Vuelvo sobre el libro de Paul Valery “Degas, danza, dibujo”, Nortesur 2012 (1938). El libro es una reflexión sobre el mundo de Degas, las carreras de caballos, la danza, el dibujo, el oficio de artista, el arte en general. Valery desgrana los temas con una curiosa mezcla de respeto hacia Degas y de desarrollo de sus propias ideas sobre el arte. Incluso se permite el lujo de narrar una discusión... en la que los dos tienen razón. La prosa de Valery bien merece una lectura.

Nunca la clase política trató de mejorar las condiciones de vida del pueblo. Siempre se trata de que algo cambie para que todo siga igual. La lenta escalada de la igualdad racial, el voto universal, la educación para todos, etc. nunca fue sino una huida hacia delante de la que indirectamente se beneficiaba el pueblo. El voto universal forzó un poco más las cosas. La necesidad de acudir cada lustro a las urnas instó a los políticos a las medidas electoralistas. Muy a su pesar los políticos tenían que ofrecer mejoras a los votantes a cambio de su voto.

El acoso, en sus variadas modalidades, va poco a poco abriéndose paso en la legislación civil. El mas llamativo es el acoso de género: un hombre (el jefe) acosa a una mujer (la asalariada). En esta modalidad hemos llegado tan lejos que hasta la mirada es delictiva. El acoso laboral, el “moving” también ha acumulado sus sentencias y empieza a tener peso en la legislación. Tenemos también el acoso inmobiliario (moving de nuevo). El acoso infantil es menos visible por cuanto los acosadores suelen ser conspicuos miembros de la Iglesia, maestros, o trabajadores sociales. En contraposición los escándalos son mayúsculos. La red propone nuevos medios de acoso lindando con la extorsión: fotos o frases alocadas que se convierten en medio de acoso. Seguramente me dejo muchos porque la voluntad de acosar es inveterada.

En la década de los sesenta, en New York, se produce el fenómeno denominado nuevo periodismo. Unos cuantos reporteros encabezados por Tom Wolfe, sientan las bases para el desarrollo de una nueva manera de hacer periodismo. El propio Tom Wolfe lo explica en su libro “El nuevo periodismo” de reciente aparición en compactos anagrama 2012 (1973).  La ruptura con la narrativa tradicional entonces vigente y el paralelismo que TW hace con la aparición de la novela un siglo antes, hace que le encontremos concomitancias con el desarrollo del vídeoarte y lo traigamos aquí. El libro incluye una antología de algunos de aquellos autores que permite comparar los distintos estilos.

Paul Valery en “Degas danza dibujo” Nortesur 2012 (1938) desgrana pensamientos sobre el título y sobre el arte en general. En este comentario analizamos sus pensamientos sobre la danza, de gran originalidad. En nuestra primera entrega sobre la danza ya comentamos que no habíamos encontrado comentarios más sustanciosos sobre el tema de los que echar mano. Esta es la ocasión.

Cuando se iniciaba la democracia representativa la situación de los parlamentarios era precaria. En un ambiente dominante de absolutismo, los poderosos consideraban normal manipular las cosas y las personas para obtener sus deseos. No quedo otro remedio que proporcionar a esos parlamentarios unas garantías que les defendieran de los ataques constantes e inveterados de los poderes fácticos.

Para comprender “Etant donné: 1º la chute d’eau, 2º le gaz d’éclairage. (Dados: 1º la cascada, 2º el gas de alumbrado), considerada equivocadamente la última obra de Duchamp (dado que no fue montada hasta después de su muerte (ocurrida en 1968), siguiendo el manual de instrucciones que, para ello, nos dejó) y digo equivocadamente porque esta obra estaba ya acabada y con las instrucciones listas antes de realizar las tres últimas obras de Cadaqués. Sin embargo fue su voluntad que esta obra fuera póstuma por poderosas razones que trataremos de explicar. Decía que para comprender esta obra hay que partir de ciertos hechos.

Mas anuncia que la consulta popular (el reférendum de la independencia) lo hará ¡dentro de cuatro años! Es evidente que no tiene prisa. Primero ganar las próximas elecciones (las de 2016) que para eso se sitúa el referéndum en esas fechas y después ¡Ya veremos! De momento las cosa le salen como ni en sus mejores delirios hubiera soñado. Con la que está cayendo (recortes, manifestaciones, crisis, todo ello provocado por él y por su gobierno) y va a ganar las elecciones por goleada (estas y las próximas). Ni siquiera fue él quien empezó el proceso independentista, se quedó en la ventana viéndolas pasar. 

La revolución francesa, cuyo 222 aniversario celebramos recientemente, consolidó el equilibrio de tres poderes en la estructura política de la nación. El legislativo, el ejecutivo y el judicial. La idea del equilibrio obedecía a evitar que alguno de ellos prevaleciera sobre los otros y se produjera un abuso de poder. Todavía no existía el sufragio universal (el de todos los hombres) y mucho menos el de las mujeres, por lo que el sufragio censitario para elección de cargos públicos, distaba mucho de parecerse a una democracia, pero era un paso. Eran otros tiempos y el poder de los jueces era inmenso (era una institución heredada del absolutismo monárquico) en tanto que los parlamentarios estaban sometidos a enormes presiones por parte de los poderes fácticos: la nobleza, los terratenientes, etc. y el poder ejecutivo recaía sobre la figura del presidente del gobierno o de la república (o de la monarquía) con amplios poderes que no alcanzaban a sus ministros.

La retórica era una de las partes fundamentales de la educación griega (y seguro que no la inventaron. Venía de atrás). La retórica sustituye a la fuerza bruta modulando el sojuzgar en el convencer. Maravilloso invento que destierra la fuerza, del discurso entre humanos para iniciar una era de no violencia y razón. Los romanos, ahogados en pragmatismo ingenieril y derecho, perdieron de vista el logos griego y subvirtieron las instituciones que de ellos heredaron. Una de estas damnificadas fue la retórica. Para una mente pragmática la retórica no es el arte de convencer sino la necesidad de manipular, y así, los romanos, leguleyos y terrenales convirtieron la retórica en lo que los juristas de occidente entienden hoy. Fárrago de palabras para envolver, engañar, confundir y sobre todo... ganar. Desde entonces entendemos por retórica esa deformación del lenguaje, esa malformación que repugna, porque apesta.