La teoría política de las formas de gobierno (dictadura, oligarquía, monarquía, monarquía parlamentaria…) está profundamente ligada a la determinación de en quien (o en que) reside la soberanía y de cual es el título legítimo para gobernar. En el primer caso el gobierno corresponde a Dios, a su delegado (sea sacerdote, rey, dictador, aristócratas,…pero siempre por las gracia de dios) y tras la muerte de Dios a manos de la razón, en los políticos, los guerreros, los tecnócratas, los comerciantes, etc. Como el poder lo quieren todos (es la situación de seguridad por excelencia) hubo de decidirse que individuos o grupos estaban legitimados para gobernar. Platon dio el primer paso estableciendo que los viejos, los ricos, los fuertes, los sabios, los consuetudinarios … y finalmente los deslegitimados (“la parte de los sin-parte” de Ranciére) eran los llamados a detentar el poder legítimamente. Era una manera de legitimar la dominación dividendo el mundo en los que mandan y los que obedecen, estableciendo la desigualdad en la base de la sociedad. Platon caracterizó a los deslegitimados, los que no tenían título alguno para gobernar, como los azarosos, los que accedían al poder por sorteo, por la gracia de Dios (que en aquel tiempo era donde residía la suerte). Tras innumerables avatares la legitimidad acabó recayendo en el pueblo, no por un derecho o utilidad de cualquier tipo sino como producto de las luchas sempiternas por el poder.