No hace falta que lo digáis: es pedante. Evidentemente no soy un filósofo. Pero tampoco se como llamar a estas reflexiones que me acometen y que no se en donde ordenar. Por otra parte el nombre vende. Así que tendréis que  disculparme (o dejarme), pero sabed que no me erijo en filósofo sino en víctima de la razón (los catalanes llaman a los literatos: lletraferits, letra-heridos). Mis reflexiones nunca llegarán al nivel requerido pero… ¿eso me debe detener? Entre amigos estas cosas se disculpan. Esperemos que no entren no-amigos (lo de enemigos me parecía muy fuerte). ¿A que viene tanta empatía? os preguntaréis. Pues, a que es el tema. Es precisamente el tema.

¿Qué significa que tras aportar pruebas abrumadoras de sus mangoneos en la obtención de su Master Cifuentes se niegue a dimitir? Significa que no reconoce la racionalidad de las pruebas porque se reserva para más altos tribunales o significa simplemente que se la trae al pairo, es decir que Cifuentes está por encima del bien y del mal y su cargo depende exclusivamente del dios Rajoy, del cariño de sus compañeros o de sí misma. En cualquier caso se desmarca de la más mínima dignidad política que le conduciría -con dios, con cariño o sin él- a renunciar a su cargo. Un adlátere de Cifuentes ha afirmado: “Bien. No tiene el master. ¿Y qué?” Solo puede entenderse que, en la línea de irresponsabilidad en que actúan los políticos, hemos llegado a la irresponsabilidad máxima: no son responsables ni siquiera cuando se demuestra que han conculcado los límites de la actuación política.

Bien. debería aclarar que no solo el poder político capitalista -en connivencia con los poderes fácticos- tratar de meter la mano en los bolsillos de los ciudadanos trabajadores para restituirse del capital (que como su nombre indica) del que consideran ser sus legítimos dueños, sino que también existen otras políticas para disminuir sus ingresos y evitar así que ese capitel llegue a lo trabajadores. Son dos caras de la misma moneda: esquilmar y cicatear, después y antes. En el fondo lo mismo. Este capítulo está dedicado a las privatizaciones. Dicho mal y pronto la privatización es pasar lo que pertenece a todos al control de unos pocos, que como habréis adivinado lo que pretenden es forrarse. Pero primero un poco de historia.

Como en entregas anteriores analizo a Rancière a mi manera, es decir alejado de la ortodoxia exégeta. Me enfrento esta vez a uno de los conceptos clave de la filosofía rancierana. La partición (división) de lo sensible. No entraré en las definiciones que él mismo da porque creo que el problema está en las definiciones y voy a ver si consigo explicarme. 

Hay dos maneras de entender (conocer) el mundo: Estableciendo unas pautas de rectitud: “bondad” de las que la oposición: “maldad”, es una desviación (el mundo como creación de un dios eminentemente bueno o de un principio positivo), y el mundo como expresión, no de la maldad sino de un principio no positivo (la dominación) del que, si se quiere extraer un principio positivo se debe proceder a un estudio intensivo del mismo y una genealogía exquisita de su historia. Este planteamiento encierra dos divergencias con el habitual. En primer lugar el enfoque parte de un mundo “corrompido”, un mundo en el que el funcionamiento natural es precisamente lo que la moral tradicional convendría en dictaminar como “desviado”. Pero no es que el mundo sea malo puesto que las categorías éticas o morales no están en juego, simplemente es así: desviado. En segundo lugar -ahora, sí- es ajeno a la ética del bien y del mal. No es un enfoque ético sino funcional… disfuncional para ser exactos. Este enfoque corresponde -a mi modo de ver- a la filosofía de Jacques Rancière.

Iniciamos aquí una nueva serie en la que pretendemos recoger las artimañas del poder para desposeer a los menos favorecido. Hasta aquí nada nuevo. La iniciativa parte de la evidencia de que el neocapitalismo ha iniciado una ofensiva para esquilmar todo ahorro, todo patrimonio y todo haber monetario que puedan detentar las clases trabajadoras y medias. Como se sabe, el capitalismo tuvo que mejorar los salarios cuando se percató de que los trabajadores debían convertirse en consumidores. En ese momento primerizo del capitalismo “concedió” un aumento del nivel de vida con el añadido del crédito generalizado para ampliar las posibilidades de consumo de los desheredados. Pasados los años ese capital “concedido” a los trabajadores quema en las mentes de los capitalistas y han decidido “rescatarlo” para sus únicos y genuinos propietarios. A esta operación de rescate la llamamos: la tercera revolución industrial.

¿Por qué se enjuicia a titiriteros, cómicos, humoristas, raperos, blogueros, etc. y si me apuran: esquiroles, manifestantes proxiparlamentos, fotografíapolis, etc. y no se hace lo propio con el portavoz de la Fundación FF, el vocero del PP Hernando, al párroco del Valle de los caídos (por Dios, por España y por la represión franquista), o el vomitón Giménez Losantos? Los recientes improperios (el insulto ilustrado) de este último nos hacen pensar que son muchos los llamados y pocos los elegidos. Volviendo a la pregunta inicial, ensayemos una respuesta: por varias razones que paso a enumerar.

Asistimos al espectáculo de la política. El espectáculo moderno de los desmentidos y los agravios. La política hoy en día es una cuestión personal. Solo hay que ver a ese inefable Hernando cuya única misión es insultar (digno heredero de aquel Guerra). Cifuentes tenía un master (digo tenía porque de un momento a otro se lo quitarán) y ese master se obtuvo de forma fraudulenta. Hasta aquí lo normal en una clase política que administra las universidades como si fueran su jardín. Casado está en el alero. Cientos más esperan turno. Porque no nos equivoquemos, esto es algo generalizado en la clase política. A unos los pillan y a otros no… pero generalizado. Como toda obtención de prebendas.

Con la que está cayendo al rededor de Cifuentes y sus imposturas documentales parecía que nadie le podía arrebatar el título mensual de posturera mundial, pero una vez más, M. Rajoy ha demostrado por que es el presidente del PP. Tenemos que reconocer que es insuperable. Ni en nuestros delirios más enloquecidos podíamos imaginar de lo que era capaz este registrador de la propiedad… pensamos que intelectual.

La impresión que me trasluce la filosofía de Rancière es que se sostiene contra  una ética implícita. Mucho antes de plantearnos una ética ya tenemos una serie de pre-ceptos que la presuponen. La paz es positiva y el conflicto negativo, el acuerdo (consenso) es positivo y el desacuerdo (disenso) negativo, el orden es positivo y el desorden negativo, etc. Estos pre-ceptos no son pacíficos y se pueden contradecir. El orden es termodinamícamente el camino difícil que la segunda ley de la termodinámica nos dice que tiende naturalmente al desorden (al caos). El orden es la vida y la nivelación termodinámica, la muerte. Excepto en este caso tendemos a pensar que lo sencillo, el desorden termodinámico, es mejor que lo complejo, el orden termodinámico (la navaja de Okham). En este mismo sentido sencillo/complejo pensamos que es más fácil entender el mundo desde la fijeza que desde el movimiento y el cambio. La metafísica consiste en eso, en entender el mundo como parado. Bien es cierto que aquí influye una cuestión cognitiva de capacidad.