» 04-11-2024 |
En un mundo en el que la intoxicación y la mentira, los bulos y los fakes está omnipresentes, la divulgación se convierte en necesidad absoluta. Pero en un mundo capitalista (por consenso) toda crisis es una oportunidad de negocio. Resultado: hemos entrado en el negocio de la divulgación. Bien es verdad que la manera política de disimular carencias es compensarlas en donde no son necesarias, y la necesidad de verdad se compensa en el impulso de la divulgación de chismes de la realeza, la vida de los famosos, todas las formas posibles de matar -y sus siniestros autores- y por supuesto la divulgación científica. Es como si nos dijeran: ¡No queréis transparencia… pues os vamos a dar transparencia! Ciertamente la vida de la realeza, de los famosos, de los sicópatas me importan una mierda pero soy sensible a la ciencia y pienso que es innecesario que sea algo incomprensible, ajeno absolutamente a la conciencia popular. Si bien la ciencia -internamente- se debe a su lenguaje técnico y a su rigor, no veo porque no puede haber una ciencia popular, inteligible para cualquiera, que tienda puentes entre la elite científica y el pueblo llano. Teniendo en cuenta que los llamados a salvar esa brecha son precisamente los científicos, sigo sin ver porque no se puede salvar. Es preocupante que la brecha que existe entre políticos y ciudadanos, se repita entre científicos y aficionados. ¡Por algo será!
Leo un libro de divulgación sobre el cerebro -el tema de moda- y detecto una serie de tics que me parecen alarmantes, como si la divulgación hubiera entrado en el negocio de los best seller, y el propósito fuera vender libros y no impartir conocimiento. Si los periódicos anteponen -como único camino para la supervivencia- la venta de diarios, y los políticos hacen lo mismo con los votos (convertidos en única razón de su existencia) no veo porque la ciencia no puede hacer lo mismo, pero por eso mismo, porque sé que ni los informativos son informativos ni los políticos, están entregados a su función social, es por lo que voy a partir una lanza por la divulgación científica. La realidad es que el contenido de un libro de divulgación científica es científico pero su proceso de producción es económico. Unos seres llamados editores son los que dan las pautas a los autores para que su libro sea un éxito. Se resumen en una breve indicación: ¡ni una fórmula! Parece que se olvidan que una fórmula es una forma concisa y elegante de decir algo que, en palabras, resultaría mucho más farragoso. ¡Claro que Dios ha puesto enemistad entre el ser humano y las matemáticas… y que se huye de ellas como de la bicha (la serpiente)! Pero eso se debe resolver en el foro que es la escuela y no en el mundo editorial. Esa escuela que lleva a sus espaldas ocho leyes de adoctrinamiento político en las que matemáticas y filosofía son accesorias. ¡Dios nos libre de ciudadanos que saben calcular y pensar! ¿Qué sería de los políticos?
Trataré de elucidar -analizando el texto- las directrices que oculta este libro, lo que bien mirado se ha convertido en una crítica sin pretenderlo. Todo libro es valioso… incluso a pesar del autor. La bondad de un asado no depende de la vajilla… aunque nos predisponga a disfrutarlo. La mayoría son mensajes encubiertos pero también hay otras argucias. ¡Empezamos!
1) Los científicos son humanos (como aquel eslogan francés: “le routier sont simpa”), los científicos son buena gente, nada estirados, y si son competitivos hasta la médula es porque eso es lo bueno para el progreso… progreso que es verdad de fe (menos para Hinton que se ha descolgado de la IA olímpicamente). Como dice el autor en la página 157: “… son encantadores y amigos míos”. Se alaba en el libro su espíritu rebelde (¿Juvenil?), su discrepancia con sus maestros, su descaro, su valentía, la falsación de la ciencia -lejos de cualquier dogmatismo- y el premio Nobel como única ambición y justo premio. Y como prueba no se utilizan términos científicos generales y se aplica -por el contrario- un lenguaje de Chamberí en el que abundan los giros populares. Mi favorito es “pequeñita pero matona”. El autor se nos presenta como un afortunado médico, formado en España, que tuvo que irse a USA -en donde es profesor- pero que lleva a la patria que le expulsó en el corazón. También se habla de su lamento, de cómo taimados colegas les roban sus ideas, e incluso el premio gordo. Uno llega a pensar ante tanta sensibilidad que el autor ha sufrido alguno de estos episodios. Estamos acostumbrados a encontrar en textos editados en Suramérica giros propios de aquellos pueblos aún cuando usen el castellano normativo, pero encontrar giros americanos en un autor de Argüelles resulta más chocante: “Pero al final del día, también son comportamientos motores…” Se ha traducido literalmente del ingles un giro que significa: “al fin y al cabo” o “en resumidas cuentas” (Yuste, 2023, 189). En la página 196 se emplea “pero” en vez de “aunque” como es habitual en inglés. Cuando el libro se acaba las cautelas flaquean.
2) Los científicos no están en contra de la filosofía y la prueba es que se cita a Kant un buen número de veces para darle la razón y omitiendo sus errores que también los tuvo (por ejemplo en la evaluación de los sentimientos y emociones, que relegó al campo del arte y del sentimiento de placer y dolor). Porque hablar de los errores de la ciencia y de los científicos ha sido siempre tabú. La ciencia no tiene mentiras, solo falsaciones (elevadas a la categoría de método científico por Popper). ¡Total! una disputa de dos siglos no significa nada! A pesar de las evidentes concesiones a la filosofía no puede evitar decir “… y demostró la importancia de experimentar con el sistema que se quiere entender, en vez de elucubrar sobre el asunto sentado en un sillón” (Yuste 2023, 131). También tiene buena representación el azar (serendipia para el autor) como si hubiera que disculpar a los científicos de su suerte, o quizás, para evitar sarcasmos.
3) “¡Una imagen vale más que mil palabras!” y no precisamente por su valor explicativo. El libro está ilustrado por el propio autor con unos dibujos ilustrativos pero en absoluto explicativos, cuya coincidencia con el texto es anecdótica. No solo están incompletos -por la parte de correspondencia con el texto- sino que además son excesivos -en lo que no se cita en el texto- Un desastre que sigue la tónica de simplicidad formularia e incomprensibilidad imaginera. El revisor de textos se abstiene habitualmente, cuando tropieza con las imágenes. La mezcla de dibujos artísticos con tipografías mecánicas resulta francamente chocante. Si el cómic es novela gráfica, la divulgación sería ciencia ficción… si no estuviera ya inventada. La primera imagen (1.1) no refleja lo que dice el texto y añade conceptos que éste no tiene. La imagen 1.5 no tiene pies de texto parciales (lo que impide saber que son los gráficos) y presenta unos trazos (presumiblemente indicadores de alguna especificación) que no conducen a nada. La figura 1.6 carece de pies parciales y nos presenta: -a la izquierda- un encogido dibujo incomprensible e ilegible, y a la derecha un dibujo de un bucle (lo dice el pie general) con una inquietante “C” flotante. Podríamos hablar de cada uno pero acabaré con la figura 9.4 en la aparecen tres dibujos, el primero para indicarnos la ubicación de los dos siguientes, sin absoluta indicación de si son transversales o sagitales, el significado de los colores, ni aclaración tipográfica alguna. El texto dice: “El hipotálamo es bastante complicado y tiene muchos núcleos”. ¡Lo aclara todo!
4) Pero lo mejor es la máxima: “Si no se entiende… quítalo”, como el mecanismo de la sinapsis que pide a gritos una explicación más detallada. No se trata de hacer un esfuerzo para explicar lo difícil sino un ejercicio de esconderlo debajo de la alfombra para desencanto de los aficionados que, si recurren a la divulgación, es porque les son difíciles los textos científicos y aún así no cejan en su voluntad de conocer. El resultado es el chasco de no encontrar lo que solo se podría encontrar en la divulgación. ¿Para qué entonces? Divulgar es eso vulgarizar, y vulgarizar no es ni maquillar, ni esconder, ni disimular. Es hacer asequible, facilitar, enseñar. No existen dos tipos de conocimiento: el de elite y el vulgar sino uno solo: si no se entiende no es conocimiento. No se ha cumplido el fin de conocer. Contarle a un niño (el sexo, por ejemplo) requiere inteligencia, valentía y oportunidad. No es fácil, pero la alternativa es peor. Los aficionados a la ciencia (feroces consumidores de ciencia-ficción) somos niños ávidos de saber: qué es el sexo (y unos cuantos de miles de cosas más). Solo esperamos que haya alguien capaz de explicarlo. Aunque seamos iletrados formuleros. Y como en el caso de Manolete: ¡Si no sabes torear, pa’ que te metes! Citar el “idealismo trascendental” porque se ha citado a Kant es, cuando menos, arriesgado. La “visión desde arriba” que se cita en las página 92 no se explicita hasta la página 127. Que pueda ser la “parte emocional del cerebro” (cuando de las partes del encéfalo que las contienen solo se ha citado al hipocampo, al tálamo, al hipotálamo, y al tronco cerebral, solo se puede suponer.
5) Pero lo que más me gusta es el desprecio. ¿Para que echar margaritas a los cerdos? ¿Si no va a haber un colega al otro lado para qué revisar el texto, para que expurgarlo de los errores humanos que pueden ser catastróficos para una mente poco avezada a las trampas. Defraudar a quien va en busca de saber debería ser delito, y eso es precisamente lo que pasa cuando no se expurga el texto de errores (y más si se trata de la segunda edición). Me remitiré a los errores numéricos pues son los más alejados de lo opinable: 10.000 billones se traducen entre paréntesis en 1.000.000.000.000.000. Se han perdido 9.000 billones. Sé que para el mundo anglo un billón son 100.000 millones pero ¿Lo sabe todo el mundo? En el mismo párrafo se hace una equivalencia entre páginas y número de células que sinceramente me haría ilusión conocer. Al autor le sale una página por célula. Citar conceptos que no se especifican puede ser sostenible en un texto especializado, pero decir “máquina de Turing”, “juicio” (presumiblemente kantiano), etc. en un libro de divulgación, me parece desprecio. Tampoco veo de recibo que se emitan -más allá de opiniones- aseveraciones, convencimientos, imaginaciones, predicciones y posibilidades, que puedan llevar a confusión al lector. Es importante señalar -repetidamente- los casos en que el habla se hace cotidiana y no se la pretende con valor científico.
6) Como todo editor sabe un libro de divulgación tiene que estar trufado de anécdotas, humor, ejemplos y curiosidades para que el inculto lector no huya despavorido en el primer capítulo. Las de Proust (la madalena), Turing (criptología) y Kant (su puntualidad), han sido repetidas tantas veces que, una vez más, da grima. Las notas de feminismo y antifascismo también molan. Por lo visto, un científico debe ser comprometido y no debe dudar en posicionarse en cuestiones que a un lector no científico le parecen ociosas. También se halla cierta proclividad a utilizar metáforas “poéticas” o descarados relatos infantiles: “Ocurre de una manera gradual, con un ballet molecular al comienzo, que se va desplegando como si fuera una flor en primavera. Una vez que está todo desplegado, el cerebro con todas sus partes, neuronas y conexiones, llega la madre naturaleza con sus tijeras de podar para eliminar todo lo que sobra…) (Yuste 2023, 120).
Tal como el propio autor reconoce (aunque no con esa intención) “Escribí este libro gracias a los ánimos que me dio mi editora, Elizabeth Navarro, pues con grandes dosis de persuasión me convenció de que tenía que escribir otro libro para el público general y para la sociedad española. Después de haber trabajado varios años para acabar el libro de texto, esto era lo último que quería oír, pero Elizabeth tenía razón. Así que me puse a ello, y casi del tirón, escribí este libro que tenéis en vuestras manos, en el otoño del 2023… los dibujos han sido realizados por mí mismo, en un iPad, aunque también he incluido algunos esbozos muy logrados de mi antigua estudiante Paulina Porotski, simplemente con la idea de ilustrar de una manera sencilla los conceptos analizados” (Yuste 2023, 18). Tres meses empleados para la divulgación por “varios años” para el texto científico. Está claro que la opinión de los aficionados no le importa lo mismo. Y sin embargo -como todo libro- es valioso. En breve recogeré algunas de las ideas que me ha inspirado. ¡Larga y próspera vida a la divulgación!
El desgarrado. Noviembre 2024.