» 06-04-2021

Señoras y señores 76. El duro camino de la co-laboración.

Un reciente estudio divulgado en TV dice que los homosexuales ganan menos que los heterosexuales pero que las lesbianas ganan más que las heterosexuales. Se arguye que existe una discriminación en contra de los homosexuales por apartarse del modelo de varón heteronormativo. En el caso de ellas se arguye de nuevo que tienen preferencia por trabajos masculino mejor remunerados y sobre todo que las parejas de lesbianas son co-criadoras de los hijos y colaboran ambas en el cuidado de la casa lo que les permite dedicar más tiempo a su cometido laboral extrahogareño. Por supuesto podemos poner todas las explicaciones entre paréntesis pero los datos son los datos.: las lesbianas ganan más que las heterosexuales.

 

Es de destacar que la primera razón que avala el mayor sueldo es machista, puesto que se da por supuesto que las mujeres más agresivas (más testoterónicas, más afines a la forma de pensar de los hombres) consiguen mejores sueldos precisamente por esa afinidad de comportamiento con los hombres. Es el mismo argumento que esgrime que los hombres cobran más porque luchan más por su sueldo: se sindican y se enfrentan a los contratadores, van a manifestaciones y se empoderan por gallismo. Pero el segundo argumento es netamente feminista: al doblar el cuidado por el hogar, por los hijos, al compartir entre dos la función tradicionalmente femenina, se puede estar más por el trabajo (en el sentido siniestro en que la metafísica machista entiende que las mujeres no se entregan al trabajo igual que los hombres debido al cuidado de los hijos, de los mayores y de los maridos).

 

Es la primera vez que el cuidado sale ganador de su confrontación con el machismo (que reparte los roles de manera que, si bien hace que la mujer haga lo que le pide el cuerpo, también hace lo que al hombre le conviene). Si en las parejas hetero se produjera la co-crianza de los hijos y el co-cuidado del hogar, de los mayores y de las mascotas (y quizás del planeta), se podría aumentar el ingreso familiar y se viviría mejor. Es la primera vez que el cuidado en vez de ser un coñazo en el que se empeñan las mujeres, ayuda a que la familia viva mejor (económicamente. Es evidente que el cuidado, sin más, nos hace vivir mejor). Claro que habría que acabar con ese machismo residual que todavía detentan algunos de que el trabajo y el dinero es un cometido masculino mientras que el cuidado es el trabajo femenino.

 

El feminismo no solo se gana en la calle. La tradición del micropoder en la que la mujer ha vivido durante siglos es la base para que el co-cuidado se convierta en una realidad. Los papeles divididos en la educación de que la mujer cuida y el hombre reconviene y sufraga, ya no son posibles. Padre y madre son dos papeles intercambiables que se deben resolver de manera topológica (cada uno en su momento o en su lugar). Hay demasiadas familias monoparentales como para que finjamos lo que no es. Y uno de los enemigos de esa co-laboración es precisamente el empoderamiento de la mujer en el hogar (el micropoder). Dice Rancière citando a Jocotot (el maestro ignorante) que existe un empoderamiento que consiste en ser superior en la inferioridad. Ante la imposibilidad de alcanzar el poder se refugia en el desprecio por el poder, en el descreimiento de su función, en la sátira, en el carnaval. Cada vez que una mujer le dice en el hogar a un hombre ¡Quita inútil! la mujer se empodera en el cuidado pero el hombre se libra de lo que no quiere hacer. Y la mujer pierde. Hay que morderse los labios y dejar que el hombre la cague hasta que aprenda. Hasta que la co-laboración sea un hecho.

 

El gran problema de la emancipación de la mujer es precisamente lo que ha propiciado su supervivencia en un clima hostil (la metafísica): el micropoder y el mimetismo. Con el primero ha conseguido el poder de los que no tienen poder (precisamente el rasgo distintivo de la política-democracia para Rancière). El segundo es la igualdad mal entendida: la igualdad a un modelo (el masculino) igualdad que también Rancière trata de manera singular. Pero no es de extrañar porque Rancière habla de la dominación y lo que la mujer sufre a manos del hombre no es otra cosa. El feminismo es la empresa de la emancipación de la mujer y eso no solo es libertad, porque nadie es libre dentro de una sociedad. Esa sociedad debe ser una sociedad de pares y esa igualdad que es equiparación, transitiva, es la que se tiene que empezar a cimentar en el propio hogar. Y si no estáis de acuerdo no os preocupéis. seguramente soy yo el que no os ha comprendido. Es la pasión por meternos donde nadie nos llama. ¡Hombres!

 

El desgarrado. Abril 2021.




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