» 19-06-2025

Ciencia y filosofía 26. El desarrollo histórico. Información y relación, conclusiones.

Hemos visto que las claves diferenciales de la mecánica cuántica son la granularidad (identidad, ser-cambio), la incertidumbre (espacio-tiempo, verdad relativa) y la relación (existencia-interacción, relatividad). Por su parte las claves de las teorías de la relatividad son: espacio-tiempo, ser-cambio, verdad relativa y relatividad. Es decir: son las mismas. Es posible que a nivel científico la armonización sea difícil o imposible pero a nivel filosófico los problemas son los mismos. Para acabar esta exposición de ciencia y filosofía quiero entrar en la cuestión de la información y ahondar un poco más en el tema de la relatividad. Ya he comentado que reducir toda la explicación de la naturaleza a uno o pocos principios es lo mismo que encontrar un equivalente universal al que todos los demás conceptos sean relativos. En tal caso la ciencia será universal para todos los enfoques y puntos de vista. En eso consiste una teoría del todo, es decir, lo que siempre han procurado tanto la ciencia como la filosofía. Entenderé, por tanto, que éstos, son dos enfoques válidos y compatibles, uno desde la corroboración en lo real (experimento) y otro desde la razón especulativa, sin olvidar que la ciencia utiliza profusamente la razón en su vertiente teórica y la filosofía comprueba sus asertos en la experiencia personal del filósofo. Ciencia y filosofía pueden divergir en los medios pero convergen en los fines. El problema del subjetivismo/objetivismo, diría que es el mismo: imposible.

 

Información, correlación, comunicación, mensaje.

 

La introducción de la ignorancia en la ecuación cognitiva avala que enfoquemos el tema desde la teoría de la información. La mecánica estadística -que se hizo fuerte en la termodinámica, la mecánica cuántica y la estadística de poblaciones- necesitó este concepto y Shanon (Rovelli 2015, 215) resolvió el tema de cuantificar la información con el concepto de cantidad de información S, que mide el número de alternativas N posibles. La información que encierra un dado es N=6. Por cuestiones operativas (hacer coincidir la unidad de información con el caso más simple de dos alternativas) la unidad de cantidad de información (bit) se definió como el logaritmo en base 2 de N, que relaciona a ambas variables por la relación S=log₂N, o, su equivalencia 2ˢ=N. Un bit de información (S=1) corresponde a dos únicas alternativas (N=2): 2¹=2. Entre las características de la información destacan: 1) La información es ubicua: puede residir en cualquier sitio: en las personas o en las cosas. La importancia de este punto es enorme pues distingue entre conocimiento, saber (subjetivo) e información: objetiva. La mecánica clásica había supuesto que la objetividad era perfectamente separable de la subjetividad: la información era independiente de los sujetos. 2) La información se correlaciona. Si las alternativas son dependientes (una implica a la otra) se dice que es correlativa. En un juego de azar con dos sujetos, dos canicas de dos colores, si mi canica es blanca inmediatamente la otra es negra. La información reside en la canica (no depende de los jugadores) y es complementaria de la mía. Esta situación de correlación -lejos de ser excepcional- es común en lo que llamamos comunicación pues siempre el código de sentido (significación) de las señales (mensajes) es compartido, pues de otra manera la comunicación sería imposible. 3) La información es útil dado que mide la posibilidad de los sistemas físicos de comunicarse entre sí. Veámoslo desde la filosofía. 

 

Sustancia y forma

 

Demócrito imaginó un mundo exclusivamente formado por átomos interactuando. Platón y Aristóteles pensaron que faltaba algo. El primero acudió a la idea, una esencia abstracta que informaba a todos los elementos de la misma clase. El segundo -menos idealista- recurrió a la forma: el modo como los elementos se ordenaban, estructuraban o conformaban la sustancia. No era que Demócrito no contemplara el orden. A la disposición de los átomos como algo importante, simplemente… no le dio nombre. Es habitual coincidir en que “El todo es más que la suma de las  partes”. El todo son las partes más el orden, la estructura, la forma en que se disponen las partes. Esa estructura puede ser tan patente que se pueda exportar del caso concreto a la generalidad de los casos universales. Estaríamos ante una correlación de estructura. Muchos objetos físicos tienen la misma estructura. Incluso dio lugar a una escuela filosófica: el estructuralismo. La tabla periódica de los elementos define todos los elementos existentes (y algunos creados en laboratorio) como: una estructura de núcleo con protones y neutrones, y electrones orbitando (o dispuestos en nubes de probabilidad) en distintas capas. En definitiva un conjunto de átomos tienen información sobre otros conjuntos de átomos: el Hidrógeno tiene información sobre el Helio (comparte estructura atómica). Estas generalidades universales compartidas forman una “red de información recíproca” (Rovelli 2015, 219) entre sistemas físicos. La correlación cuánticas (que una partícula conserve la memoria de su relación con otra, mucho después de separarse) no es magia… es teoría de la información (o estructuralismo). La generación de universales es la base de la ciencia (si una ley no es universal no es nada), pero también del lenguaje (conceptos y definiciones), y en definitiva de cualquier conocimiento. El calor, por ejemplo.

 

Calor

 

El calor es la agitación, azarosa, de las moléculas debido a un cambio de energía. A más calor (temperatura), más velocidad, más agitación de las partículas. Boltzmann se enfrentó al reto de estudiar conjuntos de elementos microscópicos (gases, por ejemplo) por sus manifestaciones (era imposible individualizar su posición y velocidad), originando la mecánica estadística. Se trataba de una forma de ciencia que no se operaba por análisis (el estudio de cada componente elemental) sino por las manifestaciones globales (sintéticas). Se sabía que la energía “Ni se crea ni se destruye, se transforma” pero de una forma peculiar: se disipa en calor, se degrada, pierde utilidad, pues esa disipación es irreversible: la flecha del tiempo. Contradecía así al resto de entes (variables) físicas que eran tiempo-reversibles. Esta “degradación” se conocía con el nombre de entropía y se conceptuaba difusamente como desorden del sistema (imposibilidad de aprovechar su energía). Boltzmann redujo esta entropía a falta de información: la información que falta para conocer bien al sistema y aprovechar su energía. 

 

La pregunta que había formulado Cassius: ¿Por qué pasa el calor de los cuerpos calientes a los más fríos y no al contrario? tenía así respuesta: porque los cuerpos calientes tienen más información que pueden perder, en tanto los cuerpos fríos no pueden perder lo que no tienen. Esa información se medía por los posibles estados de las moléculas en los que podía estar el cuerpo caliente, que era mayor que las correspondientes del cuerpo frío. Era, pues, una cuestión estadística como reflejó la fórmula que la resume: La entropía S (la falta de información) es proporcional al logaritmo de las alternativas (posibles estados del sistema) W: 

S=k.log W 

donde k es la constante de proporcionalidad. La fórmula coincidía con la definición de información: la entropía era información (la que faltaba para conocer al sistema). La negatividad del concepto desaparece cuando pensamos que es gracias a esa disipación irreversible que un sistema puede estabilizarse sin regresar al estado del que viene. Gracias a la entropía el mundo no es una continua fluctuación, un movimiento perpetuo sin estabilidad alguna. La disipación de la energía en calor es la detención de la recursión y de la fluctuación. Pero no acaban aquí las sorpresas: el calor tiene una relación estrecha con el tiempo. Pero para ese viaje necesitamos otras alforjas: conocer el tiempo.

 

El tiempo

 

La física -para su nivel fundamental- no necesita al tiempo. El concepto de tiempo es un concepto circular, relativo (comparación con lapsos iguales… como los producidos por el péndulo), elevado a la categoría de absoluto por el invento del reloj y de Newton. Las fórmulas científicas en que figura el tiempo (como denominador) son simplemente medidas (cuantas veces se produce una variable por unidad de tiempo) y no leyes de la naturaleza. El problema se plantea cuando pretendemos resignificar el tiempo en nuestra experiencia cotidiana. La idea de “tiempo térmico” es la respuesta. ¿Por qué térmico? Porque la temperatura -al igual que el tiempo- “… viene de calcular medidas de muchísimas variables microscópicas” (Rovelli 2015, 226). La característica más evidente del tiempo es que es irreversible. Todos los fenómenos en los que interviene el calor… también. Sin embargo los fenómenos mecánicos en que no interviene… son reversibles. Es el calor lo que distingue al pasado del futuro. Cuando una piedra llega al suelo, disipa su energía en calor y no rebota, es decir, se detiene: es un proceso irreversible, pues ha disipado su energía en calor. “… la noción de tiempo viene del hecho de que interactuamos únicamente con cantidades medias de muchas variables” (Rovelli 2015, 228). Es decir no es una sola variable fundamental del mundo sino la media de muchas, gracias a lo cual el comportamiento de las partículas elementales se amplifica al nivel cotidiano (macro) y es perceptible: despiden calor y generan tiempo. El tiempo es la información que nos falta (sobre el comportamiento de las partículas elementales individuales). El tiempo es nuestra ignorancia (resignificada en la media de múltiples comportamientos individuales inaccesibles). Pero hay un campo en el que el tiempo es determinante: la vida. El equivalente universal de la biología es la persistencia, la supervivencia… el tiempo.

 

Objetividad

 

¿Por qué ha aparecido la información? Porque no hay que confundir lo que sabemos de un sistema con el estado absoluto de ese sistema. Lo que sabemos depende de nuestra relación con el sistema y toda relación depende por igual del sujeto y del objeto. “La mecánica clásica creyó que podía prescindir de esta simple verdad y presentar, al menos en teoría, una visión de la realidad independiente del que observa” (Rovelli 2015, 229). Hoy sabemos que es imposible. Estamos hablando de hechos físicos y no de estados mentales: existe una correlación entre la temperatura y nosotros, y no -sin embargo- entre la velocidad de las moléculas y nosotros. Un objeto puede tener información y estas correlaciones  entre estados de sistemas son omnipresentes en el universo. “Cuando hablamos de realidades estamos refiriéndonos a esta red de relaciones, de información recíproca que es el tejido del mundo” (Rovelli 2015, 229).

 

La partición de lo sensible

 

Troceamos la realidad continua que nos rodea y la convertimos en objetos aislados (diferenciamos, simplificamos). Marcamos límites ficticios para poder comprender el mundo. Son maneras de organizar la información, formas de esa información. Es difícil decir donde termina el individuo y donde empieza el continuo. ¿El pelo del gato es todavía gato? ¿Cuándo empieza, exactamente, a vivir un niño? ¿Cuando se piensa en tenerlo; cuando se concibe; cuando nace; cuando razona? Se trata de convenciones arbitrarias, modos de pensar y de orientarse en la complejidad: puntos de vista. Incluso la noción de “sistema físico” es una idealización, otro modo de organizar nuestra fluctuante información sobre lo real. Mundo (el continuo), individuos (el niño), conceptos (sistema físico), finalidades (ser vivo), idoneidades (selección natural)… saber gestionar las correlaciones con el mundo exterior, es decir, la información que tenemos de él, transmitir y elaborar información. La información desempeña un papel importantísimo en los intentos actuales de entender el mundo. Y nosotros somos estructuras destinadas a gestionar información. La noción de información está ganado cada vez más terreno como modo de comprender el mundo. Son las correlaciones y no los átomos, la forma y no la sustancia, el orden y no los elementos, lo que nos puede explicar el mundo. Y lo que significa la teoría de la información es un cambio en el paradigma de la verdad.

 

Propiedades de la información

 

La información tiene algunas propiedades que la definen: 1) es ubicua: puede residir en las personas o en las cosas, en el hecho o en el proceso. 2) Si dos eventos son dependientes, el conocimiento de uno implica el conocimiento del otro. En estos casos decimos que los dos eventos están “correlacionados” (ligados, dependientes, proporcionales, equivalentes). Un evento tiene información sobre el otro. 3) Esta situación de correlación se da siempre en la comunicación: para que uno entienda los mensajes que emite el otro  debemos utilizar un código común (idioma, protocolo, encriptación, etc.). 4) Una línea de comunicación es la concreción física del nexo entre dos comunicantes. ¿Qué transporta esa línea? Información. Capacidad de distinguir entre alternativas. 5) Y llegamos a la utilidad: ¿por qué la noción de información es útil? porque mide la posibilidad de comunicación entre dos comunicantes. La utilidad es: alternativas de comunicarse, posibilidades. La línea de comunicación transporta mensajes: paquetes de información, correlacionados, y por tanto, capaces de ser distinguidos por los interlocutores. El recuento de las alternativas, cuantifica la información, la transforma en número. 

 

Estructura: el todo y las partes

 

En un conjunto de elementos (sustancia) solemos decir que el todo es más que la suma de las partes. Y ese plus es el orden, la estructura. Platón le llamó idea y Aristóteles forma. Entre distintos sistemas (conjuntos de elementos de la misma o distinta sustancia en cantidades variables) el orden puede ser abstractamente el mismo: la ley de formación. Correlaciona ambos sistemas. Es decir distintos sistemas pueden estar correlacionados por esa estructura: orden común. En una palabra: un sistema puede tener información sobre otro (lo hemos visto en la teoría de grupos:; distintos “grupos” que cumplen unas leyes comunes). Pongamos un ejemplo: los átomos está compuestos de tres tipos de sustancias: protones, electrones y neutrones, compuestas en distintas cantidades (la cantidad es el primer grado de abstracción). Pero estas cantidades se ordenan de acuerdo a unas leyes (Borh) que dicen que los electrones debe componer órbitas que se llenan de acuerdo a una ley de formación y que protones y electrones se unen en un núcleo, en cantidades tasadas. Esta sustancia (protones, neutrones y electrones)  se con-forma en una estructura que es común a todos los elementos de la tabla periódica aunque difiere en la cantidad de las sustancias. Este orden es una segunda abstracción. A unas sustancias a las que se aplica la primera abstracción (la cantidad) se les puede aplicar una ley común (segunda abstracción) que da lugar a todos los elementos de la química. La tabla periódica es un grupo abstracto. Pero lo que le interesa a la teoría de la información es que todos los átomos están correlacionados por una segunda abstracción común que es el orden. Que estas correlaciones se den en las matemáticas y en la física (dos disciplinas claramente diferenciadas) apunta a que existe una teoría del todo y que pasa por dos (o más ) grados de abstracción (la recursión). El orden es generalizable. ¿Son las leyes de la naturaleza escalas de abstracción en grado creciente hasta llegar a una ley universal, una teoría del todo?

 

Pero esta retahíla de epiciclos puede llegar a ser infinita (el ingenio de los parcheadores es inacabable) de modo que nunca se atisbe el cambio de paradigma. Una de las soluciones a esa situación de impasse es la de diversos puntos de vista, en la que se enfoca el problema desde distintas ópticas (disciplinas, métodos, etc.) y en los que se entrega su verificación a la convergencia de resultados. Distintos puntos de vistas son distintas posibilidades  lo que nos coloca en la situación probabilística o cuántica, de que hemos de contemplar las diversas probabilidades ponderadas o los distintos caminos de Feynman como constituyentes de la construcción de la verdad. La teoría de la información sitúa la verdad -no en el caso concreto en el que colapsa esa probabilidad o caminos cuánticos- sino en la posibilidad (la fórmula abstracta) de que se cumpla cualquiera de ellos. Para entenderlo deberíamos acudir a la utilidad. ¿Que es más útil la formulación de la relación entre el diámetro y el arco de circunferencia por medio de una constante (?) o la infinitud de pares de casos concretos solo visualizables como una tabla infinita? Solo falta que aceptemos como verdad a esa relación entre variables aplicable a cualquier caso y no la excepcionalidad del caso concreto. La información (el saber) es la cuantificación de las alternativas. Cierto es que esa posibilidad múltiple no tiene imagen concreta, pero ¿no es más “real” la irrealidad de la función (que absorbe todos los casos) que la realidad concreta de un solo caso? Una ecuación es la formulación finita de una situación infinita. En efecto nos encontramos en el caso de los universales. ¿Qué hace la estadística sino transformar cientos de casos concretos en una relación abstracta: una suma de posibilidades ponderadas? ¿No es la media aritmética un valor absoluto (y por tanto reducción de un gradiente variable) de múltiples casos concretos?

 

Y vamos con la relatividad. La metafísica occidental es un sistema de pensamiento que sitúa la característica aristotélica del ser (la sustancia) en el centro, como fundamental, y deja el resto como accesorias (relación, cantidad, calidad, situación, posición, espacio, tiempo, acción, pasión). No quiero indicar que estas deban ser las categorías (referentes) -que Kant o Peirce vieron de otra manera- sino que me sirven como ejemplo. Pero esta elección del ser pudo ser otra: se pueden articular otros sistemas de pensamiento en los que se escoja otra categoría como fundamental. Por ejemplo la relación. Decir categoría fundamental es decir equivalente universal, referente al que todas las otras categorías son relativas (como ha sido el ser para nuestra civilización. Por lo tanto hablar de relación como categoría fundamental es establecer una metafísica alternativa en la que la existencia se produce en la relación (interacción). Ningún objeto existe fuera de la relación. Ser es relacionarse. ¿Existe una metafísica tal? Solo es cuestión de construirla -como cualquier otro constructo mental- y verificarla en lo real, y ese trabajo ya lo ha realizado la mecánica cuántica: las partículas no existen entre interacciones. Solamente podemos conocer la probabilidad de que aparezcan y dónde, pero no que existan. Lo que propongo es que la mecánica cuántica nos sitúa en una metafísica distinta a la clásica. El SXX fue el banderazo de la deconstrucción de la metafísica clásica en la figura de la posmodernidad. Metafísicas ha habido y habrá otras  (primitiva, mítica, cibernética, metaética, etc. La clásica ha durado 25 siglos. Ha llegado el momento de su relevo.

 

Y una nueva metafísica requiere nuevos axiomas, reglas de inferencia y teoremas (siguiendo el guión que la propia metafísica clásica creó). No estamos ante “dos físicas” distintas para la clásica y la cuántica sino ante un relevo en el que un punto de vista más amplio sea capaz de explicar ambas disciplinas. No está de más recordar que la ciencia es hija de la metafísica y ha sido históricamente seguidora de sus principios. La geometría de Euclides, la lógica de Aristóteles, las idea de Platón, la razón relativa de dos magnitudes, todo eso ha sido seguido y respetado por la ciencia. Y por encima de todo: el  de pensamiento: percepción, interiorización, manipulación mental, decisión, acción. Tratar de armonizar la metafísica del ser y la de la relación es imposible… porque son dos puntos de vista, dos enfoques distintos. Tenemos que ir a un paradigma más amplio y omniabarcativo. Y los principios de identidad, contradicción, tercio excluso, conmutatividad, distributividad, complementariedad, elemento neutro, etc. que la lógica aristotélica entronizó deben ser ampliados. La hipótesis del continuo (la realidad es divisible hasta el infinito) ha quedado obsoleta frente a la granularidad cuántica. El sistema hipotético experimental puede ser mejorado. Los infinitos son el principal problema de la ciencia. No se trata de parchear (como Khun dice que se ha hecho siempre en la ciencia… entre paradigmas) sino de encontrar un paradigma mejor sea el de la relación o sea un paradigma compuesto: espacio, tiempo, relación, acción. ¡Ya basta de epiciclos, de parches sin fin. Debemos cambiar la metafísica! ¿Estamos dispuestos?

 

El desgarrado. Junio 2025

 




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