» 29-11-2021 |
Cito: “Roles o estereotipos de género”
“En conclusión, la violencia de género proviene de un sistema de dominación que, mediante la construcción de normas culturales y sociales como los roles y estereotipos de género, alimentan y establecen relaciones desiguales entre hombres y mujeres. Esta situación de desigualdad estructural se entrecruza y sostiene a través de «estructuras de violencia machista» como la construcción de un modelo hegemónico y deseable de masculinidad, que favorece el uso de la violencia, y la construcción de modelos amorosos o de relaciones basados en la desigualdad y en mitos sobre el amor que favorecen cierta tolerancia hacia comportamientos agresivos contra niñas, adolescentes y mujeres.
Cada sexo tiene aparejadas una serie de expectativas sociales y culturales, que se expresan en el género masculino y femenino, al que se asigna cierto papel o rol en la esfera pública y privada. Así, a las mujeres se les asigna un rol de tareas de cuidado, reproductivas y de sumisión, mientras que a los hombres se les asigna un rol de tareas de producción y de protección.
Desde temprana edad, niños y niñas asumen e incorporan estos roles y estereotipos con el objetivo de encajar en el papel que la sociedad espera de ellos. Determinan, por tanto, la auto percepción de las adolescentes y los adolescentes, y tienen consecuencias en su toma de decisiones y comportamientos.
Es importante señalar que, en las últimas décadas, el rol de la mujer (tanto real como percibido) ha ido cambiando, y cuestiones como la inaccesibilidad a la esfera pública y de poder, la sumisión o la «natural» inclinación hacia los cuidados no se identifican ya como el único significado de ser mujer. Sin embargo, ciertos estereotipos prevalecen y son asumidos, especialmente los que tienen que ver con el papel del amor y las relaciones (heteronormativas) en la vida de chicos y chicas.
Según estos estereotipos, ellas se socializan colocando el amor en el centro de sus vidas, asumiendo ser más dóciles y dulces. De ellos, por otro lado, se espera que sean más protectores, confundiendo actitudes de control con actitudes de protección. Los niños empiezan sus primeras relaciones intentando encarnar este papel y las niñas asumen estas actitudes como las adecuadas. Se crea entonces un binomio cariño-control que puede acabar dando lugar a una relación basada en la dominación, generando conductas que pasan de relación en relación y son normalizadas y no identificadas como violencia ni por los chicos ni por las chicas.
Por otro lado, los modelos de atracción se apoyan todavía en roles de género y masculinidades tradicionales, que hacen deseables a tipos de hombres «fuertes y ganadores», que lleva a las adolescentes a reforzar este esquema y a buscar en las primeras relaciones afectivo-sexuales ese modelo de amor pasional y romántico, encarnado en la figura del príncipe fuerte, atractivo, con éxito social y capacidad de imposición, que pueda salvar a su princesa. Lejos de buscar un chico con el que compartir valores o proyectos de vida (algo que posponen a relaciones posteriores), buscan chicos que encarnen la masculini- dad hegemónica, atractiva y deseable, incluso entrando en el tópico del «chico malo con buen corazón». El chico que muestra actitudes de respeto y más igualitarias no «gana esta batalla», lo que genera a su vez un refuerzo para la construcción identitaria de los adolescentes, que para «triunfar» en el mercado de las relaciones afectivo-sexuales asumen estos roles tradicionales.
Esta situación genera modelos que «funcionan de forma que se reproduce entre jóvenes y adolescentes la doble moral del modelo tradicional de relaciones afectivo sexuales: amor sin pasión (relaciones igualitarias, amistad, buen rollo, pero sin excitación) o pasión sin amor. Por un lado, están las personas que excitan, y por otro las amigas y amigos, los que tratan bien. Y este modelo ampara la violencia de género.
Estos modelos incrementan el riesgo de sufrir violencia de género y de asumir, de manera consciente o inconsciente, que el amor implica cierto grado de sufrimiento.” (Carmela del Moral 2021 para “Save de children”).
¿Qué chirría en este análisis -por otra parte profundo? Lo que chirría es que no se cuestiona el sistema -ak que se da por bueno- sino que se cuestionan sus disfunciones. No se niega la mayor: el sistema metafísico, sino su aplicación práctica. Por lo visto ha habido un error al aplicarlo que puede solucionarse mediante unas medidas correctivas mayormente legales (el recurso a la legislación es recurrente en el estudio). Para este estudio Dios (la metafísica) es buena. Lo que fracasa es la educación, las redes sociales, la pornografía de fácil acceso, quizás la literatura romántica, los cuentos infantiles, la legislación. Falla el sustrato biológico, falla la simbolización, falla la razón y las emociones. Falla la aplicación del sistema sacrosanto que no puede ponerse en duda. En un giro teocrático, Dios es bueno, el mundo es bueno, es el pecado de los humanos lo que lo corrompe todo. La metafísica es omnicomprensiva, todo está bajo su dominio. La religión, la ciencia, la sociedad, la política.
¿Quiere esto decir que estamos condenados, que no existe solución? en absoluto. El SXX ha cuestionado la metafísica por activa y por pasiva. La fenomenología de Husserl (Existe un conocimiento inmediato e intuitivo al margen de axiomas e hipótesis), la hermeneútica de Gadamer (la verdad no está ahí fuera sino que se construye entre los interlocutores), la filosofía de la diferencia (no solo hay que buscar las coincidencias porque las diferencias nos pueden enseñar mucho), la posmodernidad (se acabaron los grandes relatos. Hay que deconstruir la metafísica), la física cuántica (la verdad de lo enormemente grande y de lo insignificantemente pequeño no es la misma que la verdad cotidiana) y -asombrosamente- el feminismo (la razón no es superior a la emoción). Empieza a ser hora de que arremetamos contra el sistema de pensamiento hegemónico occidental: la metafísica. Cuando la Ilustración mató a Dios dejó a la metafísica en su lugar, sustituyó a Dios por la razón (metafísica). Y también nos dejó la culpa, esa culpa que exonera a Dios de los errores humanos y, de paso, funda el sicoanálisis, ese sistema cultural que solo admite la existencia de un género: el masculino.
La desigualdad no es una disfunción en la aplicación de un sistema perfecto. La desigualdad es intrínseca al sistema metafísico, que ha obviado la presencia pública de la mujer desde el minuto uno, que le ha negado el pan y la sal, que la ha sojuzgado, despreciado y apartado. ¿Por qué las madres mandan sus hijos a la guerra? porque las madres educan a sus hijos en el machismo?. Porque es la realidad en la que viven y que ni siquiera se pueden cuestionar. Es el agua del pez de la anterior entrega, el contexto indiscutible: la sociedad occidental. Hasta que esta sociedad no arregle la igualdad de las mujeres no arreglará la dominación en lo social, en lo político, en lo cultural, en lo laboral y por supuesto en los roles de género. Todo lo demás son parches.
El desgarrado. Noviembre 2021.