Dice la portavoz del gobierno que la reforma en curso es una reforma valiente. También dice que es necesaria y que alguien tenía que hacerla. Valiente hubiera sido que la reforma se hubiera anunciado en el programa del PP para las elecciones, o bien antes de las elecciones andaluzas. La valentía no es algo que se agazapa, se arrastra y vorgoncea esperando el momento oportuno de la ejecución. Eso es estrategia pero no valentía. También podría recordarle a la portavoz que la valentía no es virtud política. A las trincheras no van los políticos, cuyo lugar, ¡como no!, está en la retaguardia. Ellos inician las guerras (por su estupidez diplomática, por sus interese electorales, por sus comisiones comerciales) y los ciudadanos reciben los disparos (y lo que viene después...). Hablar de valentía cuando pudimos ver como todos los políticos se escondieron bajo sus escaños cuando un guardia civil estrelló unos disparos en el techo del parlamento, me parece como poco, desproporcionado. Valentía es palabra que linda con muerte, y sobre la muerte (sobre todo la innecesaria, la estúpida, la meditada), no debería hablarse a la ligera.