Es Platón, el gran creador de la metafísica el primero que denuncia que los pares de oposiciones (como simplificación de la realidad) son insuficientes para explicar la filosofía, la estética y el amor. a) La filosofía (amor a la sabiduría) mezcla las eternas oposiciones de saber y amor. “El saber debe constituirse como “amor del saber” o “saber del amor” y, más allá tanto del conocimiento sensible como de la episteme (saber), presentarse como filosofía, es decir, como intermedio entre la ciencia y la ignorancia, entre un tener y un no-tener” (Agamben 2017, 18); b) la estética se enzarza en la confusión de verdad y belleza, invisibilidad y apariencia, en un saber que no conoce y un placer que no goza, en definitiva otro saber y otro placer (terceros en discordia); y c) por último el amor (Eros) se presenta como estado intermedio entre el conocimiento y la ignorancia, itinerario que parte de lo sensible (la percepción de los sentidos, de la belleza corporal), llega a lo conocible (el concepto, la ciencia) y finalmente a lo inteligible (lo bello en sí, que no pertenece ni al cuerpo ni al concepto: la idea). Estos estados intermedios entre los polos de oposición metafísicos equivalen a garantizar el nexo (la unidad y al mismo tiempo la diferencia) entre la belleza y la verdad, la sabiduría y la ignorancia, lo más visible y la invisible evidencia de la idea.