» 15-12-2019

Visto y oído 39. “La balada de Cable Hogue”. TCM. 14/12/2019.

Fecha de estreno: 7 de junio de 1971 (España)

Director: Sam Peckinpah

Música: Jerry Goldsmith

Música compuesta por: Jerry Goldsmith, Richard Gillis

Guion: John Crawford, Edmund Penney, Gordon T. Dawson.

 

Parece mentira que una película con casi cincuenta años conserve la modernidad que esta película conserva. Multipantallas, tomas aceleradas, un tratamiento de los primeros planos intenso, tomas de tele magníficas. Parece mentira también que la moral sea, más que laxa, inexistente. La prostitución es tratada como un dato, la religión como una anécdota, sin magnificación moral alguna; la muerte y la venganza se convierten en algo de realización circunstancial. El progreso es algo que acecha a un género y a unos personajes que no están hechos para resistirlo. Los protagonistas aceptan su destino con una resignación que los hace estoicos y ante el que no oponen ni la más mínima resistencia. Pero además hay humor, unos diálogos incisivos, y una historia singular. La transición del agua a la gasolina inaugura un mundo nuevo en el que el protagonista no tiene cabida.

 

Es cierto que el montaje se resiente de falta de fluidez y que los primeros planos resultan a veces intrusivos. El color (aquellos amarillos y rojos chillones) no tiene la perfección actual pero las tomas lejanas son soberbias, el ritmo es perfecto y el guión magnífico. Stella Stevens (hoy olvidada) fue un icono sexual/inocente de su época -al modo de Marilyn- seduciendo incluso a Jerry Lewis. Jason Robards consigue una de sus grandes interpretaciones en un papel cómico en el que no se ríe nunca (de hecho no se ríe nadie, excepto el banquero) y David Warner compone un clérigo de prolongada memoria para los cinéfilos. Pero lo más asombroso es que Peckinpah se había hecho famoso por la violencia que imprimió a sus películas (Grupo salvaje, Perros de paja, La huída), que fue ampliamente criticado y que en esta película no aparece excepto en los disparos que Robards propina a su antiguo ejecutor y que seguramente, supieron a poco a sus seguidores. Recuperar la cancion Butterfly morning es un aliciente añadido.

 

En sus películas la violencia es algo que se produce como natural en la sociedad en la que vivimos. Violencia social, sexual, inopinada, gratuita. La violencia es la marca del ser humano. ¿Que pasa entonces en esta película? pues que la violencia es obra del progreso. La muerte de Robards -que se produce porque Robards es incapaz de comprender el progreso- es sintomática de que asistimos al nacimiento de una nueva violencia. Pero además la violencia no siempre consigue su cometido. En el caso de Robards, primero le conduce a la fortuna y al amor aunque finalmente le conduce a la muerte. Nadie escapa de la violencia… excepto uno de sus ejecutores que es redimido por el perdón.  Como en todas las buenas películas, ni el bien ni el mal están claramente delimitados, se entrecruzan en los personajes y se entremezclan de forma inextricable. Como en “La leyenda de la ciudad sin nombre” ni la moral,  ni las virtudes religiosas están bien delimitas. Spilberg -con su moral mosaica- tardaría años en llegar para poner Orden. Recuperar estas películas es disfrutar de una libertad que hoy es imposible. Ahora nos encontramos con la radicalidad del mal pero no con la alegre amoralidad e irreligiosidad.

 

La recuperación nos ofrece además la oportunidad de ver lo que la censura franquista nos escamoteó. Momentos de sexo inocente, que para aquellos censores debieron de ser truculentos, pero que hoy nos parecen triviales, tanto en imágenes como en palabras. No está de más que la revisión de las películas sea además la revisión del espacio sociológico de la censura, que no deja de formar parte de la historia del cine (y de la dictadura) en España. Revisionar una película que se vio hace cincuenta años es una experiencia interesante. Comprobar que el buen recuerdo era totalmente justificado, es aún mejor.  Pero creo que para las nuevas generaciones no está de más comprobar que la moral el ingenio y la sapiencia cinematográfica ya existían y no solo en blanco y negro. Y que la reflexión sobre la violencia ya había comenzado. Imprescindible.

 

El desgarrado. Diciembre 2019.

 




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