» 11-09-2023

Señoras y señores 72-3. Antifeminismo. Libertad.

Entramos en el 5º punto de nuestro análisis sobre el antifeminismo: la libertad. Sigo a Joan Solé: “Kant. El giro copernicano en la filosofía” Batiscafo sl. 2015. Immanuel Kant. “Fundamentación para una metafísica de las costumbres”. 2002 (1783).

No es fácil enfrentarse al concepto de libertad sin que surjan paradojas insalvables. ¿Se es libre de ser libre? ¿Ser libre, es ser? El ser no es libre de ser libre ¿Es un derecho absoluto o como se dice: nuestra libertad acaba donde empieza la libertad del otro? Sartre enunció que ser libre es una condena: estamos obligados a ser libres porque ser libre y ser humano es lo mismo. La libertad es un eslogan de la revolución francesa (y de todas las que la siguieron) que denota la aspiración del ser humano a no vivir esclavizado, sometido, dependiente. Es decir, solo es un derecho individual cuando falta, cuando se está en una situación de esclavitud o dependencia. El concepto de libertad no habla de libertad sino de esclavitud. Es un concepto negativo. No se puede definir positivamente. Si ser humano es ser libre ¿Es éste un concepto límite, una tendencia, un camino, una aspiración nunca colmable? Para muchos la libertad consiste en hacer siempre lo que les da la gana, y por gana entienden no solo voluntad o razón sino: apetencia inclinación, pulsión, deseo… No es difícil percatarse de que “la gana” es soberana y manda sobre el individuo: la libertad (como concepto) no existe.

 

La formulación más interesante, de todas cuantas se han hecho, es la de Kant que no pone el acento en las posibles acciones (limitadas) del sujeto sino que pone el acento en quien coarta el derecho, en la exterioridad de su definición. Se es libre cuando la coerción proviene de nosotros mismos. La libertad disposición y capacidad de acatar el deber dictado por la razón a la voluntad, o sea, por regirse por la razón autónoma. Soy libre porque mediante la razón me dicto deberes que cumplo con mi voluntad, o facultad de desear. Se podría entender -ampliando el foco a la acción de otros- que siempre que estemos de acuerdo con el mandato la libertad no se ve afectada. Es el caso de la servidumbre voluntaria (La Boetí). Es también, la cuestión de la predestinación divina, en la que el conocimiento por Dios de nuestras acciones futuras, no empece a nuestra libertad. Pero ese estar de acuerdo, ese aceptar el mandato ¿no es ya una coerción de la voluntad? Para Kant está claro: la autolimitación de la libertad no es su carencia. Pero esta autolimitación debe tener una causa: ¿complacer a Dios, perfeccionarse, alcanzar una plenitud? Sea como sea la autolimitación no se produce en el vacío sino que tiene un origen exterior, y por tanto no es autolimitación pura. Kant pone énfasis en que la voluntad sea autónoma (no dependa de influjos exteriores) pero ¿es así?

 

 

La fórmula que Kant nos da de la ética es: la libertad (en la que se funda la ética) es la disposición y capacidad de acatar el deber dictado por la razón a la voluntad (facultad de desear), o sea, de regirse por la razón autónoma (incondicionada). Pero, inversamente, cuando habla del mundo natural (el que rige la razón teórica o especulativa), podría decir: la causalidad y la necesidad ( en la que se funda el conocimiento), es la disposición y capacidad de cumplir el deber dictado por la voluntad a la razón, que no es otro que entender el mundo (natural) para dominarlo. Así empieza el conocimiento : por la voluntad de dominar el mundo a través del conocimiento. Por un mandato de la voluntad a la razón. Libertad y moralidad son para Kant la misma cosa. Por tanto la moralidad implica la libertad. Ser libre consiste en ser moral. 

 

Existen, pues, vías para pasar de la acción al conocimiento (invertir el paso del conocimiento a la acción) y más en una época en que las bases de datos y la computación permiten la inducción masiva y la estadística concreta. Rancière ha reflexionado en profundidad sobre el “giro ético” la transformación de los datos (hechos de la naturaleza,) en derecho (conocimiento y sistematización del comportamiento, ). El tránsito entre acción y reflexión es fluido y en ambas direcciones. El refranero convierte los hechos en conocimiento y el refranero es un protosistema de pensamiento (por prueba y error, repetición y conservación en la memoria). La pregunta es ¿Se puede sistematizar ética? La respuesta para Kant es: no, puesto que la ética no es conceptualizable, es nouménica, es un saber en sí, al que no podemos acceder. El conocimiento que hay más allá tampoco puede ser conocido. Pero entonces ¿cómo sistematizó la ética? La pregunta no sería esa sino ¿se puede sistematizar sin conceptos?  De hecho la sistemática es una forma de orden, de clasificación, de partición de lo sensible. Existen formas de conocimiento mejor o peor establecidas que funcionan sin conceptos: la intuición (no la kantiana sino ese conocimiento que no sabemos cómo se ha producido), la revelación (que si bien ha generado miles de páginas.  incluso algunas de una racionalidad estricta, no por ello se puede llamar racional a priori), la inducción (asentada en la contradicción lógica de que algo que ha ocurrido cientos de veces no tiene por que ocurrir una vez más), la analógica (la relación de apariencia encierra una relación de esencia) o la mítica (ese complejo de topología, pensamiento ingenuo y relato que encandiló durante siglos a la humanidad). 

 

En el caso de Kant esta sistematización pasa por el establecimiento de la voluntad buena (como lo único netamente bueno que existe), asentada sobre el deber  (voluntad que actúa por el deber) y la aparición de otra escena que la del orden natural (sede de la razón teórica), que con el nombre de inteligible, acoge la ética al modo de la distinción entre fenómeno y noúmeno. En esta otra escena el ser racional es la causa de su libertad. En el orden natural (reino de lo sensible) todo es causado y necesario pero en esta segunda escena  (reino de lo inteligible o trascendental) no rigen las leyes de la causalidad y la necesidad, sino las leyes de la razón práctica. Porque  la libertad era necesaria. El orden sensible había construido un reino en el que la causalidad y la necesidad proporcionaban la necesaria seguridad como para que el ser humano pudiera enfrentarse al mundo con garantías de supervivencia, pero a costa de la libertad. Si la libertad no podía existir en el mundo sensible (causal y necesario) solo tenía cabida en otra escena, pero otra escena en la que el entendimiento (facultad de conceptuar) no podía aplicar conceptos a priori a la sensibilidad (facultad de intuir) es decir no podía elaborar el concepto de libertad. “Esta libertad, en que se funda la moralidad es incognoscible en un plano teórico, porque su naturaleza numérica no admite que se le impongan conceptos, pero si es accesible para la razón práctica que entra de modo no conceptual en la realidad trascendental de la libertad a través del ejercicio de la propia libertad, es decir, de la moralidad” (Solé 2015, 106). No hay sistematización estricta puesto que la ética (como la libertad) no es conceptualizable, pero eso no quiere decir que no sepamos nada de ellas.

 

Y llega el momento de aplicar esta idea de libertad a la disyuntativa entre el feminismo de la igualdad y el feminismo de la libertad. Pero será en otra entrega.

 

El desgarrado. Septiembre 2023.

 




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