» 01-05-2021

Señoras y señores 80. Metaética 3. Afectos 3. La inteligencia emocional.

Partimos de que la neurociencia ha establecido que la razón y la emoción no son compartimentos estancos en el cerebro, que no se distribuyen en distintas áreas del mismo, que la idea de una toma decisiones racionales -desprovistas de cualquier tinte emocional- es imposible y que finalmente la objetividad (la ausencia de intervención del sujeto en la cognición) es una utopía (Coturfo y Ureña 2018, 117). Es más, comparando la definición que dimos de emoción, dependiente de la evaluación del estímulo, el contexto, el sujeto y el tiempo, la racionalidad es casi exactamente lo contrario (lo que no es ajeno a la intención de sus creadores). La razón (la metafísica) apuesta por una evaluación consciente y abstracta; ontológica (ajena al devenir); objetiva (libre de subjetividad); y a-contextual (absoluta). La abstracción como método de obtener universales es una simplificación que poda la realidad de todos sus detalles. En el momento de su aparición (en un mundo confuso, por complejo) fue una acierto y un logro, pero han pasado 25 siglos y estamos preparados para enfrentarnos a los detalles, al inconsciente, al sujeto, al devenir y al contexto, en una palabra, a la emoción, estudiada de forma científica en sus bases físicas. La moral, la ética y la empatía se pueden estudiar tan científicamente como cualquier otra rama de la ciencia.

 

La inteligencia emocional fue un libro de éxito que integraba las emociones en la cognición. Al utilizar el mismo título me refiero a ello en su radicalidad, no como un aspecto (más o menos exótico) de la inteligencia, sino como dos formas de inteligencia con la misma base científica y en plan de igualdad. Hay tres áreas en las que estas semejanzas se evidencian: 1) la memoria, 2) la cognición  y 3) la decisión. “La cognición implica procesos como memoria, atención, percepción, leguaje, resolución de problemas y planificación a medio y largo plazo. El estado emocional condiciona todos estos procesos cognitivos, entre otras cosas, porque la atención y la percepción son los primeros pasos de todo proceso cognitivo y ambos se regulan por la emoción” (Cotrufo y Ureña 2018, 128). La emoción es soberana en la atención y la percepción dado que su asociación con las emociones focaliza la atención y condiciona la percepción.  Pero hay más sobre la memoria, el proceso y la decisión que a continuación vemos.

 

1) Memoria. Una memoria exenta de emoción se convierte en un aluvión de datos, del mismo valor (sin jerarquía), en una red infinita de asociaciones, sinestésica (interferencia entre diferentes sentidos), lo que conduce a la irrelevancia y además… permanente. Una base de datos sin estructura (buscador). Así lo mostró la patología de Shereshevsky y de Molaison, el uno por exceso y el otro por defecto. En el caso de éste último (al que extirparon parte de la amígdala y el hipocampo), con consecuencia de una amnesia anterógrada que le privaba de recordar nada -a largo plazo- tras la operación, se comprobó que, sin embargo, funcionaban su memoria de trabajo (la memoria de 3’ a 3”), mantenía intacta la función del lenguaje y podía aprender habilidades motoras. Sus emociones duraban lo que duraba el estímulo, tras del que desaparecían. Se demostró que la zona afectada estaba involucrada en la conversión de la memoria a corto plazo (de trabajo) en memoria a largo plazo, que el aprendizaje se ubica en distintas áreas pues el recuerdo de las habilidades motoras (memoria procedural) y del lenguaje estaba inequívocamente fuera de la amígdala y el hipocampo, mientras que el recuerdo a largo plazo y la memoria semántica (datos) estaban dentro.

 

De ello y de otros experimentos se estableció  que la memoria es un proceso a) de codificación o registro, b) de consolidación o almacenaje y c) de recuperación o rememorazación. Para a) la codificación, es imprescindible la focalización de la atención (emocional) lo que hace imprescindible la emoción para la adquisición de la memoria. Para b) la consolidación, son imprescindibles las hormonas del estrés (cortisol, adrenalina y noradrenalina) que la potencian (o la inhiben como el propanolol). Esto corrobora que el relato es una forma de memorización cognitiva puesto que la intriga (elemento esencial del relato aristotélico) se memoriza mejor (más detalladamente) cuantos más emociones provoca. La consolidación de la memoria la efectúa la amígdala. Pero c) las hormonas del estrés no son tan útiles en la recuperación de recuerdo puesto que puede producir bloqueo (menor neurogénesis, arborización dendrítica y muerte celular). Depende del hipocampo (neurogenético de por vida). En resumen: la memoria no se ubica en un área especifica del cerebro sino que se distribuye por todo el córtex (cognitivo). La amígdala es responsable de la consolidación de la memoria, y el hipocampo de la recuperación y la conversión en memoria a largo plazo.

 

2) Cognición. Durante años se creyó en la sectorización del cerebro en áreas especializadas en determinadas funcionas (cognitivas y emotivas). El estudio de las lesiones demostró que las mismas áreas afectadas respondían a la cognición y a la emoción a la vez. Eran circuitos neuronales distintos pero interdependientes. La racionalidad no era independiente de la emoción. La atención y la percepción eran los primeros pasos del proceso cognitivo, regulados por la emoción. a) la atención: Sabemos que la amígdala controla el proceso del miedo. Pero también está relacionada con la atención y el aprendizaje. Utilizando el experimento del “miedo condicionado” (asociar a un estímulo neutro, una significación afectiva: dolor) se descubrió que el aumento de la significación afectiva era equivalente a un aumento de la atención. b) la percepción: la amígdala se activa: tanto al detectar caras de miedo subliminales  (fuera de la conciencia), como cuando identifica más rápidamente los estímulos amenazantes que los neutrales. Mediante entrenamiento en el “miedo condicionado” la amígdala detecta olores y sonidos que han pasado desapercibidos. Pero el córtex visual (la cognición) también interviene en el proceso, activado por la amígdala, en determinadas circunstancias (sujetos informados, o con lesiones en el hipocampo), mientras no actúa en sujetos con lesiones en la amígdala. En definitiva: los procesos de percepción de detalles son más eficaces cuando se asocian a estímulos amenazantes… lo que supone una ventaja evolutiva.

 

Los estímulos acompañados de emociones son procesados por la amígdala de forma automática, independientemente de la conciencia y la atención. Este mecanismo puede alterar: la percepción, la atención y la memoria. Pero hay más (en animales) se ha comprobado que esa percepción de amenazas potenciales es previa a la percepción completa de la situación por la cognición. La amígdala (la emoción) se adelanta al córtex (la cognición). Pero no siempre: en otros casos la cognición (el córtex) influye en la emoción (amígdala) para modular la respuesta emocional. Tanto monta, monta tanto. Este control de la emoción por lo cognitivo se puede apreciar en experimentos en los que se pide a los sujetos que revalúen una situación que, en principio tiene una interpretación inmediata: una mujer llorando a la puerta de una Iglesia. La revaluación consciente reduce la actividad de la amígdala y pone en marcha el córtex prefrontal: la conciencia reduce la emoción en favor de la cognición.

 

C) La decisión. Si como hemos dicho las decisiones no siempre son racionales las emociones cobran una importancia sustancial en varios campos: economía (ventas, Bolsa), sociología, política (elección de candidatos), ciencia (elección de proyectos de investigación) o sicología (esfera individual). 1) Economía. Este campo ha sido intensamente estudiado por las compañías comerciales para mejorar sus ventas. El estudio de Knutson y Greer (2008) logró detectar cambios cerebrales (aumento de actividad en el núcleo accumbens) segundos antes de una decisión de compra, es decir, se puede anticipar si comprará o no. Si la actividad se produce en el córtex prefrontal, entonces no comprará. Incluso ambas actividades se pueden asociar con decisiones de riesgo. Otro experimento en ese sentido, presentaba imágenes positivas (hedonistas) o negativas (repulsivas) antes de proponerles a los sujetos escoger entre un juego de alto o bajo riesgo. Las imágenes positivas (como saben los casinos: regalos, comida o copas gratis) inducían a elegir los juegos de más riesgo.  Otro estudio determinó que se pueden perder ganancias por decisiones morales (pensar que se están aprovechando), e incluso que pacientes con lesiones frontales pueden escoger riesgos insensatos a sabiendas de lo que hacen.

 

Todo apunta a que: “los sistemas somáticos intervendrían de forma crítica, y que habría alteraciones celulares y/o moleculares subyacentes a estos procesos que una vez se penso que serían puramente mentales y desprovistos de toda base física” (Cotrufo y Ureña 2018, 136). Todo esto merece un análisis posterior, pero será eso, posterior.

 

El desgarrado. 1 de Mayo 2021

 

 




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