» 16-11-2021 |
Veo “Leit motiv” en “Cero”. Buenafuente entrevista a Piedrahita (14/11/2021). No hablan como cómicos, hablan como filósofos. No son los primeros, pero cuando dos tertulianos son pesos pesados salta la chispa de la inteligencia. Vivimos en un mundo en el que los tertulianos son imbéciles, alineados, sectarios. Es evidente que están cobrando de otra parte. La verdad ya no reside en la noticia, en los profesionales de la verdad. La verdad reside hoy en la crítica. Pienso que los cómicos no querían tomar este protagonismo pero, simplemente, se han quedado solos frente a la verdad. Y han aprovechado el momento. Es cierto que los monologuistas hace ya muchos años que analizan la actualidad con una honradez que los periodistas perdieron hace tiempo. Seguramente por eso el poder les persigue con esa singularidad que es el delito de odio. Solo ellos denuncian que el rey está desnudo y lo hacen recurriendo al humor y no a la pomposidad, a la seriedad, a la profesionalidad. Dice Piedrahita que el humor no es lo mismo que la comicidad. El humor es inteligencia, sufrimiento, incomprensión: la difícil facilidad. Las lágrimas del payaso al servicio del espectáculo.
He dicho alguna vez que los cocineros son los nuevos artistas. El arte hace tiempo que perdió el tren de la popularidad. Casi nadie entiende el arte. Para colmo, los artistas han perdido la frescura y se ha convertido en monjas de clausura encerradas en su arte cuasireligioso. Vivimos en el mundo de la seriedad: jueces, artistas, parlamentarios, científicos. Todos está más preocupados por su imagen que por su cometido. Un juez no puede disfrazarse en los carnavales de su tierra. Un artista no puede banalizar su arte sacrosanto, un parlamentario no puede hacer una broma porque se interpreta como diletancia, un científico solo puede ser inflexible con una verdad que mañana se demostrará fugaz. La seriedad ha sustituido a la solvencia, a la honradez, a la bonhomía. Ese traje de cuáquero los delata: adoptaron el traje de los que eran más creíbles para poder mentir impunemente. Era un camuflaje.
Y el ascenso de la seriedad supuso la hecatombe del humor. Palabras como payaso, cómico, no describen ya una profesión, son un insulto, una minusvaloración, un desprecio. Y así alcanzamos los delitos de odio: el humor era delito. Como mínimo un peligro para el poder. Pero, entre mentiras interesadas e intereses mentiroso, el lugar de la verdad quedó vacante y los cómicos lo tomaron como Aladino tomó la lámpara. De pronto los monólogos eran discursos de reflexión, pero no de reflexión seria y sesuda, sino reflexión en el humor, reflexión jocosa, gratificante, docente. No era la primera vez que la enseñanza venía de la mano de la diversión. Y, probablemente, ni los propios cómicos lo apetecían, pero el lugar de la verdad estaba vacío y ellos lo tomaron. Cómo no recordar a Voody Allen, siempre comprometido con la verdad de la vida, siempre desde el lado del humor. Antes y después de él hubieron muchos pero hizo falta que la seriedad fuera un dogma para que el humor se convirtiera en verdad libre.
Poco puedo deciros sobre las chispas que saltaron en esa entrevista. No solo porque mi memoria es mala, las chispas efímeras y porque el remedo sería pobre. Buscad esta entrevista y disfrutad del humor en estado puro, comprometido, didáctico pero chispeante. No es fácil encontrar un choque de trenes en el que ambos convoyes van en la misma dirección. Tampoco es fácil asistir a un un momento de la TV tan inolvidable. Y hasta aquí puedo escribir. Cualquier añadido sería una traición. Solo decir: ¡gracias, cómicos! El mundo será cómico, o no será.
El desgarrado. Noviembre 2021.