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» 12-05-2021 |
Antes de continuar con Damasio y su análisis de las emociones y los sentimientos voy a hacer un paréntesis para hablar de los orgasmos. Entiendo los orgasmos (y veremos que son muchos) como un recurso explosivo emocional que lejos de la gradualidad se manifiesta como reacción explosiva, como si de un resorte se tratara, como un disparo (esa metáfora tan explicativa). Sabemos que las emociones tienen recompensa (el placer) o castigo (el dolor). De hecho (tal como explica Damasio) el mecanismo del placer y el dolor es anterior a las emociones en la escala evolutiva pero recordemos que las regulaciones homeostáticas están anidadas como muñecas rusas. La recompensa de nuestras regulaciones es nuestro dios recompensador: hacemos lo que hacemos por una recompensa (al menos a nivel inconsciente). Para Freud la economía del placer fue sustancial a su teoría. La religión (y su destilado: la moral normativa) no eran partidarios del placer, pero el placer es la vida, literalmente la supervivencia. No estaría de más que nos reconciliáramos con el placer… con respeto de los demás.
El placer (la recompensa) que nuestro organismo nos proporciona por determinadas acciones es, originalmente, nuestro pasaporte a la supervivencia, pero no todas las respuestas son necesariamente instantáneas ni las recompensas son iguales. Algunas son explosivas. El modelo de esa explosividad es la descarga neuronal que solo se produce… o no (como el sistema digital que escoge entre dos opciones: abierto o cerrado; 0 ó 1. Naturalmente esa descarga explosiva requiere un momento de carga y otro de descarga de las que la primera se puede dilatar en el tiempo pero la segunda es explosiva. El orgasmo es un resorte que cuando se libera devuelve toda la energía acumulada… instantáneamente. Un disparo que aplica toda la energía de la pólvora al instante del tiro. Al decir orgasmo todos tenemos en la mente el sexual (masculino y femenino, pese a sus diferencias), pero hay más y todos relacionados con nuestras relaciones con el entorno, con las emociones y con el placer.
Damasio no se refiere específicamente a los orgasmos pero deja una pista clara: “La satisfacción de los instintos (hambre, sed y sexo, por ejemplo) produce felicidad; pero frustrar la satisfacción de dichos instintos puede producir cólera, desesperación o tristeza. Asimismo, como se indicó anteriormente, el conjunto del desarrollo cotidiano de reacciones adaptativas, es decir, los ajustes homeostáticos e instintos , constituyen las emociones de fondo en curso y ayudan a definir el talante a lo largo de periodos extensos de tiempo. No obstante, cuando se consideran estos niveles diferentes de reacción reguladora a cierta distancia, sorprende su notable semejanza formal” (Damasio, 2011, 62). Reconozco que falta lo explosivo (que neurológicamente ya sabemos que está en las sinapsis) pero lo importante es la recompensa, la emoción, su posibilidad de que su ausencia produzca frustración y la influencia en el talante. Atad cabos.
Citaré como primer ejemplo el estornudo que se carga con una profunda y lenta inspiración y expulsa el aire de forma explosiva produciendo un profundo placer. Que ciertas personas eviten los estornudos se debe a su represión social o mental, pero no a su ausencia de recompensa (¿o será un placer la represión?). Respecto al orgasmo sexual, tiene la ventaja (respecto a los hombres) de recargar inmediatamente (como muchas mujeres). Incluso la destilación nasal que produce no deja de acercarse al orgasmo sexual. Todos los orgasmos tienen que ver con los canales privilegiados de comunicación entre el interior y el exterior del organismo y si hemos empezado por la nariz (a la que podríamos añadir el suspiro, cuya función de acompasar la respiración al pulso cardiaco, no deja de ser un placer). Podríamos seguir por la boca (la tos, la carraspera, el eructo) y ya más cerca de los órganos sexuales: los pedos, la micción o una buena cagada (literal, no las de los políticos). Las caricias y el rascarse son orgasmos dérmico. Todas son explosivas y todas acusan el placer, si más no, del alivio. Podríamos decir que, si además todas están prohibidas por las normas sociales, por algo será (de hecho porque el placer está mal visto. Para qué hablar de la moral y la religión para las que el placer es delictivo.
Todo ello (si os lo habéis creído) muestra que nuestro organismo no se fía en absoluto de nuestra disposición y afianza las respuestas con recompensas de placer, que cuando no son suficientes, incentiva mediante el orgasmo. El orgasmo es el premio gordo, toda la carne en el asador, echar la casa por la ventana. Lo que hace suponer que el organismo considera que estas emociones y sus correspondientes respuestas son especialmente valoradas por el organismo. El estornudo -que hoy solo sirve para denotar alergias- sirvió durante milenios para alejar expeditivamente insectos exploradores, la tos y el carraspeo despejan las vías respiratorias, para qué decir que los desechos deben ser urgentemente desalojados, Las caricias y otras manifestaciones dérmicas son la máxima necesidad de nuestra necesidad de aceptación social, etc.
Pero hay que hablar del orgasmo sexual porque es lo que más interesa. Destacará, en primer lugar, la asimetría de género: ni son iguales ni tienen la misma función. El hombre es todo deseo (centrado biológicamente en la máxima difusión de sus genes) y una satisfacción apreciable pero no excelsa. Para la mujer el deseo es menor (recordemos su menor respuesta a los estímulos eróticos) pero la recompensa es mucho mayor. El orgasmo femenino es el rey de los orgasmos. Las mujeres ya lo sabéis y los hombres mejor que no lo sepáis. El orgasmo en sí, es inigualable (pérdida de la noción del tiempo y el espacio, de los controles sociales, visión astral, subida al cielo). La descarga hormonal es tan intensa que tras el orgasmo la mujer piensa que el macho que tiene al lado es la mejor opción de su vida (se le pasa, al poco. Pero es el mejor momento para pedirle matrimonio). Para el hombre no hay polvo biológico malo, lo que no quita que culturalmente pueda mejorarlos. En cualquier caso es una cuestión de grado. Para las mujeres solo hay dos posiciones: cero o uno. Y entre el cero y el uno hay una distancia de un millón. La expectativa de placer abortada puede causar un rechazo corporal brutal desde ira hasta dolores físicos. A los hombres les duelen los huevos antes y a las mujeres les duelo el alma después. Para el hombre su orgasmo abre la relación y para la mujer la cierra. Por eso el hombre empieza por ahí y la mujer prefiere dilatarlo. Podríamos pasar horas encontrando paralelos entre las relaciones sociales y las relaciones sexuales. Pero esto no es un consultorio de sexología. Hay manuales espléndidos. Y me refiero a los libros.
El desgarrado. Mayo 2021.