Leo “Satie, la subversión de la fantasía”, de Alfonso Vella. Península, 2013. Siempre me ha fascinado Satie, en música, de la misma manera que me fascinan las vanguardias en pintura y en otras artes. Muchas de las innovaciones de Satie no son tales. Ya habían sido utilizadas por otros músicos: el uso de escalas poco comunes, la atonalidad, la armonía reducida a un esquema, las disonancias, la forma que se escapa de la sonata o el lied, el uso de melodías populares y de modos olvidados. Otras son una aportación específica de su talento: la desaparición de la marca del compás, nuevas formas estructurales, la figuración en la notación, la coherencia de la obra obtenida por el ritmo o por otros medios, los nuevos timbres, el piano preparado, la repetición exacta del tema hasta el agobio. Pero nadie, absolutamente nadie, dio la espalda a cualquiera de sus hallazgos en cuanto fueron obtenidos. Satie es la innovación perpetua. Cualquier camino (por exitoso que fuera) era un camino trillado, y por tanto, superado. Esa es la tesis del libro.