» 05-01-2024

Visto y oído 72. Generación top.

Ana Pastor estrena concurso fuera de su zona de confort que son -como es sabido- los informativos. Ignoro que tiene de atractivo para una periodista salirse de su línea didáctica-informativa para adentrarse en el entretenimiento puro y duro. Verdad es que hace tiempo ya que la TV -lejos de cualquier veleidad cultural- se ha adentrado en la espectacularización de todas sus manifestaciones, los informativos incluidos. Quizás no se sale de su zona de confort sino que son los informativos los que evolucionan hacia el espectáculo puro. Y decir espectáculo quiere decir que los concursantes se comporten como si participaran en el Marat-Sade de Weis y su cometido fuera deambular enloquecidamente por el plató haciendo payasadas sin atisbo de gracia. Antes de entrar en materia, dos citas de Lipowesky y Eco, de blogs anteriormente publicados.

 

“Lipowetsky había sentenciado que la espectacularización (la actualidad política o deportiva con guión) y la estelarización (el “star system” al modo del cine) transforma la fórmula de McLuhan: “el medio es el mensaje” (es más importante el cómo, que el qué) con los añadidos del cine (espectáculo y el star system, pero también la ficción) al medio televisivo. Las innovaciones técnicas: desde el primitivo color a: mayor calidad, mayor tamaño, menos volumen, TV a la carta, TV por cable, convierten a la TV en un serio competidor del cine. Internet y las redes sociales cambian las reglas del juego. La TV se adapta bien a los nuevas fórmulas. La TV ya no es ya la caja tonta sino un elemento de (des)información y entretenimiento con momentos de gran calidad. Eco tenía razón: la cultura de masas tiene sus peculiaridades pero no es ni execrable ni desechable. La canción de Chico Buarque “Qué será, qué será” se convierte en un listado agridulce de lo malo y lo bueno de la TV. Las guerras de Irak y el Golfo marcan el límite de lo que es la información en directo. Lo que debía ser la guerra en directo se convierte en un espectáculo pirotécnico incomprensible. La guerra moderna no quiere espectáculo”. 

 

“Fácil vehículo de falsas sugestiones, la TV es vista asimismo como estímulo de una falsa participación, de un falso sentido de lo inmediato, de un falso sentido de lo dramático. Incluso una falsa cordialidad sugerida por los rostros sonrientes que invaden nuestro salón. La industria trata de determinar estadísticamente el gusto de los telespectadores no sin antes secundarlos, mediante el rating (sharing). El rating convierte en científica la programación (le asigna números). El rating modifica el gusto  del espectador en vez de avenirse a su gusto, convirtiéndose en un instrumento de manipulación y control. En régimen de libre competencia, se adapta a la ley de la oferta y la demanda pero, no respecto al público, sino de las firmas anunciantes. Respecto a la lectura, la TV sólo detrae lectores de lecturas superficiales (magazines, corazón). La TV puede ofrecer, efectivamente posibilidades de cultura. “Y tras toda dirección del lenguaje por imágenes, ha existido siempre una élite de estrategas de la cultura educados en el símbolo escrito y la noción abstracta. La civilización democrática se salvará únicamente si hace del lenguaje de la imagen una provocación a la reflexión crítica, no una invitación a la hipnosis”.

 

El concurso es un error… lo que le augura un gran éxito. La pregunta es ¿qué pinta Pastor en este engendro. Quizás es que los periodistas tienen el irreprimible impulso de brillar en todos los campos: informativos, realización, humor, concursos, entrevistas, etc. Cómo no recordar a un gran periodista (Serdá) enganchado a un late show, o a un enorme periodista radiofónico Gabilondo) incursando en la TV. Y no solo en su campo periodístico sino también en la literatura, mediante la ecuación de que si el autor ya es conocido gran parte de su trabajo en la literatura ya está hecho. Tal y como los buenos albañiles se convierten en malos constructores (al alcanzar su nivel de incompetencia… según Peters) los periodistas se desplazan y ascienden entre géneros y entre cometidos (incluso empresariales) buscando o: el fracaso, o su consagración como seres del renacimiento, triunfadores en todos los campos y en todas las artes. Y no es que la pastor lo haga mal… los que lo hacen mal son todos los demás. Pero no todo es el desastre que expongo: hemos conocido su sonrisa que pareciera que era un lastre para su trabajo “serio”. Alguien con sus tablas no podía fracasar en este cometido… y no lo hace, pero evidentemente no se ha rodeado del equipo adecuado. 

 

Y la parafernalia es lamentable. La decoración colorista y sobreiluminada delata a los decoradores de turno. Las máquinas no funcionaban correctamente y la idea de que los concursantes escriban en la pantalla resultó nefasta. La profusión de caras conocidas en TV hace pensar que el concurso es el equivalente a la concesión de puestos en los consejos de administración a los políticos retirados. Unos ingresos complementarios, dado que sus ganancias van a parar a organizaciones de caridad. En algunos momentos, se hace difícil comprender por qué alguna de las concursantes está allí, dado que ni escuchan ni saben en que consiste su cometido. Las preguntas giran en torno al mundo de la TV y dado que los concursantes también están relacionados con ese mundo; al final consiste en una gran masturbación. Pero no todo es plenamente de mi dis-gusto. La cámara se atreve con contraplanos imposibles… si lo que se pretende es no denunciar la ausencia de la cuarta pared. En fin. Otro programa lamentable en el que por echar en falta se echan en falta hasta los ensayos.

 

El desgarrado. Enero 2024.

 




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