» 15-05-2022 |
Decía Dabord que toda ideología que fracasa se convierte en espectáculo. Baudrillard pudo perfectamente decir (que no lo hizo) que todo (en el sistema capitalista) tiende a convertirse en su propio simulacro. Veo la reacción de la crítica al tercer puesto de Chanel en Eurovisión: entusiasmados. No hace mucho todo el mundo (menos los fans incondicionales) echaban pestes del concurso. El triunfo, cambia la perspectiva. Creo (y lo he dicho otras veces) que el festival es un simulacro de la unión europea, la manera de publicitar una cosa, la UE, que no existe. Como he dicho también que la jornada electoral -activa e informativamente- es el simulacro de la democracia, la escenificación virtual de un sistema inexistente y, en muchos casos decrépito.
Podría decir -abusando del lenguaje- que Chanel canta con el culo. Y con ello no quiero decir que cante mal sino que en su actuación involucra hasta el culo. La ópera es la manifestación artística que siempre ha ostentado el privilegio del espectáculo total. La música pop es cada vez menos auditiva y más audiovisual, más espectáculo total: bailar, coreografiar, lucir cuerpo, iluminar, sorprender y convencer. No lo ha inventado ella, Rosalía sin ir más lejos en España ya trabaja ese concepto y por supuesto, desde Jackson hasta Beyonce, pasando por Madona, se practicó previamente en USA. Hasta el punto que la canción se convierte en un elemento más, quizás aglutinador o hilo conductor, pero en absoluto principal. El “bad singing” hip-hop, rap, reggetón y otras manifestaciones que desconozco, ya habían superado la excelencia de la voz o de la música en beneficio de otras cuestiones, desde la denuncia social hasta el machismo feroz. En resumen: las canciones se han convertido en un espectáculo (a lo que no son ajenos los video-clips) y en un simulacro. Lo que está en juego ya no es la música.
“La Razón” titula que “Chanel reconquista el orgullo de España”. ¿Se puede hacer mayor simulacro? Simulacro de patriotismo, de españolidad, de pasado expulsador de los invasores. La épica es importante en la política pero también es importante en los medios de comunicación que organizaron el concurso local. En su selección el jurado votó en contra de lo que había votado el pueblo. Como en el caso de la democracia, la soberanía reside en el pueblo pero sin que su opinión intervenga para nada. Los representantes de Ucrania (que ganaron) no eran los ganadores del concurso local de selección a quien se descalificó por haber viajado a Crimea. Simulacro de democracia en el que se atropella la voluntad popular en beneficio de la opinión de los “expertos”. Los pro-expertos se apresuran a declarar que la decisión (polémica decisión) de escoger a Chanel en contra de la voluntad popular fue correcta, acertada, genial, en ese pragmatismo fascista que encuentra que “bien está lo que bien acaba” o aún peor: “el fin justifica los medios”. Finalismo insostenible que acaba con la ideología y con la justicia.
No podíamos espera que en un país en el que la democracia es nominal, la soberanía del pueblo un eslogan, la separación de poderes una quimera, y los partidos políticos facciones entregada a su propio interés, un festival de canciones pop fuera diferente de lo que hay. La clase política es el modelo en el que se mira la ciudadanía (sobre todo para lo malo). La clase política predica lo que tienen que hacer los ciudadanos: especuláis, defraudáis, no ahorráis, vivís por encima de vuestras posibilidades… pero no da trigo: ese ejemplo virtuoso que debería reflejarse en la ciudadanía. Han conseguido la desafección popular por la política… y están encantados. Sin el control popular y el voto informado no hay razón para ser ejemplar. Se puede robar, corromper, despilfarrar, legislar “ad hoc”. Dicen que cada país tiene los políticos que se merece. Si nos referimos a que “el ojo del amo engorda el caballo”, que el deber de control es insoslayable, es cierto, pero si se refiere a que por ser ciudadanos nos merecemos la mierda que nos está cayendo, es una intoxicación más a las que ya estamos acostumbrados.
No puedo por menos que mencionar ese otro simulacro que ha sido el espionaje a políticos catalanes y vascos relacionados con el separatismo. El debate se ha centrado en los matices (quién, cómo, cuándo, dónde, por qué). El meollo de la cuestión es el legal: solo se puede espiar si está en juego la seguridad del estado. Esa premisa no se cumplía y por tanto el espionaje era ilegal. La derechona (ya ultraderechona) apeló a que quien ha sido condenado por “sedición” -por más que haya cumplido su condena- es reo de ser objeto de espionaje. Pero además se añadió al argumento la ministra de defensa de un gobierno de izquierdas. El simulacro consiste en afirmar que la ley no importa (que declara -como todos saben- que la pena redime la culpa) sino que la venganza es infinita y no acabará nunca (lo que Ránciere llama el “giro ético”). Poco importa que esa posición sea anticonstitucional, lo importante es que tiene un público que la comparte, lo que importa es que se ha convertido en espectáculo.
Como veis, no he entrado en si el espectáculo era o no bueno. Dejo ese aspecto a los expertos. Lo que me interesa es el simulacro, la manipulación de la voluntad popular, el espectáculo como enmascaramiento de las ideologías. Evidentemente Chanel no tiene nada que ver con este montaje monstruoso y antidemocrático ¡Lo siento Chanel: tú, no eras la protagonista!). Y no es casual. Porque -como han hecho todos los dictadores y monarquías absolutas- no se trata de esencias sino de apariencias, se trata de que parezca una democracia, una España cerrada en torno a Santiago, una Europa unida, todas esas milongas que todos sabemos que no existen, pero cuya mención (incluso su simulacro) nos hace sentirnos unidos, patriotas, demócratas. Poco importa que el voto sea geopolítico ni que se apele de forma escandalosa a las emociones olvidando las razones. Podéis pensar que estoy mezclando las churras con las merinas. ¿No será que vosotros estáis obviando que en un democracia “ful” nada puede ser auténtico, todo tiene que ser un simulacro. ¡Eso si; espectacular!
El desgarrado. Mayo 2022.