» 17-12-2020 |
Otras veces os he hablado de Aaron Sorkin, ese judío militante, quijotesco y excelente hombre de TV y de cine, republicano al modo francés (la república como mucho más que un régimen político, como un modo de vida honesto y liberal) que defiende con denuedo el “politic system” como difícilmente separable de la democracia pero con un sesgo épico que, hoy, parece trasnochado. Sabéis que no comulgo con el otro gran judío del cine americano: Spilberg, porque me parece que es excesivamente moralista. La moral es manipulación. Spilberg no da opciones: habla desde el púlpito y desde allí dogmatiza. Y no estoy hablando de solvencia técnica o creativa sino de adoctrinamiento. Kubrick escrutó la vida buscando la verdad; Los Cohen deconstruyen al homo sapiens mostrándonos la enorme estupidez del género humano; Almodovar llena la reflexión de caspa cutre-estructural y, el para mí incomparable Scott, deja en manos del espectador la decisión moral sobre la historia que nos presenta. Todos son enormes cineastas y todos son postépicos (excepto los judíos citados, pero es que ser el pueblo elegido… marca). La influencia de Flaubert (el microacontecimiento, la no-historia, las partículas, son detectables en todos ellos.
En uno de sus programas Garcia Farreras comentó que “el ala oeste…” era probablemente la mejor serie de TV de todos los tiempos. Y ahí me entró la intriga por revisitarla. Amazon la tiene en catálogo y me puse a ello con este resultado. Empezaré por una suposición: Sorkin es periodista, si no de facto, sí de vocación. Sus series hablan siempre de periodismo: político, deportivo o televisivo. Y siempre de forma épica. En “el ala” parece que se habla de política pero no: se habla de periodismo, sea como comunicaciones, como relaciones o como realización de discursos pero los cuatro protagonistas son periodistas (de facto o de iure). Y el presidente podría serlo. Pero el resto del elenco está inmerso en el periodismo por pasiva: la familia del presidente, las relaciones personales de los protagonistas, el personal subalterno. La prevalencia de los periodistas es tan evidente (ningunean al presidente continuamente y son ninguneados por su personal subalterno) que Sorkin reviste al presidente de extrema erudición y aguante inaudito que no le queda más remedio que alternar con muestras puntuales de autoridad.
A esta luz es fácil entender la afirmación de García: el periodismo como primer poder. El bicamaralismo hace años que murió cuando la cámara territorial murió a manos de la cámara de TV. En USA ocurrió en las elecciones que encumbraron a Kennedy. Si el senado subsiste es porque es la cámara carca como su nombre indica. En España ocurrió en el golpe de estado de Tejero.¡Total, cincuenta años no son nada! En esta serie los periodistas están camuflados pero su trabajo les delata: comunicación, relación, incluso periodismo. En sus series posteriores el camuflaje desaparece. Y quizás es eso lo que hace grande esta serie; hablar de política desde el trabajo de los periodistas. Desde que acabó “showroom” Sorkin no ha vuelto a la TV, Ha intentado la aventura en el cine pero no ha tenido el éxito que le dio la TV. Al fin y al cabo la TV es mucho más próxima al periodismo que el cine. Será por eso o no, pero así ha ocurrido. Su talento como ideador de series y como guionista y director es innegable. Esperemos que reencuentre su camino y que magníficas series como las que realizó vuelvan a las pantallas. Pero…
Las series de Sorkin fueron avanzado en crítica a medida que avanzaba el tiempo. El “ala” todavía trata a las dos facciones políticas como relativamente equiparables y los temas son de política general. Sus siguientes series se metieron en temas más delicados y en enfrentamientos más duros. La derechización de la política USAna acabó con series como “Boston legal”, y parece que acabará con “The good fight”. Trump se va pero deja más de 70 millones de votos virulentamente fascistas. Trump ha devuelto el KKK a la política, y eso no es buena noticia para la creación ni para la crítica. Es precisamente en una situación así que gente como Sorkin son necesarios. Hay dos tipos de épica: la fascista (grandilocuente, excesiva, sectaria) y la moralista (solidaria, altruista, igualitaria). Quizás deberíamos encontrar un épica civil-republicana intermedia. Y para ese papel yo apuesto por Sorkin. Amén.
El desgarrado. Diciembre 2020.