La actitud de la mujer está cambiando a pasos agigantados… y no puede ser llamada, precisamente feminismo. Quizás, feminismo popular o de grupo. La propaganda machista ha sabido desprestigiar el término “feminismo” hasta llegar al término “feminazi” en una similitud que haría sonrojar incluso a las más débiles inteligencias. El feminismo radical no ha ayudado a que la visión del feminismo por los hombres y la gran mayoría de las mujeres (los hombres porque defienden sus derechos ancestrales y las mujeres por contagio del pensamiento masculino), mejore. El feminismo radical adopta las armas y la estrategia masculina: lucha, análisis, fuerza, metafísica, violencia… evidentemente, con todo el derecho pues, como reza el dicho: “ o jugamos todos, o rompemos la baraja”. El reparto de capacidades, territorios y roles (Rancière) en nuestra sociedad actual, es determinante de la división de lo sensible que coloca a las mujeres y los hombres en situaciones diferentes y jerárquicas. Y esa división de lo sensible se centra fundamentalmente en la maternidad: reproducción de la mano de obra, cuidado de niños, enfermos y ancianos, garantía de la filiación, soporte de la ostentación (Torstein), etc. Pero ¿Cómo hemos llegado a la situación actual.