» 29-05-2022

Señoras y señores 87. ¿Cuál es la esencia de la maternidad-feminidad?

Quizás os extrañe que aúne maternidad y feminidad porque no son conceptos necesariamente conectados pero, lo cierto, es que muchas veces van de la mano. O sea que sin tratar de hacerlos equivalentes, voy a observarlos conjuntamente. De lo que quiero hablar es eso que tantas veces empaquetamos  como el “cuidado” femenino. Como sabéis el hombre es competitivo-agresivo-reconstructivo, mientras la mujer es colaborativa-templada-conservativa. No trato de decir que esto sean categorías estrictas,  dogmáticas. El ser humano no está encasillado. Tiene la facultad de evadirse de esas categorías para encontrar su camino, más o menos individualizado. Pero son tendencias suficientemente explicativas para aproximarnos a dos colectivos -hombres y mujeres- que si bien iguales, son también profundamente diferentes. Hegel estaría contento: el ser humano es diverso, pero la diversidad es diferencia esencial.

 

Y quiero distinguir en ese “cuidado” que tantas estudiosas han detectado en el comportamiento femenino, aspectos diferenciales de cualquier otro cuidado. Quiero hablar del cuidado con mayúsculas: EL CUIDADO. Porque el hombre es profundamente utilitarista, pragmático, efectista, y eso se detecta en todas sus manifestaciones. Es evidente que ese comportamiento está evolutivamente determinado. No se puede sobrevivir sin ese cálculo de la máxima efectividad del resultado. El esfuerzo es gasto y para obtener resultados positivos, los gastos deben ser inferiores a los resultados. El hombre es económico. La naturaleza lo decidió así. Puro cálculo de inversión reversión. Probablemente lo que define al hombre no es su agresividad, su competitividad o su preferencia por la reconstrucción (esa puesta a cero del empeño que le permite crear a partir de la destrucción), sino el cálculo económico (en sentido amplio) de su cuenta de resultados.

 

No es el caso de la mujer. La naturaleza (la evolución) le concedió otro papel. Ese papel -tan discutible individualmente como se quiera- es la maternidad y por maternidad entiendo el empeño de llevar adelante una vida esencialmente precaria (lo que amplía la maternidad a las no parientes). No hay aquí utilitarismo alguno. La entrega de la madre al desarrollo del nuevo ser ha de ser incondicional. Si entendemos por amor la fijación hormonal-afectiva a otro ser, el amor masculino es utiltario (obtención de mano de obra, herencia, perpetuación de la especie) mientras el amor femenino es incondicional, amor desinteresado. Sin correspondencia, sin esperar nada a cambio, sin futuro. Pero esa imprimación que sufre la hembra humana no es exclusivamente maternal. La economía de la naturaleza hace que todas las mujeres se comporten (o “sean”) amplíen a todo su espectro esta característica comportamental, y eso conduce al amor romántico, al amor sin contraprestaciones, desesperado.

 

Kant enunció la belleza (y el arte) como la ausencia de utilidad. Fue el primero que introdujo el arte en la reflexión filosófica. Pero tuvo un modelo (consciente o inconsciente): la mujer. El amor de la mujer es amor sin reciprocidad, unilateral, incondicional y por encima de todo, no utilitario, exento de pragmatismo, de cálculo. Pero la mujer, al optar por ese modelo de amor renunció a la racionalidad (entendida como utilidad), renunció a establecer un sistema de pensamiento en el que esa in-utilidad fuera justificanle. Y el hombre -aprovechándose de esa ventaja que le daba la naturaleza- dictaminó esa in-utilidad como defecto congénito, apartó a la mujer de su razón metafísica demostrando que no había “entendido” nada. No puedo por menos de destacar que cuando la mujer optó por el amor incondicional -que le apartaría (o de la que fue apartada) de la razón, de la inteligencia, de la metafísica- se puso del lado del arte (tal como lo entendía Kant). Ese papel de la mujer como objeto del arte no deja de ser sospechoso. Para un hombre que se había erigido en protagonista indiscutible de la historia ceder un papel estético a la mujer tenía poca explicación.  Si la había anulado como sujeto intelectual de la historia, de la sociedad o de la política, la cosa no tenía demasiado sentido. Ni siquiera con esa explicación tradicional de la mujer como “objeto” en el sentido de negación de su subjetividad pero también como su cosificación (que también). Problema en el que todavía estamos.

 

Pero querría terciar en este problema entre utilidad (actuar) e incondicionalidad (ser), profundamente arraigado en la metafísica (no lo olvidemos: la teoría masculina del mundo), pero también en la física. La leyes de la termodinámica nos dicen 1) que la energía ni se crea ni se destruye, es decir, es eterna, inmortal, ser puro, y 2) la energía se degrada, es decir su utilidad es limitada (aunque esencial). El ying y el yang de la energía divide el mundo entre lo femenino (la esencia) y lo masculino (la utilidad). ¿Estamos ante una división del mundo fundamental? ¿Tenía Hegel razón y la diversidad (la diferencia ontológica entre géneros) es diferencia esencial y contradictoria? En tiempos como los nuestros en los que el machismo imperante solo es capaz de ofrecer la “igualdad” quizás deberíamos exigir la diferencia, la distinción fundamental amparada por la libertad. Las mujeres nunca tendrán un sistema de pensamiento autónomo porque no está en su ADN. Pero eso no lo incapacita sino que se abre un abanico de diversidad en el que los sistemas (y los no sistemas) de pensamiento, puedan coexistir. Hasta que no entendamos (desde la razón masculina) que no podemos imponer a las mujeres un sistema de pensamiento (el hecho de que simplemente la existencia de un sistema sea necesaria) no entenderemos la esencia femenina y, por ende, conseguiremos la “igualdad”.

 

Y, por supuesto, no olvidemos que utiltarismo es fascismo, La teoría pragmática de la política. La metafísica es fascista y el machismo (su hija predilecta) también. Lo que está en juego no es la liberación de la mujer sino la liberación de la humanidad. Mientras las mujeres no tengan derecho a su esencia no utilitaria, a su derecho a no tener ideología sistemática, esta humanidad a la que pertenecemos será una humanidad fallida. Amén.

 

Postdata: La condición fundamental de la mujer de conseguir la pervivencia de una vida precaria incluye su disponibilidad para ello. Embarcarse en una tarea imposible (por las razones que fueran) no es una buena idea y, sobre todo es contraproducente. No estamos hablando de un mandato divino sino de una performatividad. En cualquier momento la mujer puede decidir si es capaz (sea cual sea esa capacidad) para decidir sobre su destino y, por supuesto, del ser precario que anida. Solo el machismo metafísico puede atreverse a dogmatizar sobre asuntos como este, machismo directamente entroncado con el fascismo, religioso o civil.

 

El desgarrado. Mayo 2022.




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