Leo “La hipótesis cibernética” de Tiqqun y “Fuck off Google” de Comité invisible en edición de Pepitas de calabaza, 2015 (CC). Podríamos decir que ambos autores (pues son indistinguibles) son hackers de la literatura o del activismo escrito, de la política. Al negar -siguiendo a Foucault- la subjetividad, niegan también la autoría y así, o no la afirman, o firman con cortinas de humo inextricables. Y lo de hackers no es casual. Para este colectivo el hacker es aquel que convierte lo virtual en real o, dicho de otra manera, traspasa sus límites (¿trasciende?). La cultura tradicional, la que se expresa con la economía política, la de Marx y sus seguidores, ha sido sustituida por la cultura cibernética de Wiener y Shanon, y en la cultura cibernética se ha sustituido la forma tradicional de pensar, de alcanzar verdades a base de universales obtenidos por abstracción por las bases de datos en las que no hace falta abstraer porque todos los datos están ahí. Y ¿de donde ha salido este engendro, preguntaréis? De una triple confluencia: a) la retroalimentación dinámica que acaba definitivamente con la ontología estática (la filosofía, para resumir y en gran medida, la ciencia), b) de la computación que maneja millones de datos y c) de la transformación del sujeto en sensor que vierte millones de datos en las redes sociales. Tenemos a) un método, b) un mecanismo de procesamiento y c) un caudal infinito de datos. Hemos entrado en otra dimensión de la cognición: la era internet.