» 16-10-2024 |
Vaya por delante que Bergson no utiliza la palabra humor en el sentido que le damos actualmente. Para él es una manifestación de la sátira por medio del lenguaje científico. “La risa” se publicó en 1913, hace pues más de cien años, que si por una parte pesan (los conocimientos de biología, sicología, neurología eran mucho más limitados) por otra delatan una modernidad envidiable. Su planteamiento de otra escena imaginaria alternativa a la lógica de la razón que funcionaría por contagio, afinidad, o contacto es innovadora y su apreciación de la risa como mecanismo corrector social de la vanalización del “trabajo” social es importante. Me limitaré aquí a hacer unas correcciones que rellenen los huecos que -en su momento y en su razonamiento- fueron imposibles de colmar: ¿Qué es el ridículo, qué es la risa, qué es la comicidad, por qué se producen, cómo? Bergson renuncia en su texto a encontrar una fórmula que englobe los fenómenos de la comicidad y la risa, pero es seguro que con nuestros actuales conocimientos lo habría abordado.
El mecanismo biológico de la risa es universal. Es el de todos los sistemas de reacción orgásmicos que se cargan paulatinamente y se descargan explosivamente, produciendo el placer de la desaparición de la tensión: la tos, el eructo, el estornudo, la micción urinaria, las deposiciones, las ventosidades, etc. (y no es casual que muchas de ellas tengan connotaciones cómicas infantiles) toman su modelo de las descargas neuronales. Biológicamente la tensión es energía acumulada para algún fin. En el caso de la huida o la lucha (dos mecanismos bien conocidos en los seres vivos) se produce en los depósitos de glucógeno y se dispara por acción de la adrenalina. Pero no siempre se consume (en el disparo) esa adrenalina vertida en el torrente sanguíneo -como mediador- lo que resulta nocivo para el organismo. En especial la sociedad es una fuente inagotable de falsas alarmas que exigen la reducción de esa adrenalina sin haber sido utilizada. El mecanismo más socorrido es la reorientación: encontrar un objetivo alternativo en el que gastar la energía dispuesta para la acción. Es el caso del puñetazo en la mesa o la patada al gato. La permanencia de la adrenalina en la sangre provoca estrés y afecciones cardiacas. No quiere decir que sea el único mecanismo de estos dispositivos orgásmicos. En el caso de la tos o el estornudo se acumula energía para mejor efectuar la labor de desatascamiento que las caracteriza. En el caso del orgasmo sexual la tensión acumulada impulsa al organismo a la perpetuación de la especie. Gran parte de los mecanismos de recompensa son de este tipo y el placer es la disipación de la tensión. En la relatividad el placer es la ausencia de dolor.
Así pues la risa es la disipación de la energía acumulada como tensión debida a los contratiempos sociales (la tensión individuo/sociedad), y como en otros casos, es involuntaria (sobrevenida)… hasta que se convierte en terapia (se administra voluntariamente para disolver tensiones: la industria del entretenimiento). Si bien la risa no es voluntaria, sí lo son los mecanismos para desencadenarla: la comicidad. Aún así siempre estaremos en la posibilidad de una risa “natural” y una risa inducida. Queda claro, por tanto, que la risa no es un mecanismo de corrección social de desajustes convivenciales, sino un mecanismo de disipación de energías, de pacificación del equilibrio interno de nuestro organismo. Una forma de reorientar la energía acumulada, a su consumo y, por tanto, su neutralización. La risa es la consecuencia y no la causa de la comicidad… aunque es su forma visible. Por lo tanto la risa no era el mejor título para este fenómeno (y este texto) sino que “la comicidad” hubiera sido el adecuado.
Otro concepto que afecta al ser humano (y que en este caso no se encuentra en los animales) es el ridículo. Bergson menciona el ridículo en varias partes de su trabajo pero sin definirlo. En la página 13 comenta que resulta ridículo el espectáculo de los danzantes si les quitamos la música, y sentencia: “¿Cuantas cosas no veríamos pasar de lo grave a lo cómico si las aislásemos de la música de los sentimientos que la acompañan?” (Bergson 2013, 13). El ridículo sería así el paso de lo grave (serio) a lo cómico… por abstracción de los sentimientos. Somos animales sociales, con una gran confrontación (contradicción) entre lo individual y lo social. El concepto que de nosotros tengan los demás es muy importante por lo que incurrir en situaciones o actuaciones que se alejen del ideal social, de las costumbres establecidas, es bochornoso. Tenemos una idea precisa de lo que debemos hacer en sociedad para ser apreciados como miembros reputados. El paso de una situación de seriedad (lo que hay que hacer) a una situación de infiabilidad (que por diversas circunstancias se define como cómica) es el ridículo. El ridículo es un fallo en la fiabildiad (adecuación) social.
Pero el ser humano tiene la facultad de prever, esa es su principal arma para sobrevivir. Conocer las intenciones del enemigo es haber ganado media batalla. En primer lugar podemos prever las situaciones de peligro futuras. Es el temor previsto, un mecanismo que condiciona la conducta del ser humano… aunque no siempre corresponde a un peligro real. Y esa previsión incluye el ridículo. Tememos el ridículo porque delata nuestra infiabilidad social, nuestro desajuste. Pero la previsión tiene otro aspecto. Por más que nos empeñamos en prever los actos de los demás esa previsión nunca es completa. Ser capaces de prever ajustadamente, sería un ideal de perfección que solo nos puede provocar alegría. Acertar, ganar, triunfar son diversos aspectos de vencer al azar en la previsión del futuro. ¿Pero que es la alegría?
La alegría es la otra manifestación del placer: la recompensa. No por ausencia de dolor sino por presencia positiva de satisfacción, por mejora del balance de la economía del placer. La alegría requiere de la ausencia de tensión pero además aporta el balance positivo de la gratificación. Y aquí aparece el principal mecanismo de la comicidad: el descubrimiento de la previsibilidad puntual de nuestro entorno. Todo lo que es mecánico, rígido, automático, repetitivo, maquinal, nos da la alegría de que la previsión es posible, de que tenemos una guía para conducirnos en un mundo que de otro modo sería proceloso. Y esa mera constatación general (la previsión funciona) nos aporta alegría a la satisfacción particular de haber acertado en el caso concreto. Y la tensión se disipa en carcajada, risa o sonrisa dependiendo de su intensidad. La distracción es otro de los mecanismos de la comicidad que si no existiera sería necesario inventar. Si la previsión es un arma, el distraído no es contrincante y por lo tanto produce el placer de la innecesariedad de la lucha (por una vez). No es necesario preverlo sino descartarlo. Si algo se puede decir de Don Quijote es que es inofensivo. “La vida real es un vodevil cuando produce efectos de este género, y por consiguiente cuando se olvida de sí misma, pues si siempre se estuviese observando sería una variada continuidad, un progreso irreductible, una unidad indivisa. Y he aquí porque lo cómico de los actos puede definirse como una distracción de las cosas, de igual modo que lo cómico de un carácter individual consiste siempre, como ya lo insinuamos y más adelante lo probaremos, en cierta distracción fundamental de la persona. (Bergson 2013, 77). ¿Es la vida real lo serio, lo que focalizamos?
Con el placer de acertar en la previsión, ganar en el envite, triunfar ante la adversidad, se suscita el tema del juego. Existe una industria del placer de la previsión: el juego organizado. El juego es para los animales un medio de aprendizaje y por tanto la superación de las limitaciones que supone el conocimiento genético/instintivo. El juego es el principio de la cultura, de la memoria no genética. También para nosotros, que asociamos inevitablemente el juego con la infancia: el escondite es el juego por el que se aprende la constancia de la materia, la diferencia entre existir y percibir. El cuento es el aprendizaje de la verosimilitud del relato y sus condiciones de secuencialidad, causalidad, necesidad, intriga. La representación ahonda en el simbolismo más allá de la presencia: una caja de zapatos representa un automóvil, un niño representa un rey en la ficción. La representación en el espejo (Lacan) produce la identidad y la autoconciencia. El juego involucra siempre la incertidumbre del resultado (la manipulación de lo real sin relaciones necesarias), y la conciencia de ganar cuando se prevé adecuadamente. ¡Es la fiesta de la previsión! Bergson comenta los juegos infantiles en el apartado de los actos/situaciones cómicas. Recordemos que para muchas culturas jugar e interpretar es equivalente, y por lo tanto actuar es jugar (Play, jouer). El diablillo del resorte (que tanto se aproxima al mecanismo de la tensión/distensión), la marioneta (el que maneja el destino desde la sombra), la bola de nieve (el eterno retorno). El teatro (la representación, pero también la risa inducida, la industria del regocijo) ahonda en los mecanismos de lo cómico verbal y de la repetición, la inversión y la convergencia.
¿Qué decir de lo serio? ¿Es lo opuesto a lo cómico? Tal como hemos comentado es para Bergson: lo grave, lo dramático. Pero también lo relaciona con la libertad:
“Recordemos que cuanto hay de serio en la vida arranca de nuestra libertad. Los sentimientos que fuimos madurando en nuestro interior, las pasiones cuyo fuego conservamos, las acciones deliberadas, decididas y ejecutadas por nosotros, todo lo que procede de nosotros y es verdaderamente nuestro, comunica a la vida su desarrollo dramático y generalmente serio. ¿Qué se necesita para cambiar todo esto en comedia? Habría que suponer que una aparente libertad cubre un juego de fantoches (marionetas). Que somos, como dijo el poeta: humildes marionetas cuyos hilos están en manos de la Necesidad. No hay pues, escena real, escena seria y hasta dramática, que no pueda llevarla la fantasía hasta lo cómico con solo evocar esta sencilla imagen. No hay juego que tenga ante sí más basto campo” (Bergson 2013, 63). Por otra parte: “Nada hay cómico sino el hombre… el carácter” (Bergson 2013, 97). No hay más referencias a lo serio en el texto.
La inteligencia es condición de posibilidad de lo cómico: “Fuera de lo que es propiamente humano no hay nada cómico” (Bergson 2013, 12). “Lo cómico habrá de producirse, a lo que parece, cuando los hombres que componen un grupo concentren toda su atención en uno de sus compañeros, imponiendo silencio a la sentimentalidad y ejercitando únicamente la inteligencia” (Bergson 2013, 15). “Lo cómico, para producir todo su efecto, exige como una anestesia momentánea del corazón. Se dirige a la inteligencia pura” (Bergson 2013, 14). “Toda situación podrá hacernos reír, sea grave o leve, siempre que el autor sepa presentarla de modo que no nos conmueva” (Bergson 2013, 106). Allí donde el prójimo deja de conmovernos empieza la comedia” (Bergson 2013, 98). Las sensaciones/emociones son incompatibles con la comedia, pero no es suficiente. Además se exige la presencia de la inteligencia pura. No lo afirmaríamos hoy tan rotundamente. Los grandes monos hacen bromas, claro que también los podemos reputar inteligentes. Lo único que se desploma es la férrea línea divisoria que nos protege de la animalidad.
La vida es teatro. “la comedia es un jugo, un juego que imita la vida! (Bergson 2013, 56). Pero ¿que es la vida? “La vida se nos presenta como una evolución en el tiempo y como una combinación en el espacio. Considerada en el tiempo, es el proceso continuo de un ser que está envejeciendo sin cesar, es decir, que nunca vuelve atrás ni se repite. Considerada en el espacio, presenta elementos tan íntimamente solidarios, tan exclusivamente hechos los unos para los otros, que ninguno de ellos podría pertenecer al mismo tiempo a dos organismos diferentes: cada ser es un sistema cerrado de fenómenos incapaz de interferencia con otros sistemas. Cambio continuo de aspecto, irreversibilidad de fenómenos, individualidad perfecta de una serie encerrada en sí misma: he ahí las los caracteres exteriores (reales o aparentes, poco importa) que distinguen lo vivo de lo puramente mecánico. Obrando ahora a la inversa tendremos tres procedimientos cómicos que llamaremos, si queréis, repetición, inversión e interferencia de series. Fácil es comprobar que estos procedimientos son los del vodévil y que no podrían ser otros. (Bergson 2013, 69). ¿Qué quiere decir “obrando a la inversa”? Que la vida es lo contrario de la comedia? ¿Que la vida es lo serio… o quizás el drama? Desde luego los tres procedimientos de la comedia son los exactos opuestos de los tres elementos de la vida.
La comedia -para Bergson- es un mecanismo de corrección y humillación social. Corrige la tendencia del ser humano a relajar el continuo esfuerzo (trabajo) de adaptación a sus semejantes (de socialización)… entregándose a la inactividad y al reposo. Sacude las conciencias con la amenaza de corrección y la perspectiva de humillación. “Y por esta razón hace que se cierna sobre cada uno, si no la amenaza de una corrección material, la perspectiva al menos de una humillación que no por ser levísima deja de ser temida” (Bergson 2013, 99). ¿Es humillante la comicidad: sí; es lo suyo un efecto corrector: también. El problema es ¿cómo se articula este afecto? Todo parece fluir si separamos la humillación (comicidad) de la corrección (risa) como dos mecanismos complementarios pero netamente distintos. Pero podría ser de otra manera.
El desgarrado. Octubre 2024.