Dice Rancière que la política no es ni una forma de vida, ni un conjunto de instituciones, ni una forma de gobierno. Añade que no es la lucha por el poder, ni el ejercicio del poder, ni la legitimación del poder. La política es un conflicto, un error, un disentir, un no conformarse (no consensuar). La política es una lucha consigo misma, una falta de acuerdo consigo misma. También dice que política y democracia son lo mismo. Nunca comprenderemos la crisis de la democracia si no entendemos que es la propia crisis de la política. Y para entenderlo -que no es fácil- la política catalana nos puede ayudar. Voy a analizar todas estas afirmaciones tratando de aplicarlas a la política catalana. Una política con mucha historia, no como la USAna que apareció hace poco más de dos siglos y que parece que la acaba de clausurar, al absolver (refrendar) a un político golpista (una contradicción en los términos) pues la política, si más no, es una superación del nacimiento, la riqueza, la virtud, la fuerza y el saber como títulos determinantes del ejercicio del poder (Platón).