» 03-10-2021

Visto y oido 73. “The blacklist”. ¿Es el cine una escuela de fascismo?

Tras el parón coronavírico vuelve con su 8ª temporada “The blacklist”. Ocho temporadas quiere decir que tiene el favor del público y no es para menos porque es una serie muy bien hecha, sobre todo los guiones que destacan sobre lo habitual en las series de TV por su originalidad y su consistencia. Como en la series actuales encontramos la indefinición moral (nadie es totalmente bueno o totalmente malo), lo que no es óbice para que se defiendan valores como la lealtad, la familia, o una cierta bondad siempre teñida de ingenuidad. Destaca la frialdad de los asesinatos -que aunque son hoy moneda corriente en las series- contrasta con la tradicional resistencia histórica a apiolar a la gente sin mediar palabra.

 

Pero lo que destaca profundamente es el pragmatismo, el utilitarismo. Todos, los buenos y los malos, anteponen la eficacia a cualquier otra consideración. Los teóricos buenos no dudan en aliarse con un delincuente, e incluso favorecerle con tal de que la cuenta arroje más ganancias que pérdidas. Para los malos el precio de la información es la muerte (la alternativa es: susto o muerte). En los casos se juntan los vengadores “humanitarios” con los delincuentes normales y los sádicos asesinos. Incluso caben nacionalistas idealistas. Pero sorprende que muchos de ellos persigan fines que se podrían llamar socialmente comprensibles. No dudan en denunciar la corrupción del estado que. quizás, nos proporciona algunos de los asesinos más sanguinarios de la serie. Hay asesinos buenos y prebostes malos. El arrojo y la valentía de todos ellos, los buenos y los malos, es ejemplar. La prota no duda en cargarse a un político corrupto contraviniendo todas las reglas de los servidores de la ley. La vida y la muerte son intercambiables hasta el punto de que algunos mueren varias veces lo que puede entenderse como argucias del guión o como mensaje: la muerte no es un sentimiento individual irremediable, sino una cuestión de eficacia social. Lo mismo pasa con los familiares que en el caso de la prota son y no son con una variabilidad pasmosa.

 

¿Y si te pones a pensar sobre todas estas características qué encuentras? Pues te encuentras a Habermas y a sus cinco puntos para caracterizar al fascismo: 1) La patria, la nación. En este caso la defensa y salvación de la patria. En los numerosos conflictos internacionales de la serie aflora el orgullo patrio y la defensa a ultranza de la nación. Tampoco faltan los conflictos nacionalistas tratados con cierto respeto. Para el fascismo la patria lo es todo (a falta de cualquier tipo de ideología) y con la patria, la familia, que es la pequeña patria. Franco estructuró su fascismo en la familia, el municipio y el Estado. La patria es lengua, raza, cultura, historia, tradición, raíces. Es lo que sirve para distinguir entre nosotros y los otros. Lo que determina quien es extranjero y por tanto extraño… aunque el tema de los refugiados y los migrantes no se trate en la serie.

 

2) La defensa de los valores. El análisis de una sociedad que ha caído en la corrupción y que necesita urgentemente ser salvada. Y esa corrupción es mayormente político-gubernamental, dado que los asesinos son muchas veces humanitarios y en el caso del, prota, simpático, narrador de historias, “bon vivant”, amigo de sus amigos, veraz y leal. Y entrañablemente familiar. De alguna manera hasta los servidores de la ley cojean de un exceso de individualismo que les lleva a ser rápidos con las armas y lentos con la prudencia. Siempre en defensa de la patria.

 

3) La violencia es el medio de comunicación social privilegiado en la serie. Todo se canaliza a través de la violencia, que en general, es extrema. La traición, la deslealtad, el silencio, la confrontación, la venganza, todo se resuelve con la muerte y con la tortura. José Antonio le llamó “la dialéctica de los puños y las pistolas” es decir, el diálogo de la violencia. Los agentes representan un baile ritual (Bhuto) en las innumerables veces que entran al asalto, antes de empezar a descerrajar tiros como posesos.

 

4) Sobre el utilitarismo pragmático ya hemos apuntado algo. Añadiré que todo en la serie se rige por ese pragmatismo. Como en el propio capitalismo, todo es una cuestión de beneficio: si la cuenta es positiva, todo está bien. Cualquier otra consideración (moral, cognitiva, estética, política, etc.) está al servicio del pragmatismo. Y eso quiere decir que no existe ideología alguna: nadie es de derechas o de izquierdas; todos son eficaces. El utilitarismo es la nueva moral.

 

5) El coraje. Aunque este es un punto que, por una parte ha trascendido profusamente a nuestra sociedad desde el fascismo, también es cierto que el fascismo lo ha perdido como bandera. Aquel orgullo de lucir la violencia, la patria, el pragmatismo se ha ido diluyendo en los intereses políticos de enmascaramiento e hipocresía (el fascismo no nació para ser un partido sino una dictadura). Nadie es hipócrita en la serie. Y si mienten es en aras de la eficacia. Todos son aguerridos, valientes, arrojados, etc. Todos ponen la vida al servicio de la causa. Hay más, detalles que pueden subsumirse en los puntos citados y que cobran su importancia en el atento visionado de la serie, pero no entraré en ellos. Aunque buscarlos es una aventura apasionante.

 

¿Porque una serie de TV esconde una filosofía fascista? El capitalismo desbocado (ultra), es fascismo con apariencia de democracia. No es de extrañar que el capitalismo defienda su subsistencia (nunca ha hecho otra cosa). Incluso la seudo-democracia en la que vivimos es demasiado para muchos capitalistas. Filtrar una filosofía fascista ayuda a que cada vez seamos más laxos para comportamientos lejanos a la democracia… y más ultraderechistas, que es lo que subyace bajo la filosofía fascista. Creo sinceramente que la imparable marcha de la ultraderecha  tiene que ver con maniobras como estas. Porque “The blacklist” no es un caso aislado. Desde las películas de Estvood hasta “The shooter” (por citar una que se ha proyectado recientemente en TV), el mensaje fascista es evidente… y sutil. No se habla abiertamente de los temas que hoy llevan los fascistas en su ideario (que no en su programa), pero el patriotirmo, el desastre generalizado, la violencia, el pragmatismo y el coraje están absolutamente presentes. La familia, la lealtad, el honor, el compañerismo, también aparecen. Lo que no aparece es lo evidente: la migración, la desigualdad, el racismo, etc.

 

Buscad estos signos en las películas (y en los partidos políticos) y os sorprenderá su presencia constante. Para muchos, la democracia es un despilfarro (ver el “Fin de la política” en este blog) y están dispuestos a solucionarlo. La seudo-democracia está en peligro y sus valedores son poderosos. ¿Deberíamos hacer algo. No?

 

El desgarrado. Octubre 2021.




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