Hasta ahora los partidos políticos se decían de todo a través de los medios y en los debates electorales pero misteriosamente, en el día a día parlamentario se respetaban e incluso lucían una cierta cortesía parlamentaria. Era fácil de explicar. En los debates y en los medios se juegan los votos (es decir: la poltrona y la pasta asociada) y hay que conseguir lo/as máximo/as posibles. Una mayoría absoluta supondrá legislar y nombrar como mejor convenga a los intereses económicos del ganador. Eso justifica los ataques virulentos y vejatorios. Sin embargo en el día a día hay que convivir y no se puede instalar uno en la crispación como hizo el inefable Aznar con aquel: ¡Váyase Sr. González! repetido machaconamente día tras día. De hecho en el día a día se pactan los intereses comunes: dietas, sueldos, prebendas, licencias para saltarse la dedicación exclusiva, comisiones (parlamentarias. Las otras se hacen de tapadillo), coches oficiales, despachos, medios (teléfono, ipad, otros), justificación de gastos y viajes, etc. En una palabra la cortesía tiene un precio.