» 21-02-2024 |
Leo “Diferentes. Lo que los primates nos enseñan sobre el género” de Frans De Waal, Tusquets, 2022(2022). Como su nombre indica trata del género diferencial masculino/femenino, es decir el tema que he estado tratando recientemente. Vale pues la pena que me salte el guión y añada una nueva diferencia de género siguiendo al citado autor. A parte de las fuentes consultadas (recogidas en la copiosa bibliografía) el autor reconoce que cree poco en los cuestionarios y mucho en la observación. Sin pretender hacer una crítica del texto desgranaré los puntos en los que disiento, desde el atrevimiento de mi carencia total de experiencia en la observación de los primates. Siguiendo la técnica metafísica (palabra que no nombre) establece pares de oposiciones de difícil asimilación, como instinto/cultura, biología/crianza, o mente/cuerpo. Se lamenta de la rigidez del concepto instinto que no admite, en su opinión, ninguna flexibilidad como él observa en los rasgos de género primates. No define el concepto (lo equipara a innato) y lo opone -en flagrante inhomogeneidad al de cultura cuando lo suyo sería oponerlo a “adquirido”. La rigidez (falta de flexibilidad) desaparecería si aceptara que el instinto puede ser modificado por medio del aprendizaje y del juego, en determinadas circunstancias y que es una transición evolutiva hacia la razón.
A este par de oposiciones le llama, en algunas en algunos momentos, naturaleza/ crianza, de la que se lamenta que el academicismo sesga a la omnipotencia del segundo, y a la que pone el comportamiento comparado de machos y hembras de nuestros parientes más cercanos, bastante más rico que el cliché del mono macho dominante. A esa comparación sincrónica (en el espacio) hay que añadir la comparación diacrónica (en el tiempo) qué es la evolución: las hormonas y el cerebro. Las primeras se afectan mutuamente con el comportamiento (es decir, el entorno, la crianza, la cultura) y la segunda presenta el problema de sí cuando nacemos ya existen las diferencias entre el cerebro del hombre y de la mujer o sí estás aparecen debido a las expresiones sociales (entorno, la crianza, la cultura). En cualquier caso los cerebros de mujeres y hombres se parecen más de lo que se diferencian. La ventaja del comportamiento comparado con el de los primates es que su cerebro se desarrolla con independencia del entorno cultural humano (pero no del entorno primate y no en cautividad).
La oposición cuerpo/mente es la siguiente. Mi meta de comparar el comportamiento humano con el de los primates no es aceptada con generalidad (Rippon: ¡otra vez con esos malditos monos!)) -dice De Waal-. “una creencia común parece ser, que aunque nuestros cuerpos sean un producto de la evolución, nuestras mentes son solo nuestras. Los seres humanos están sujetos a las mismas leyes de la naturaleza que los animales, Y si sentimos y pensamos como lo hacemos es porque así lo hemos elegido libremente.” (De Waal, 2020, 365). Esta manera de pensar es neocreacionismo, negación de la evolución, todo vanidad. Estamos equipados con un cerebro de mono agrandado, Y la psicología que conlleva lo que incluye el cómo nos desenvolvemos en un mundo de (principalmente) dos sexos “por muy refinada que pueda ser nuestra retórica, nunca podrá desligar plenamente la categoría cultural de ‘género’ de la categoría biológica de ‘sexo’” (De Waal, 2020, 366). En definitiva, género y sexo se yuxtaponen. Siempre hay dos influencias en todo lo que hacemos: la biología y el entorno.
Otro otro tema conflictivo es el de los universales. Los universales son verdades absolutas que se cumplen en todo tiempo y lugar. Definir un sistema de pensamiento es encontrar esos universales que permiten que el conocimiento sea seguro (necesario). De Waal, trata de establecerlos pero se le escurren entre las manos. “aun así, el mosaico de diferencias entre estos tres homínidos (chimpancés, bonobos, humanos) no puedo ocultar unos cuantos rasgos universales. Los machos están más orientados hacia el rango y las hembras más hacia los jóvenes vulnerables. Los machos son físicamente (aunque no siempre socialmente) dominantes y tienen más inclinación a la confrontación abierta y la violencia, mientras que las hembras son más cuidadoras y se dedican más a la progenie. Estas tendencias se manifiestan pronto en la vida, Como en el derroche de energía y el juego rudo de los machos juveniles y en la atracción por muñecas y bebés de las hembras juveniles. Esta diferencia sexual arquetípica es propia de la mayoría de los mamíferos, desde las ratas hasta los perros, Y desde los elefantes hasta las ballenas” (De Waal, 2020, 367).
Él mismo se contradice cuando añade: “pero ni siquiera está pronunciada diferencias sexual es absoluta” (De Waal, 2020, 367). De otras diferencias ya solo afirma que son difíciles de confirmar (y por lo tanto: no universales): ” por ejemplo, se suele decir que los machos son más jerárquicos y dan mejores líderes, mientras que las hembras son más amantes de la paz. También se dice que las hembras son más sociables y menos promiscuas que los machos. Mis exploraciones en estos dominios solo han revelado diferencias menores o nulas. La competencia femenina aunque menos física, es común e intensa. Las vidas sexuales de las hembras no parecen menos aventureras que las de los machos. Y ambos sexos se organizan socialmente en jerarquías y mantienen amistades que duran toda la vida, aunque los detalles difieren.
En una tercera categoría añade las excepciones a las reglas universales que ha anunciado “Y luego están las excepciones a la regla, indicadoras de una flexibilidad de comportamiento que compartimos con nuestros parientes homínidos. Por ejemplo, los machos antropoides pueden rebelarse como grandes cuidadores, y las hembras pueden ser grandes líderes… Ambos sexos demuestran poder de liderazgo” (De Waal, 2020, 368). Esta flexibilidad (es decir ausencia de universalidad) se haya en: “el rasgo social más excepcional del primate humano es una estructura familiar que liga hombres y mujeres. El resultado es que los géneros masculino y femenino son más independientes en nuestra especie que nuestros parientes más cercanos, la integración de los géneros se amplifica aún más en la sociedad moderna donde le pedimos que colaboren no solo en la familia sino también en el trabajo… los hombres tendrán que implicarse más en casa para equilibrar las cargas de trabajo respectivas de ambos sexos… los hombres ganaban un jornal o salario trabajando fuera de casa, mientras que las mujeres no ganaban nada trabajando dentro. Aunque sea invocado la biología para justificar este curioso convenio, en realidad no hay nada en la naturaleza del macho humano que le impida sumarse la crianza y menos aún otras tareas domésticas. Nuestra biología es más flexible de lo que la gente cree. Nuestros parientes o homínidos se caracterizan por la misma flexibilidad” (De Waal, 2020, 368).
En este punto vuelve a la carga sobre el tema del instinto: “El comportamiento animal sigue atribuyéndose a menudo al instinto, mientras que el comportamiento humano se contempla como un producto cultural. Esta dicotomía ha quedado obsoleta, a tenor de lo que hemos aprendido en las últimas décadas sobre cognición y comportamiento animal. Esto resulta particularmente extraño cuando hablamos de animales con un periodo de lactancia de al menos cuatro años y que tardan casi el mismo tiempo que nosotros en alcanzar la madurez sexual… los antropoides también son productos de su entorno… los antropoides tienen un talento especial para observar y aprender. Como los niños, los antropoides jóvenes buscan modelos adultos del sexo con el que se identifican. Las hembras suelen copiar a sus madres, mientras que los machos se fijan en los individuos de alto rango. El resultado es que, al menos en parte, ambos sexos aprenden los comportamientos típicos de cada de cada cual de sus mayores. Esto hace que los antropoides también tengan género” (De Waal, 2020, 369). Totalmente de acuerdo (especialmente con lo de aprendizaje, modelo y copia) excepto por la descalificación del instinto. La flexibilidad no excluye la rigidez del instinto simplemente la modifica… en situaciones puntuales.
Y aquí es cuando arremete contra la metafísica sin nombrarla, incidiendo sobre el par de oposiciones mente/cuerpo: “La mente es celestial, el cuerpo no tanto. Este dualismo es quintaesencialmente masculino. Atañe menos a la mente humana que a la mente masculina, pues siempre han sido los hombres quienes han intentando convencerse de que su intelecto flota en un plano muy por encima de la biología. Esa postura es más fácil de mantener si nuestro cuerpo no atraviesa por ciclos hormonales… a lo largo de las edades los hombres han buscado distanciarse de la carne (debilidad), las emociones (racionalidad), las mujeres (infantililidad) y los animales (estupidez)” (De Waal, 2020, 370). Totalmente de acuerdo… aunque las cuatro situaciones citadas se pueden resumir en irracionalidad. ¡El logos que no falte! Supongo que la omisión de la palabra metafísica es una imposición editorial para un libro de divulgación. “Mente, cerebro y cuerpos son uno. No existe ninguna mente no material… que el feminismo moderno haya abrazado el mismo dualismo trasnochado, con su familiar negación del cuerpo es de lo más desconcertante” (De Waal, 2020, 370).
La descalificación es cierta pero debe ser matizada. El sistema metafísico, el sistema del logos es omniabarcante. Vivimos en una sociedad en la que la metafísica representa el pensamiento masculino Y la mujer no tiene posibilidad de desarrollar un pensamiento alternativo que se pueda oponer a él. Cuando se establece el “logos” la mujer es expulsada del conocimiento (Irigaray) sin qué pueda o quiera reintegrarse a él. Como he dicho otras veces es una cuestión de interés. Las reglas del juego han sido establecidas por el hombre en la metafísica y si la mujer quiere oponerse a su pensamiento, tiene que hacerlo dentro del sistema por él establecido. Esa es la realidad de que el feminismo haya abrazado el dualismo machista y metafísico. “La prioridad de la mente sobre el cuerpo nunca fue popular entre las mujeres hasta la segunda ola feminista, después de la Segunda Guerra Mundial… esta tendencia a dejar de lado el cuerpo y poner el énfasis en la mente puede haber tenido altibajos, y no es unánime en el movimiento feminista, pero sigue siendo reconocible” (De Waal, 2020, 371). “No todas las feministas ven la emulación de los hombres como el camino a la igualdad. Hay muchas de ellas que abrazan y celebran el cuerpo femenino, su papel único en la procreación, y el placer y el empoderamiento que proporciona… cuanto más radical es la adhesión a la idea del género como constructor social, menos sitio se le deja el cuerpo” (De Waal, 2020, 372). En cualquier caso esa celebración del cuerpo sería uno de los feminismos alternativo. Lo que no quiere decir que sea la única posibilidad, que como otras veces he comentado, residiría en el establecimiento de un pensamiento femenino realmente alternativo a la metafísica y que no tendría por qué ser ni homogéneo ni sistemático. El libro acaba con una celebración de la diferencia: “Todo se reduce a amor y respeto mutuos, y a la apreciación del hecho de que los seres humanos no necesitan ser lo mismo para ser iguales” (De Waal, 2020, 375). Emulando a Paul Eluard: “Hay otros feminismos, pero están en este”
El desgarrado. Febrero 2024.