género y nuestros cerebros”. Galaxia Gutemberg. 2020 (2019). Rippon es especialista en neuroimagen cognitiva, esa nueva ciencia que estudia el cerebro mediante imágenes escaneadas sin alterar su funcionamiento. Para Rippon hay un objetivo fundamental que es mostrarnos que no existe ninguna diferencia biólogica entre ambos cerebros y descubrir por qué esos cerebros aparecen como completamente diferentes. Su primer objetivo queda claro: no hay deferencias biológicas, por lo que las diferencias son adquiridas. La pregunta sería: son adquiridas por influencias exteriores (lo que documenta con profusión) o es el propio funcionamiento del cerebro el que se mete en el lío. Hay aquí un matiz importante. Aunque biológicamente no haya diferencias, ¿el propio funcionamiento del cerebro puede “obligarlo” a tomar posiciones evolutivas determinantes? Estaríamos ante una diferencia funcional en vez de original, pero ¿menos determinante? Claro que, si los dos cerebros son exactamente iguales su distinta respuesta  (que se puede convertir en funcional) responde al entorno.

 

Rippon parte de una constatación: tenemos un cerebro social, para el que la aprobación de los demás es absolutamente determinante. Desde el nacimiento, y mucho antes de entrar en la cognición del mundo, estamos entrando en relación con los otros (lo que explica brillantemente nuestra dependencia de las redes sociales). Establece un funcionamiento de la mente que opera por prueba y error: Establecemos una hipótesis, la comprobamos y si no funciona la cambiamos. Es poco diferente de la teoría hipótesis-deductiva de la mente. Pero no cambiamos esa hipótesis sin más. El rechazo (el fracaso de nuestra hipótesis) se tiñe de afecto, de emoción. Se convierte en una memoria que afecta a nuestras próximas experiencias (retroalimentación). Es una teoría cognitivo-emotiva (¿Spinoza?).

 

Rippon recoge en su libro los errores de la doctrina (escasez de ciencitificidad),  de la neuroimagen (arriba, abajo, al centro y a dentro), los errores experimentales (de campo), de  interpretación (de sesgo), de transmisión  a los medios (de comunicación) y de aterrizaje en Internet (de divulgación de postureo).  De hecho los pone a parir en especial a Brizendine y su exitoso libro sobre el “cerebro femenino” (y masculino). Otra cosa es que ella misma se aplique el rigor que exige a los otros, que aunque lo hace, no alcanza la perfección. Pero todo esto es una cuestión de metodología. Rippon es estricta. Pero también es feminista (sin nombralo) y a lo largo del libro parece que le interesa mucho más la defensa de las mujeres, que una ecuanimidad exquisita en las evaluaciones. Lo que me parece bien. El absoluto sesgo antifemenino que ha tomado la sociedad, la ciencia y la sicología, solo se puede equilibrar si el péndulo se desplaza hacia el otro extremo.

 

A parte del propio impulso del cerebro para establecer estrategias la sociedad se emplea a fondo en la diferenciación de género (como decían Beauvoir y Bartlet, el género/sexo es un constructo social). Padres, educadores, entorno,  todo colabora para que el género sea una construcción social, pero además una construcción perversa en la que la propia mujer colabora. Sesgos, estereotipos, presunciones, educación, moral, tradición. Las mujeres no son biológicamente pasivas, sumisas, ordenadoras, ni los hombres, agresivos, creadores, descubridores.  Todo eso ocurre después del nacimiento. La pregunta sigue siendo la misma ¿Es el cerebro el que se adapta al entorno o es el entorno el que se impone al cerebro? La solución, mañana (o quizás dentro de un siglo).

 

El desgarrado. Enero 2021.

 




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