» 17-04-2021 |
La anterior entrega nos explica por qué las madres educan a sus hijos en el machismo: se encuentran inmersas en un sistema de pensamiento del que no pueden evadirse… porque no hay alternativa. La trampa tendida por la metafísica es inexpugnable. No existe un pensamiento femenino alternativo y por tanto las mujeres tienen que aceptar el pensamiento hegemónico de los hombres. Si bien eso pudo ser solución hace milenios, hoy no lo es. Las mujeres necesitan un pensamiento femenino o por lo menos la evidencia de que no lo quieren. Pero no solo las madres educan a sus hijos en la insoslayable metafísica. Las mujeres que trabajan tienen que aceptar el modelo masculino de trabajo. Las mujeres empresarias, ministras, dirigentes no son las adelantadas de la redención femenina sino esclavas del sistema masculino. Se que esto es duro, pero también es inevitable. Uno de los dos peces que nadan apaciblemente dice: “hoy el agua está calentita” El otro le contesta: “¿Qué agua?” Esa es la trampa del sistema: es tan universal que no se nota.
Y con esto no quiero decir que la mujer no haya luchado por su emancipación, sino que lo ha hecho sin herramientas propias, con las herramientas del hombre. La seducción, la sumisión, el engaño, el micropoder han sido estrategias que la mujer ha utilizado durante milenios, pero eran actuaciones de reacción, dentro del sistema diseñado por los hombres. No constituían un pensamiento propio. No olvidemos que la mujer no es agresiva biológicamente (no de la forma que lo es el hombre) y tiene intereses que divergen de los del hombre. La coexistencia era posible siempre que la mujer no se enfrentara al hombre. Por otra parte la dominación del hombre no podía llegar al extremo que se reprodujera la revolución de Lisístrata. La reproducción de la especie era cosa de dos… pero mucho más de la mujer que del hombre al que solo le interesaba el resultado: el heredero, el obrero.
Como decía Laborit todo sistema tiene como objetivo primordial persistir, no desaparecer, y el avance de las mujeres en su concienciación de género cada vez amenaza más la hegemonía de los hombres, su machismo. La estrategia del hombre ha sido “conceder” la igualdad, es decir, que la mujer pueda ser igual al hombre (lo que no quiere decir que, además el hombre sea igual a la mujer). La mujer puede ser tan zafia, grosera, borracha, desaliñada, malhablada, esclava del deporte, trabajadora (soldado, minera, policía, capataz) etc. que el hombre, y ese avance (lo vemos día a día) no implica que los hombres den ni el más mínimo paso para acercarse a las múltiples virtudes femeninas (más allá de la metrosexualidad y de que los deportistas y los políticos lloren). Por supuesto la brecha salarial, el techo de cristal, la discriminación, etc. seguirán existiendo. En nombre de la igualdad se ha montado una gigantesca operación de denigración de las mujeres. Se denigra que las mujeres recurran a la cirugía estética, pero se aplaude que una mujer gane medallas lanzando peso tras haber deformado su cuerpo hasta la saciedad. El deporte es un ideal masculino pero la belleza no. Se penaliza la maternidad por el simple hecho de que los hombres no paren (no pierden horas de trabajo) cuando la maternidad es el trabajo más productivo del planeta. Si se permite que las mujeres boxeen es para universalizar una práctica vergonzosa y ancestral.
Y con todo esto no quiero decir que cada mujer no pueda escoger el camino que desee (la libertad individual es inalienable). Lo que quiero decir es que dudo que ese deseo no haya sido inducido por un hombre a la defensiva que lo que pretende es arrastrar a la mujer a sus peores prácticas en nombre de una igualdad que es asimilación. Los hombres no aceptan ser iguales a las mujeres. Son mejores. “La teoría de la jovencita” de Tiqqun nos habla del “pavismo”, de esa particularidad de las mujeres que las hace estar en perpetuo cortejo amoroso, seductor o no: ingenuas, suavemente coquetas, sumisas, encantadoras, estupidillas y tiernas. Los anuncios de Oral B o de Vinted lo expresan con claridad. Tiqqun no solo hablaba de las mujeres (aunque el título de su teoría es esclarecedor), como demuestran otros anuncios como el de una crema depilatoria para hombres (con medusas y tiburones pero con un jovencito depilado al final) que nada tiene que envidiar a los anteriores. En “the bold type” unas veinteañeras beben como cosacos y joden como si se fuera a acabar el mundo, pero también se mueren por los vestidos y por el amor. No es muy diferente de lo que fue “Sex in the city” pero estas no eran veinteañeras ni estaban tan desenvueltas. El pavismo es denostado por los hombres como si ser hincha de fútbol fuera mucho mejor.
El fenómeno de “las manadas” arrecia. Parece que los hombres tienen que tomar cartas en el asunto porque las mujeres reclaman su derecho a joder cuando les apetezca, bebidas o no. Es sonrojante que las mujeres no estén seguras en las calles, en el trabajo (y el movimiento “mee too” es el ejemplo) o en cualquier otro sitio. Parece que el hombre distingue entre mujeres para joder-sin-fronteras y mujeres para casarse-y tener-hijos (seguramente por eso existe la prostitución). Es una topología curiosa que nos indica que la topología no es exclusivamente femenina. ¿por qué las madres dejan que vayan sus hijos a la guerra? me preguntó un amigo hace años. No supe que contestar. Hoy le diría que las madres están inmersas en un sistema insoslayable de pensamiento que entre otras lindezas, manda a sus hijos a la guerra (o al paro). El sistema hegémonico de pensamiento masculino se basa en la confianza. Las mujeres dejan que los hombres manden porque piensan que es lo mejor, que lo harán bien. Eso se ha acabado. Las mujeres empiezan a pensar (ante tanta cagada) que ellas lo harían mejor. ¡Se acabó el prólogo, empieza la fiesta!
El desgarrado. Abril 2021.