Primero se fue del gobierno y ahora se va del partido. Pero su discurso dice exactamente lo contrario. En un ejercicio de autobombo exhaustivo (si hubiera sido un alud de azúcar habría matado a toda la población de diabéticos), ha explicado a sus copartidarios que en su puta vida tendrán un presidente como él. No solo es un genio económico, impecable dirigente, salva-españas, honrado, diplomático, ganador de elecciones infatigable, Terminator con ETA, Creador de empleo, insaciable legislador contra la corrupción, azote de independentistas, mago del PIB, teórico de la posverdad y exégeta de la Constitución. Solo le ha faltado decir que es un imponente orador capaz de adornar el lenguaje con las expresiones que le han hecho famoso y que ¡ojo! las hilvanaba para innovar. Incluso se ha permitido defender sus defectos evidentes como la parálisis gubernativa que ha ensalzado como estrategia ganadora. Por supuesto todo lo ha hecho por España (la España de los poderes fácticos, suponemos) y por su partido, al que ha dedicado cuarenta años de su vida. Nunca pidió un cargo. Si los ha tenido es porque se los han regalado galanamente. Probablemente tampoco pidió nunca un sobre. Siempre fue sobre-saliente. Se va el caimán con un discurso que parece el de aceptación del cargo o como mínimo el de su postulación para el mismo. ¡Adiós. Marianico el re-corto!