» 25-01-2024

Señoreas y señores 93-1. Diferencias y tendencias: macho-hembra el dimorfismo sexual biológico.

El diferente comportamiento generalizado de los dos sexos -evolutivamente- solo puede responder (en principio) al instinto que a su vez debe dimanar de la diferencia sexual (que es la única diferencia que exige distintos comportamientos). La mujer pare y cuida. El hombre protege y alimenta. Lo de parir es determinante, el resto es intercambiable. La situación en que el dimorfismo se encuentra en toda su crudeza es en el coito y ya los intereses son divergentes. El hombre no necesita constituir un núcleo familiar. Le basta con expandir su semilla, lo que se asegura con muchos coitos y muchos espermatozoides. La mujer necesita el núcleo familiar: un hombre que les alimente y les proteja. Incluso necesita un periodo en el que no aparezca otro hijo (lo que se consigue con la alimentación a demanda). Porque el celo en la mujer es perpetuo. No hay paz sexual en la especie humana. Parir y cuidar son posiciones sintéticas, tratan de construir todos (la familia en el espacio y la duración en el tiempo). Proteger y alimentar requiere destruir: A los enemigos y a las presas de caza. Hemos afirmado que el análisis más la violencia es la destrucción. Deberíamos preguntarnos ¿por qué aparece la violencia en el hombre? 

 

El concepto de violencia es un concepto “cajón de sastre”, que reúne manifestaciones que tienen en común el uso de la fuerza y la explotación del éxito.  Pero no es un concepto biológico sino que está teñido de moralidad (no matarás). Para la naturaleza la violencia es perfectamente asumible para comer, para joder y para determinar un territorio, pero excepto para comer (en el que la ingesta es imprescindible) en las otras la violencia es ritualizada (Lorentz). Para la sociedad es  altamente peligrosa y la reprime en todos los casos… a los individuos, porque el Estado se guarda el derecho a ejercerla en solitario. Esta represión (biológicamente representada por la adrenalina en el torrente sanguíneo que exige su consumo en la acción) utiliza diversos tipos de reorientación que cuando no son posibles dan lugar a la ira: la violencia desatada. Esa ira se manifiesta en agresiones a uno mismo (autolesiones), a los objetos (destrucción) o a los otros seres humanos (violencia intraespecífica). Tradicionalmente los hombres ejercen la fuerza intraespecífica (mujeres. niños, extranjeros, raros, altersexuales) y las mujeres la utilizan contra sí mismas o contra los objetos (romper la vajilla), aunque también la subliman en el llanto (equivalente a una pauta de sometimiento). En cualquier caso la cuestión es que la violencia se orienta a objetos para los que no estaba prevista biológicamente, singularmente, el ejercicio del poder. Se roba, se mata, se ofende, se destruye, porque se puede. Es una manifestación de la libre voluntad. Los mandamientos (reglas de convivencia social) así lo manifiestan: respetarás a los padres, la vida y las pertenencias de los otros, la mujer del prójimo y tu propio cuerpo.

 

Y siguiendo con el dimorfismos sexual, el hombre es promiscuo y la mujer no. No sabemos por qué en la especie humana la elección de pareja la hace el hombre (¿Porque la violencia se lo permite?). En el reino animal siempre es la hembra. Se produce el cortejo y la hembra decide. Creo que el cambio de decisor es una cuestión cultural sin olvidar que la especie humana es la única que utiliza la violencia en las relaciones más allá de comer, joder y definir el territorio. Pero, originalmente el hombre no decidía lo, que no le privaba de elegir y lo hacía por una serie de aspectos (juventud, lozanía, buen estado físico, ausencia de taras o enfermedades), buena estructura para parir, conjunto que culturalmente evolucionará a la belleza. Evidentemente la mujer también elige por la belleza del hombre (por las mismas cuestiones que el hombre), pero además necesita que sea adecuado para proteger y alimentar. La violencia y la riqueza entran en juego. La mujer necesita algo más que ser bella, necesita despertar el deseo del macho (seducir) para que el coito se produzca. El hombre para ser elegido ademas de la belleza necesita ser admirado, es decir elegido, es decir seducir. Con distintos fines inmediatos utilizan la misma estrategia, y un mismo fin último: la viabilidad de la especie. Pero el hombre había introducido una nueva pieza en el rompecabezas:  obtener sexo con violencia: la violación. 

 

La violación acaba con el sexo por acuerdo para adentrarse en el sexo por imposición (algo inusual en el mundo animal), en el sexo con violencia. Aquello podía romper la convivencia y la sociedad se puso a regularlo. El intercambio de mujeres era una institución social y el rapto de mujeres (violentamente o no) debía desaparecer. Cuando el intercambio de mujeres se convirtió en una práctica común hubo que regular el incesto. Las mujeres debían salir enteras de la casa familiar hacia su nuevo dueño. Por otra parte una vez establecida la patrilinealidad (exigida por la creación de una clase dominante por la herencia de los privilegios y las riquezas) era importante garantizar que los hijos eran solo del padre. El incesto, la violación y el adulterio quedaron instituidos como prácticas sociales cuya transgresión era castigada con penas desmesuradas. Para qué señalar que, en todas, la mujer era tratada como mercancía. El hombre había tomado el poder y lo ejercía con violencia. La mujer se había convertido en mercancía de cambio, posesión del hombre y objeto de deseo del enemigo, pues en la guerra violar a las mujeres del enemigo debió ser parte de la orgía de desacato social, que incluía, además, el robo y la muerte.  La guerra era algo más que economía, territorialidad u hostilidad al extranjero. Era también catarsis de la represión social, reorientación de la violencia hacia el exterior. En un mundo mítico-simbólico las cosas que importaban eran éstas y no las mezquindades que ahora nos acucian.

 

La guerra debió ser la primera ciencia que interesó al hombre. Toda la estructura social se erigía sobre ella. Las guerras debían ser ganadas… sí o sí. Se imponía planearlas. Empieza así la escalada armamentística que había empezado en el hacha de mano y continúa con las armas arrojadizas. En la dialéctica ofensivo/defensivo, a las primeras se les oponen los escudos y a los escudos nuevas armas. Las primeras ciudades eran mecanismos de defensa por un arma defensiva que hace historia: la muralla… a la que se opondrán las torres de asalto y las catapultas. Dialéctica en la que todavía seguimos. Analizar, agredir, destruir. Las armas ofensivas eran analíticas, buscaban destruir, descomponer, reducir a elementos simples (no organizados). La armas defensivas eran sintéticas, construían, y se oponían a la destrucción. Las armas sintéticas crean conocimiento, fundan la arquitectura, impulsan el desarrollo, evitan la destrucción…, pero solo existen como reverso de las primeras.  

El amor. Hombre y mujer están atados por la familia y separados por sus intereses. El hombre ensaya la dominación absoluta pero la mujer dispone de bazas importantes, singularmente el sexo. El hombre se pierde por el deseo sexual y de ese hilo tira la mujer para sobrevivir a un energúmeno que no duda en herir física y síquicamente,  raptado por su biología. Al fin y al cabo la mujer había heredado de su prima bonoba el intercambio de comida y protección por favores sexuales. La herramienta estaba allí. Paro tampoco es desdeñable la paz familiar como estrategia de prolongación de la convivencia. No es lo mismo una mujer sumisa (aparentemente) que proporciona la paz familiar que una fiera dispuesta a que la convivencia sea una guerra sin fin. 

 

La naturaleza encontró en el transcurso del tiempo que la convivencia era imposible para los padres e imprescindible para la prole e inventó el amor (las crías humanas nacen prematuramente y necesitan varios años para valerse por sí mismas). El amor es un estado de locura pasajera que nos muestras al objeto del amor como lo único posible en la vida. El cóctel de hormonas que se pone en juego inhibe la agresión, aumenta la comunión y sobre todo lima todas las diferencias que aconsejan a cada uno de ellos: salir corriendo. Pero la naturaleza es parca en sus recetas y proveyó de amor durante el tiempo que la cría  necesitaba de cuidados intensivos: cinco-siete años o bien era el tiempo máximo en que los cónyuges podían estar en estado de aturdimiento. Si el tiempo del amor alumbraba otro sentimiento como el compañerismo (que presuponía una comunidad de intereses anteriormente inexistente) o… a otra cosa mariposa: otra pareja y otra prole. Es posible que existiera un tiempo en el que el apareamiento para una sola cría fuera la norma y que la aparición de un vínculo amistoso (comunuidad de fines) lo prolongara (Lorentz). Lo más extraordinario del amor es como nuestra sociedad racional lo ha integrado cuando no es comprensible desde sus parámetros. 

 

El desgarrado. Enero 2024.

 




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