» 10-01-2021

Señoras y señores 69. Gina Rippon. Cerebro y género. Haraway y la teoría del cuidado.

Vamos a concluir este repaso del libro de Rippon (“El género y nuestros cerebros”) comparando sus tesis con las Haraway y Puig acerca del cuidado y la prevención. No hace falta indagar mucho para ver que ambas posiciones son radicalmente opuestas siendo las dos, radicalmente feministas. Rippon concede que existen pequeñas diferencias entre ambos cerebros (“corrientes” frente a “fundamentales”) que no le parecen suficientes para que exista un pensamiento femenino diferencial. La biología no es el destino. El acento lo sitúa en el cerebro social (el CCA en conexión con CPF) que como hemos visto es la parte del cerebro encargado de hacer la transición entre el cerebro emocional (instintivo) y el cerebro relacional (racional), en el que localiza los estereotipos (su amenaza) con la consecuencia de las profecías autocumplidas, la baja autoestima, el autosilenciamiento y en definitiva la marginación de la mujer cognitiva, cultural y social. Rippon exige la igualdad (actualmente inexistente) que permita a la mujer pensar como el hombre y no de forma diferencial.

 

Para Rippon el problema de la vigencia de la teoría de los diferentes cerebros reside (y por supuesto, la inferioridad del femenino subyacente) en lo descuidado de los estudios realizados y la mala transmisión de sus resultados a los medios de comunicación desde los periódicos hasta internet. Sin nombrarla Rippon hace hincapié en la metafísica desde la partición de lo sensible (como se escogen las muestras, como se definen los sexos) hasta los pares de oposiciones (principio del tercio excluso… extendido) que enmascaran el espectro continuo de las opciones. Pero la metafísica es el pensamiento masculino y por eso no la nombra, porque si existe la metafísica es que existe una diferencia de pensamiento y previsiblemente una diferencia de cerebros… aunque sea de origen social. Su tesis se asienta sobre la idea de que: de cerebros (prácticamente) iguales se originan pensamientos diferentes, a través de un cerebro social que ya manifiesta diferencias de bulto. Cierto es que ella no habla de “pensamiento” sino que se ciñe a lo innato (biología) y lo adquirido (sociología) y el comportamiento (como manifestación del cerebro). Quizás debiéramos recurrir para comprender su teoría a la extrema dependencia de las condiciones iniciales (teoría del caos) para entender como de ínfimas diferencias se llega a situaciones completamente divergentes.

 

Rippon obvia las estrategias que la mujer ha desarrollado durante su historia de opresión masculina, mediante el desarrollo del micropoder y que si bien no le han concedido la igualdad si le han permitido sobrevivir e incluso mejorar (poco. Hay que decirlo). Sin embargo incide en el papel de autoculpable, de baja autoestima y de autosilenciamiento, en una palabra de sumisión aunque cifra su origen en el cerebro social (cerebro que es igual al masculino pero que trata mucho peor a las mujeres que a los hombres). Niega también que la mujer sea más emocional o más comunicativa. En definitiva, sacrifica las pocas ventajas que la sociedad da a las mujeres con tal de reivindicar una igualdad cuyos resultados estratégicos son más que discutibles. Por supuesto también obvia los valores de un pensamiento femenino, que niega. Diría que el problema de Rippon es que enfoca el problema femenino desde un punto de vista masculino: la igualdad. Despentes ya renunció a la igualdad en favor de la libertad.

 

Sin entrar en una biología y un cerebro diferencial Haraway y Puig defienden un pensamiento genuinamente femenino del cuidado y la previsión frente a un pensamiento genuinamente masculino de la autonomía/competición y el desarrollismo destructor (aquel de: “que se caiga España que ya la levantaremos nosotros” de Montoro). Su teoría defiende la libertad (del pensamiento femenino frente al masculino) frente a la igualdad de Rippon. No me extenderé más porque he hablado en este blog ampliamente de su pensamiento (“Señoras y señores. Haraway, Puig”). Solo destacar que el feminismo tiene serios problemas epistemológicos de estrategia. No es cuestión baladí decidir si existe un pensamiento femenino opuesto al pensamiento masculino o aceptar un pensamiento único (la metafísica) desde el cual la emancipación me parece mucho más difícil. Y evidentemente - a fuer de ponernos pragmáticos- es una cuestión de estrategia. La historia (y parte de la prehistoria) nos demuestra que siempre que la mujer ha jugado en la liga de los hombres (la metafísica)… ha perdido. Me da la impresión que, prescindiendo de la razón que asista a cualquiera de las dos opciones, la posición de Haraway-Puig (antimetafísica) es más viable y, si en algo se ha distinguido la mujer históricamente frente al hombre es, precisamente, en el pragmatismo. Aún así, no soy yo el que tiene que terciar en este asunto.

 

El desgarrado. Enero 2021.




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