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» 02-09-2021 |
Releyendo las últimas entregas veo que he cometido un error: estoy tratando la metaética como un logro semejante al de la metafísica. Pero no es así. La metafísica es un error y por tanto la metaética solo puede ser otro. Precisamente lo que caracteriza al pensamiento aristotélico es que distingue perfectamente entre la ética (la virtud ética de raíces sensibles) de la metaética (a la que no nombra así, sino virtud dianoética). Para él la segunda es superior a la primera pues se acerca a la inteligibilidad y al conocimiento… lo que convine a su esquema. Pero a lo que lo acerca es a la trascendencia, a la superación de lo real, a la superación de la perteneciente a este mundo terrenal. En el bien entendido que no es una trascendencia como la de Platon, el más allá, la otra escena, otro mundo, sino una trascendencia limitada de lo inmaterial sobre lo material, de lo abstracto sobre lo concreto, de lo virtual sobre lo real. Aristóteles cae en la trampa de considerar lo inmaterial como especial, no como trascendente pero si superior y mejor.
Mi confusión se produce al operar en dos campos distintos: 1) el de la metafísica como superior a la física y correlativamente: el de la metaética como superior a la ética. La metafísica sería así el culmen de la metafísica y del pensamiento occidental y por tanto como ideal de desarrollo de cualquier disciplina. Pero no es así. El prefijo meta significa “más allá” y hace referencia más a la trascendencia que al zenit (el punto superior) de la cultura. Como sabemos el término nunca fue usado por Aristóteles y pertenece a Andrónico que clasificó los escritos que venían después de la metafísica con el nombre de Meta-física. El término ha gozado de aceptación (por los que entendían la metafísica como el culmen de la ciencia) hasta nuestros días, pero quede claro que se utiliza aquí como trascendencia (de lo abstracto sobre lo concreto, lo virtual sobre lo real y lo inmaterial sobre lo material). 2) El otro campo es el cognitivo de la ética/metaética como forma de pensamiento, distinto y diferenciado de la física/metafísica sin que exista entre ellas relación jerárquica. Así las cosas la metafísica es la física trascendental y la metaética la ética trascendental. Pero las formas de pensamiento que se ajustan a la realidad son la física y la ética.
En resumen: buscamos una forma de pensamiento/acción, distinto de la física/metafísica, y exenta de trascendencia absoluta (platónica) o relativa (aristotélica) y esa ética es básicamente la virtud ética que considera Aristóteles. Como ya apuntamos, la primera operación consiste en considerar la ética como una ontología: “somos lo que hacemos” , dice Aristóteles. La acción es una forma de ontología (“lo que es, en cuanto que algo que es”) es decir, el ente en cuanto abstracción, reducido a su esencia inmaterial, con dos variantes: la virtud ética, enraizada en el mundo sensible y que compartimos con los animales, aunque modelada por el intelecto, pero esencialmente inmanente, y la virtud dianoética, plenamente intelectual y que nos acerca a Dios, lo que la hace trascendente. Tanto una como otra son manifestaciones, facultades, del alma racional. Aristóteles considera a la física como una ciencia particular en tanto la ontología es una ciencia universal. Si la ética es ontología entonces es universal y equiparable a ella. La ética es una ontología de la acción, del movimiento y del proceso dinámico. El ser es un caso particular del movimiento-cambio: el de velocidad cero, el de cambio nulo.
Aristóteles recurrió a la distinción acto/potencia para incluir el movimiento (el cambio) en su esquema cognitivo. Platon había relegado el movimiento a la categoría de imperfección del ser, probablemente por impotencia de darle una explicación convincente. Un dado (o la función de onda cuántica: estado físico de un sistema de partículas) tiene antes de ser “realizado” por la tirada seis posibilidades o potencias. Una vez “actualizado” (realizada la tirada), se concreta en una de esas seis posibilidades. La cuántica llega más lejos y afirma que la probabilidad de la función de onda es estructural, inmanente a las partículas, mientras que la probabilidad macrofísica es efecto de nuestro desconocimiento. La potencia es cambio, movimiento, posibilidad; el acto es estatismo, reposo, necesidad. No diré nada nuevo si digo que es infinitamente más sencillo estudiar lo quieto que lo móvil, lo muerto que lo vivo lo necesario que lo contingente (posible)y por ello, ese será el modelo que escogerá la ciencia al acogerse a la metafísica. Si la ética es una teoría de la acción (a pesar de lo contradictorio de la frase), hubiera englobado al cambio y al ser, y dejaría a la teoría del acto y la potencia como parte de la ética amplia, que engloba al ser (materia-forma).
Esa virtud ética, ontología dinámica que engloba a la ontología del ser, abstracta, universal, inmanente, sensible e inteligible, es el sistema de conocimiento del mundo (tanto estático, como dinámico, muerto que vivo, necesario que contingente) que estábamos buscando. Y de ahí la tentación de llamarle meta-ética… cuando es lo contrario. Queda una cuestión por resover si de feminismo y la existencia de un pensamiento propiamente femenino estamos hablando. ¿Es posible establecer diferencias de género en esta ética amplia? A Aristóteles ni se le ocurre, dado el status de la mujer en la sociedad griega. Pero, sin embargo, se puede deducir que de sus palabras, que es posible. Rancière diría que no, pues establecer diferencias de capacidad es realizar una división de lo sensible al servicio de la dominación. Aunque si pensamos que lo que se haría es una reordenación de lo sensible sobre una división ancestral, diría que sí. El viento de los tiempos lleva el péndulo al lado contrario de su posición original sesgada. Todo dependerá de si queremos un pensamiento femenino superior o un pensamiento femenino alternativo. Lo que está claro es que el pensamiento masculino, de género único, metafísico y dominado por la ontología del ser estático ha acabado su ciclo.
El desgarrado. Septiembre 2021.