» 15-02-2024 |
La metafísica (el sistema del logos, de la razón) se basa en pares de oposiciones (una forma negativa de “cerrar” el universo, es decir de dividirlo en pares de oposiciones excluyentes). Lo opuesto al odio es el no-odio que es un concepto más amplio que el amor y entre ambos: odio y no-odio cierran el campo. El mundo solo puede ser comprendido (desde el logos) si es cerrado. Para la mujer -que ni está en conflicto y, además, pretende conservar la naturaleza- la coexistencia pacífica de los opuestos (dialéctica pacífica) es más conveniente. La diferencia lógica entre contrario y contradictorio reside en la exhaustividad y no en la exclusión que rige para ambos. La idea de oposición es totalmente coherente con la idea de conflicto y lucha, tan querida al hombre. Si la guerra anida en el corazón del hombre es por esa concepción de la oposición entre contrarios. Ya Platon -en relación con el arco del conocimiento (Oldroyd)- situó el consenso (el acuerdo, la concordancia) como sistema de alcanzar el conocimiento alternativo a la inducción y la deducción, pero la historia no le escuchó.
Con la llegada del logos y la exclusión de la mujer del conocimiento (Irigaray) la dominación se traslada del mundo físico (la fuerza) al mundo del lenguaje (la convicción). No es ajeno a ello el establecimiento del maestro como gurú de la verdad pero también como detentador del dogma. El hombre se transforma en aquel que no solo quiere vencer sino convencer (vencer por otros medios), pero la dialéctica se basa en el modelo del conflicto: el debate sobre ideas. Con ello no desaparece la ley del garrote pero antes de recurrir a ella se prueba con la palabra. Nos encontramos entonces que el debate dialéctico es la continuación del debate físico por otros medios y parecidas reglas. No es el caso de la mujer que está más dotada para la conciliación y la coexistencia pacífica que para la lucha y el debate. Las ideas que expongo a continuación proviene del libro “El mono que llevamos dentro” Booket 2020 (2005) de Frans de Waal un primatólogo holandés epecializado en chimpancés pigmeos (bonobos). La aparición del logos desplaza el campo de estudio de la naturaleza de la expresión corporal (posturas, gestos, expresiones y tonos de voz) al lenguaje simbólico. Este paso nos aleja del lenguaje corporal, que en el caso humano se sustituye, pero en el caso de los primates, se anula. Es obvio que en ausencia de lenguaje fonado, el lenguaje corporal es esencial para la comprensión de los simios. Sin embargo: “Para nuestra especie, la vida sin el lenguaje corporal que nos cohesiona, apenas merece vivirse” (De Waal, 2020, 233).
Pero De Waal tiene muchas otras cosas que decir a propósito de la competencia y la cooperación, que enfoca como una cuestión de especie en vez de una cuestión de género. “… esto es lo que ha estado haciendo el mundo occidental durante siglos, al presentar nuestro lado competitivo como más auténtico que nuestro lado social. Somos un conjunto de individuos que se unieron (a regañadientes) en sociedad, por una cuestión de utilidad. Vivir en sociedad provocó multitud de conflictos, que cada especie resuelve a su manera. Los lobos (cuya organización nos propone Morris como modelo para “El mono desnudo”) resumen una visión asocial (“el hombre es un lobo para el hombre”) que se aplica al derecho, la economía y las ciencias políticas, siendo, como son “uno de los cooperadores más gregarios y leales del reino animal. Trabajan en equipo, abatiendo piezas más grandes que ellos, alimentan a las madres, a los jóvenes y a veces, a los enfermos y viejos. La competencia no está ausente… la lealtad y la confianza tienen prioridad” (De Waal, 2020, 229).
Los gorilas (en el relato de una enferma de Asperger, agobiada por que la gente la amedrentaba con sus miradas y preguntas directas): “… los gorilas le dejaban espacio, evitaban el contacto visual y transmitían una calma confortable. Y sobre todo eran pacientes. Los gorilas tienen personalidades oblicuas: raramente se miran cara a cara… Además, los antropoides, no suelen mirar fijamente como nosotros.Tienen una increíble visión periférica que les permite seguir mucho de lo que pasa a su alrededor mirando de soslayo. Los gorilas empatizaron con Prince Hughes ‘mirando sin mirar y entendiendo sin hablar’. El imponente espalda plateada … era el más sensible y confortador, y respondía directamente a los signos de malestar… el gorila macho es un protector nato… está dispuesto a morir por su familia” (De Waal, 2020, 232). No está de más añadir que esa mirada amplia, que abarca el foco de atención y el contexto (en contraposición a la mirada focal), es la mirada que diferencia a la mujer del hombre y donde las diferencias de especies se funden con las diferencias de género.
Los chimpancés conocen la misma solidaridad (“limitan las fricciones internas”) cuidando de sus compañeros heridos o tristes. “Todo animal social alcanza su propio equilibrio entre el interés individual y el comunitario” (De Waal, 2020, 230). La posibilidad de supervivencia fuera del grupo, a merced de predadores y vecinos hostiles, son ínfimas… Esto explica porque dedican tanto tiempo… al mantenimiento de lazos sociales a base de acicalar a otros” (De Waal, 2020, 231). “Aunque la naturaleza del chimpancé sea más violenta y la del bonobo más pacífica, los primeros resuelven conflictos y los segundos compiten. De hecho la capacidad pacificadora de los chimpancés es de lo más impresionante dado su obvio temperamento violento. Ambos antropoides exhiben ambas tendencia pero cada uno llega a un equilibrio propio” (De Waal, 2020, 234). Nos equivocamos al evaluar su inteligencia social mediante experimentos numerólogicos en el laboratorio, cuando en el dominio social son capaces de demostrar una inteligencia descomunal. Las comunidades de antropoides no aprecian ni a los matones ni a los felpudos. Sitúan a sus líderes en el término medio.
Respecto a los humanos dice: “Al ser de forma sistemática más brutales que los chimpancés y más empáticos que los bobobos, somos sin lugar a dudas el primate más bipolar. Nuestras sociedades nunca son pacíficas ni competitivas en términos absolutos, nunca se rigen por el puro egoísmo, ni por una moralidad perfecta. Los estados puros no son naturales. Lo que vale para la sociedad humana también vale para la naturaleza humana. Podemos encontrar benevolencia y crueldad, nobleza y vulgaridad incluso a veces en la misma persona. Estamos llenos de contradicciones la mayoría domadas” (De Waal, 2020, 235). Cada especie ha escogido una manera de armonizar lo social con lo individual y un modo de resolver conflictos, pero todas están involucradas en una aventura social (sintética) antes que individual (analítica), demostrando una inteligencia comparable a la nuestra y en algunos casos superior, como lo es en el caso de la lectura del lenguaje corporal. Todo esto compone el capítulo 6: “el mono bipolar” del libro citado cuya lectura os recomiendo.
Pero el punto en el que nuestra especie ha asumido un cambio sustancial en el control de las fricciones sociales es en la especialización de los géneros en la adopción de las oposiciones resultantes de lo social. La contradicción interna entre lo social y lo individual, la cooperación y la competición, la violencia y la empatía produce un desgarro interno y un estrés insoportable y entonces nuestra especie divide las oposiciones entre los dos géneros, caracterizándose cada uno de ellos con una de esas posiciones. Estamos hablando de situaciones tendenciales (estadísticas) del tipo de la mitad más uno (democráticas) y reversibles, pero que puntualmente se expresan como diferencias. Durante todo este blog he analizado esas diferencias que, ahora, se convierten en una estrategia: encarnar las diferencias en cada uno de los géneros. Decía Butler que el género es una construcción social. Pues bien, la evolución, la naturaleza, ha resuelto el problema convirtiendo la guerra de los individuos y los grupos en la guerra de los sexos/géneros. Definitivamente el género es una construcción social pero una construcción evanescente, movediza, fluida. El tiempo de las verdades absolutas ha terminado. Volveré sobre el tema.
El desgarrado. Febrero 2024.