» 20-12-2019

Visto y oído 40. “Esta bruma insensata” Enrique Vila-Matas. Seix barral. 2019.

Vila-Matas no vive en la literatura. Vive frente a la literatura. Su labor es analizar su propio trabajo con la dedicación de un entomólogo. En todas sus obras se abre paso un análisis exhaustivo del oficio de escritor y por tanto de la literatura. Para muchos fue Flaubert el que inventó la modernidad en literatura. “Madam Bobary” y “La educación sentimental” inician una nueva forma de hacer literatura en la que los microsucesos, los detalles, las nimiedades se sobreponen a la trama, a los caracteres de los personajes y a la intriga. Tras él vendrán Mallarmé, Wolf, Conrad, Joyce y tantos otros. La literatura nunca será igual y de esa retahíla proviene Vila-Matas. El literato moderno pretende encandilar (es decir mantener la atención, seducir, entretener) sin  que el relato aristotélico se haga presente: causalidad, secuencialidad, necesariedad, intriga.  Sin que el relato mítico reaparezca.

 

No es fácil. El escritor debe crear una expectación que no se basa en las reglas del relato antiguo (aristotélico). Muchas veces en nimiedades sin consistencia. La literatura se abre a una serie de “argucias” que tratan de encandilar sin tramar. El lector debe ser envuelto en una bruma que le intrigue sin que el final feliz, esperado o imprevisto cobre carta de naturaleza. No olvidemos que el modelo del relato aristotélico es la novela policiaca: una trama intelectualmente urdida que puede ser anticipada pero cuya anticipación supondrá el fracaso del novelista. Por eso suelen ser tan farragosas. El novelista prefiere perder la inteligibilidad que ser descubierto. Leer una novela “moderna” supone exponerse a un trama intramada rodeada de unos microsucesos que no siendo significantes deben alcanzar a serlo.

 

En “Esta bruma insensata” Vila-Matas nos enfrenta a un escritor y su doble. El éxito y el fracaso, Barcelona y New York, el genio y la mediocridad, el alcohólico y el sobrio. Ante un planteamiento así lo primero que el escritor se debe plantear es quien cuenta, quien narra. Vila-Matas decide que debe narrar el perdedor, aunque en un momento de la novela la posibilidad de que haya sido el ganador el que narra, se vuelve factible. Jekill y Hyde, el bien y el mal, se debaten ante nuestros ojos  en un campo de batalla que lejos de ser el campo moral es el campo literario, la literatura, la novela. Y de dos tipos de literatura se trata: la literatura de las citas y la literatura de los saltos. La traducción y la improvisación. El trabajo callado del erudito y la cabriola vibrante del trapecista. Vila-Matas nos propone dos sujetos (de la misma estirpe) pero son en realidad dos opciones que se debaten siempre dentro de todo escritor: el trabajo y el genio.

 

El amor no tiene cabida en esta pelea por ganar la literatura. Ni Siboney ni Dorothy tienen nada que hacer en esta trifulca. De hecho ambas están ausentes. Si son musas son musas de segunda fila. Quizás La tía Victoria es mucho más musa que ambas. Pero no está del lado del amor sino del lado de lo familiar, de la estirpe. El problema es un problema personal del escritor. La novela transcurre en tres días y en tres escenarios (casi cinematográficos). El primero es la memoria, tras el que Cadaqués y el ensanche barcelonés (especialmente el hotel Alma) completan la terna. El trasfondo es la declaración “simbólica” de la independencia de la República catalana. El helicóptero que se convirtió en la imagen acústica y visual del “gran hermano” que velaba porque los catalanes fuéramos libres, hace cumplido acto de presencia. Porque la metáfora del Gran Hermano (gran bros) es continua.

 

De alguna manera el perdedor obtiene una victoria pírrica ante su gran hermano. Pero no es completa porque uno no puede vencer cuando su interlocutor es él mismo. La operación acaba en tablas. Si Vila-Matas había pensado que el oficio le ganara la partida al genio, al final no se atreve a escenificarlo. La literatura es oficio y genio. A veces prevalece uno y a veces lo hace el otro. Pero quizás el oficio es más correoso que el genio. Da la impresión que en una lucha extendida el oficio será capaz de ganar, por austero, por mediocre, por fajador. El autor prefiere perderse en la ambigüedad sin definirse. En cualquier caso si ha ganado ha sido a los puntos. No hay una victoria definitiva que no sea la tía Victoria.

 

El desgarrado. Diciembre 2019.




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