» 13-11-2020

visto y oído 59. ¡La inefable publicidad!

Veo un anuncio de una madre y una hija embarazada que hablan en la cocina. Se siguen los tópicos habituales: la madre habla sin parar y se contesta a las preguntas que presume que su hija le contestará con el consabido ¡ay mamá! Sin embargo en este caso la hija le contesta: el hijo se llamará como el abuelo.  momento abrazo, besos y emoción desbordada. ¿De que es el anuncio?… de chocolate. ¿Cual es la relación entre el chocolate y la emoción de madre e hija? Pues, agárrense, los chocolateros también comparten. Hace ya muchos años que la publicidad no anuncia, describe o canta las bonanzas de sus productos sino que que expone emociones que queden enlazadas con su marca (lo que no es fácil). Hay automóviles que venden el placer de conducir (¿te gusta conducir?), cereales que crean familia, incluso un cacao en polvo que presume de que hace grumos (vende distinción, negativa pero distinción).

 

Hace cincuenta años Baudrillard (“La sociedad de consumo”) destacó que la publicidad no quería -ya entonces- destacar las maravillas de sus productos sino incidir en que ese producto se tomaba muy en serie su función de cuidar, pensar y tener en cuenta a sus usuarios. Fue un primer paso (el cuidado, tan femenino él) que posteriormente condujo a las emociones. La cuestión es que la racionalidad no interviene en este asunto. El consumo no puede ser racional pues eso conduciría a su reducción exponencial. El consumo debe ser i-rracional, emocional, ético-moral (el cuidado) como única manera de que sea desmedido, descerebrado, afectivo. No se come para alimentarse, ni siquiera para obtener placer. Se come para darse una emoción, un premio, una compensación. Se equilibran las carencias competitivas (el fracaso), afectivas (el desamor), el abandono (la soledad o el des-cuido), mediante una compensación emocional en forma de ingesta alimentaria. La obesidad está garantizada. Un obeso es un enfermo mental. Tiene unas carencias afectivas que se automedica con alimentos. Alimentos que previamente la publicidad ha caracterizado como altamente recompensatorias afectivamente.

 

Un relativamente reciente documental de “equipo de investigación” nos mostraba los millones de toneladas de alimentos que se tiran a la basura. La publicidad es la principal causa. Los alimentos tienen que tener un aspecto determinado (atractivo, fresco, maduro, igual (?), etc.). Todo lo que escapa de esos parámetros es desechado, pero no se regala a los menos favorecidos (eso sería reincorporarlo de nuevo al circuito comercial) lo regalado ya no se compra sino que se destruye. Naturalmente primar el aspecto (maduración en cámara, color por inyecciones, manipulación genética, manipulaciones químicas) es descuidar la calidad. Para que la compra sea lo más compulsiva posible los alimentos se envasan en plástico de modo que la compra sea instantánea. La cantidad de residuos es demencial. Y además de los peores, de los imposibles de reciclar. Un anuncio de una marca alimentaria afirma: no hemos suprimido los envases de plástico pero usamos los que menos contaminan. ¡Ya no se aspira a no contaminar sino a contaminar menos que los demás! Las grandes cadenas de supermercados compran directamente a los agricultores lo que les permite apretarles más y conseguir todas las plusvalías desde el campo a la mesa. Con esas ganancias exorbitadas (por encima del 1.000/100% = diez veces más) pagan la publicidad que no nos habla de la bondad de sus productos sino del cariño añadido que aportan.

 

En resumen: peor calidad, precios abusivos, emociones desatadas, todo para hacer del consumo algo i-rracional, desmedido, con la consecuencia de millones de toneladas de alimentos que se tiran a la basura y la obesidad generalizada. Eso es lo que esconden esas maravillosas imágenes de cariño y afecto que nos cuela la TV. ¿Hay alguna diferencia con el Estado de propaganda de Hitler o Stalin que mostraban los logros y escondían escrupulosamente el holocausto o las purgas progrom? ¿Hemos mejorado algo desde los fascismos y los comunismos de estado de hace 70 años? La cruda realidad es que todas aquellas enseñanzas no han caído en saco roto. El capitalismo -que se llena la boca con la denuncia del fascismo y el comunismo (bien que más éste último)- ha reutilizado todos esas atrocidades en su empeño por la desigualdad integral. El capitalismo es la continuación del fascismo y el comunismo por otros medios… pero los mismos métodos.

 

La publicidad es el maquillaje del capitalismo y el capitalismo es el maquillaje del fascismo y el comunismo. Los mismos perros con distintos collares. Al final todo es un problema de dominación y en eso no se diferencian en absoluto. Las ideologías son la fachada pero el alma es la dominación. No hay derecha e izquierda sino dominación, y los políticos son los sacerdotes de esa dominación. La obesidad no es una enfermedad, es una manipulación por influjo. El hambre en el mundo no es un problema de la escasez sino de la abundancia. La cantidad y mala calidad de los residuos es una estrategia de ventas del capitalismo. Hay algo que muestra que capitalismo y fascismos o comunismos son primos hermanos: el odio a los emigrantes, a los de otras razas, religiones, o tradiciones. Ahí todos se hermanan. La dominación bien entendida empieza por los otros. Si esperas que el capitalismo resuelva tus problemas… espera sentado.

 

El desgarrado. Noviembre 2020.

 




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