» 12-06-2021 |
Leo “Historia de la locura” de Foucault, FCE 2018(1964). Explica cómo fue entendida la locura, empezando por la Edad Media y el Renacimiento como punto de partida, y analizando en profundidad la Época clásica (SXVII y XVIII) y los inicios del SXIX. Realiza un análisis arqueológico en los documentos de la época, como acostumbraba a hacer. Se detiene especialmente en el internamiento como solución general y en la confusión física de la locura con la sinrazón (libertinaje, profanación, etc.), en la ausencia de medicalización, y en el tratamiento lingüístico de la locura, y sus relaciones con la literatura y la filosofía). Expresa con rotundidad las dificultades de la ciencia objetiva para liderar el conocimiento. Pero lo que aquí me interesa es un aparte que hace en el análisis del internamiento (Foucault, 2018, 97-II) para analizar el fondo económico-social que determinó su desaparición como solución. Para él es un contexto, pero para mí es una gran explicación de cómo se forma el pensamiento liberal en el SXVII. Ahora que el concepto de libertad parece ser patrimonio de la derecha (los herederos de aquellos liberales) es interesante indagar en: cómo apareció.
El SXVIII ve enormes cambios económicos. La industrialización había empezado (tímidamente) medio siglo antes de la Revolución Francesa (1789). La manufactura ya ha sustituido al artesanado. El comercio es algo más que intercambio de artículos de lujo. La Reforma (1515) ha consolidado el capitalismo (Weber) aboliendo la usura (es decir convirtiendo el dinero en mercancía), aceptado que la riqueza no es una ofensa al Señor, y consiguiendo la independencia del creyente de la tutela de la iglesia (individualismo). El homo económicus ya está aquí. En 1765 se había producido la gran reclusión que quitó de las calles a miles de mendigos y los recluyó en los hospitales generales. Se prohibe la mendicidad y por tanto se priva a los pobres (personificación de Cristo en el cristianismo) de su derecho a la tutela del poder y de las almas generosas (la caridad). El trabajo sustituye a esa personificación, el trabajo es la nueva redención de la pobreza. Pero ese gran confinamiento no distingue entre las diferentes facciones de la sinrazón (locura, libertinaje, profanación, etc.) ni se distingue de la pobreza y de los “desempleados”. Todos revueltos van a parar a los Hospitales generales porque de lo que se trata es de separarlos, de apartarlos de la ciudadanía productiva. El mercado abierto por el nuevo mundo brinda la oportunidad de la deportación de estos desheredados. La mecánica de la oferta y la demanda empieza a funcionar a toda máquina, se producen crisis económicas y los Estados deben afrontarlas. El sistema agrícola -imperante hasta entonces- se ve sometido al nuevo régimen capitalista (la riqueza como estatus, el mercado del dinero, el individualismo, el nuevo estatuto del pobre como vago o como inválido).
Y por supuesto aparecen las crisis (1740, 1765, 1770) de origen estrictamente económico. Al principio se responde con el internamiento (como anteriormente se había hecho) pero en la última se pone en tela de juicio que el internamiento de los mendigos y los “parados” sea la solución. El desempleo no es fruto de la pereza. La indigencia se convierte en algo económico. Un Estado bien constituido no debe tener pobreza. Se invierte el enfoque: “Un pueblo es pobre si carece de pobres (Foucault 2018, 106). Los pobres son la gloria de las naciones. Se reelabora -por el pensamiento económico- el concepto de pobreza. Existe la pobreza como estatus, como situación (estructural) y la pobreza como población que sufre o disfruta de la situación económica (eventual). La población es uno de los elementos de la riqueza. Porque la riqueza se crea con la producción agrícola (la tierra), la transformación industrial y la circulación comercial. En todos los casos depende del trabajo del hombre. Y aquí se establece la primera falsa igualdad entre: el precio fundamental de subsistencia y el precio de la oferta-demanda; entre los salarios y el mercado. La competencia se basa en bajar los salarios. El internamiento ha sido un error, la caridad es un error, la solución es: muchos trabajadores con bajos salarios.
Y aquí se aplica la libertad que les dará el nombre de liberales, y aquí, también, se establece la segunda falacia: se acabó con el internamiento porque dejados en libertad el mercado los reabsorberá como mano de obra barata. La única caridad-asistencia es la libertad. El Estado no debe velar por los pobres sino remover los obstáculos que les impiden procurarse la subsistencia con el trabajo. La libertad consiste en la política de salarios bajos y la supresión de las políticas de protección. Pero ¿qué pasa con los que no se pueden incorporar al mercado de trabajo? Necesitan una asistencia social. Económicamente eso es una ruina por tanto se desliga la obligación de asistencia como institucional y se remite a los movimientos del corazón. El deber de asistencia es ajeno a la sociedad, pertenece a la naturaleza de cada uno. Lo social se separa de lo económico, pero ese deber social recae en los individuos. El deber social no corresponde a la sociedad sino al individuo en sociedad. Pero la piedad tiene un límite que pronto se alcanza. Aún así la asistencia no puede ser obligada. Los primeros obligados por la caridad-piedad son los familiares y los vecinos que deben practicarla en sus propias casas. El internamiento solo produce inconvenientes, la asistencia, si existe, debe ser domiciliaria. Las ideas liberales abandonan la centralización de los necesitados.
¡Ya está! El liberalismo ya está aquí: 1) libertad como fin del internamiento y dirección de la situación por el mercado para la reabsorción de esos nuevos libertos, 2) fin de la caridad y la asistencia institucional en favor de la caridad individual, familiar, vecinal, 3) el Estado como removedor de obstáculos pero para nada como subvertidor de necesidades, 4) separación de lo social (lo que concierne a la sociedad) y lo asistencial que queda a cargo de la conciencia de los individuos. 5) fin de la centralización de los necesitados. El trabajo es su destino individual. En el momento en que este movimiento se produjo es posible que fuera innovador y progresista… incluso libertador. Pero pronto sus premisas desembocaron en lo que conocemos como liberalismo capitalista. La libertad no hace referencia a los individuos sino a una situación generalizada de internamiento y de protección cristiana a los mendigos y a los desempleados. Lo que el liberalismo quiere es que se les ponga en la calle (se les libere) porque son mano de obra barata (y aún así, no era mala oferta). Se trata de la redención por el trabajo (el trabajo como beneficio) eso que todavía predican los centros de internamiento existentes (Cárceles, manicomios, conventos). Pero un trabajo que debe dejar pingües beneficios a sus promotores. La exclusión del Estado de la gestión no es, en principio, un poner en duda su capacidad. Se trata de que acabe la protección institucional a los pobres, los desempleados, los locos y los i-racionales. Con el tiempo se avanzará en la idea hasta llegar al dogma de su inutilidad frente a la gestión privada en todos los campos.
Esa es la libertad que subyace en el nombre de liberales: sacarlos de las cárceles (no otra cosa eran los hospitales generales) para convertirlos en mano de obra barata. Liberarlos para esclavizarlos de otra manera. Fundar el sistema operativo capitalista sobre dos falacias: la igualdad de los salarios (oferta) y el mercado (demanda), y el mercado como regulador universal de esa igualdad. No hace falta ser muy listo para ver que el mercado aparece en los dos lados de la ecuación. Lo otro (el Estado como el peor empresario), la asistencia social como problema individual (familia, vecinos, amigos) vendrá sobreañadido. No discutiré que fue una solución en su momento, pero los liberales eran hijos de los conservadores y congelaron la fórmula que todavía hoy defienden y que han llevado hasta el extremo. No olvidemos lo que quiere decir liberal: aquellos que negaron la asistencia cristiana institucional a los pobres para integrarlos como mano de obra barata. Liberándolos, sí, pero también sometiéndolos a una peor esclavitud. Y de aquellos polvos vienen estos lodos. No es de extrañar que de la mano de Marx (un economista… político) surgiera el socialismo y el comunismo. A los liberales se les fue mucho la mano y había que detenerlos (jornadas de 14 horas, el trabajo de las mujeres y de los niños, condiciones de vida infrahumanas). El socialismo fue un producto del liberalismo, aunque ahora lo hayan olvidado. La libertad es la opción de ser excarcelado para redimirse, por el trabajo mal remunerado. La sociedad de consumo hará el resto.
El desgarrado. Junio 2021.