» 2020-05-14 |
Reflexiones tipográficas 239. La muerte y el coranavirus.
Adoramos la uniformidad. La perfección de la previsión. Pero la uniformidad es la muerte. La nivelación termodinámica. La vida es el paso continuo de lo peor a lo mejor (haciendo un abuso de las situaciones morales). No odiamos la muerte, la anhelamos. “¡Se acabó!” “ha dejado de sufrir” “La vida es un valle de lágrimas” El saber popular (y el cultural) nos habla de la infelicidad de la vida. Damos por supuesto que la muerte es la violencia máxima. El momento en que nos arrebatan el bien más preciado. No es así. La mayoría de los mayores que se mueren, es porque deciden que no merece la pena seguir viviendo. Los duelistas, los que follan sin condón, los que practican deportes de riesgo, esos descerebrados que graban vídeos jugándose la vida, coquetean con la muerte. La eutanasia nos da la coartada para seguir pensando que la vida es infinitamente mejor que la muerte. Que la muerte es la solución a una vida infame. No es cierto. Anhelamos la muerte en cuanto descubrimos que la vida es un vaivén, un subibaja, una zozobra. Nuestro instinto de supervivencia nos protege. He dicho instinto. No es la razón la que nos protege. La razón sabe que la felicidad es dejar de luchar, de sufrir, de angustiarnos. Allanarse.
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